¡Santos cielos! A veces me pregunto cómo se las ingenian mis amigas para cometer tanta tontería junta... ¡Y lo peor es que cada vez se superan las muy desgraciadas! Esas torpes; por su culpa ahora Xian está todo esquivo conmigo. A pesar de que en el entrenamiento de ayer le aclaré el malentendido, igual lo noté un tanto incómodo cada vez que nos hablábamos. ¡Rayos! Solo espero que con el tiempo Xian pueda volver a la normalidad... ahora bien, en cuanto a las torpes de mis amigas... ¡ah! Supongo que tendré que perdonarlas, no me gusta eso de andar de rencorosa con la gente... aunque, eso sí: ¡apenas tenga la oportunidad les daré de su propia medicina a esas estúpidas, ya lo verán!
***
El laboratorio del colegio era un amplio salón de paredes blancas y con altos ventanales en su lado derecho desde los que se podía ver la piscina olímpica. Mesas de cemento largas y forradas de mayólicas estaban dispuestas en dos columnas a lo largo del recinto. Todas contaban con caños con su lavabo, uno para cada uno de los cinco asientos que había por mesa. Pegadas a las paredes laterales estaban colocadas vitrinas que guardaban toda clase de instrumentos e insumos para experimentos químicos, así como piezas de plástico de órganos humanos y animales disecados. Por otro lado, en la vitrina que ocupaba la pared opuesta a los ventanales, habían sido acomodados microscopios de última generación adquiridos hace poco por el colegio. Finalmente, el muñeco de un esqueleto en tamaño real se mantenía de pie en una esquina del laboratorio gracias a una vara de madera pintada de blanco que lo sostenía.
–Por favor, mantengan el orden al ingresar –la profesora de ciencias naturales, una mujer de baja estatura, pelo corto con forma de brócoli, rechoncha y de diminutos ojillos, indicó a los alumnos. Ella iba vestida con una larga bata blanca de laboratorio que le llegaba hasta los talones.
Los estudiantes, todos también vestidos con bata blanca, entraron en tropel y por cerca de un minuto instauraron el caos y el bullicio en el laboratorio. Indiferente al escándalo de sillas arrastrándose, risas y conversaciones, la profesora se acomodó en el escritorio destinado para el docente de turno y prendió la computadora. Luego cogió un control remoto y encendió el proyector que colgaba del techo.
–¿Por favor, hay algún alma caritativa que me pueda bajar el ecran? –preguntó la profesora, aunque su voz se vio opacada por el bullicio imperante–. Es increíble que en todos los años que llevo enseñando nunca me haya tocado un grupo de estudiantes que sean respetuosos, educados, y que sobre todo sepan guardar silencio –la profesora se lamentó en voz baja–. En fin, aquí vamos de nuevo...
¡PUM! La profesora chancó sus libros contra la mesa del escritorio. Como por arte de magia todos los alumnos se callaron. O, mejor dicho, casi todos.
–¡Deja de fastidiarme con eso de una buena vez! –con la silla volteada y dándole la espalda a la profesora, Mandy se encontraba en plena discusión con Samara. En la mesa de esta última la acompañaban sus inseparables tres amigos (Dani, Gabriela y Omar), además de la chica de los frenos.
–¡Mandy! –Roberta, sentada al lado izquierdo de la joven púrpura, codeó a su amiga con disimulo.
–¡Oblígame, eterna solterona! –Samara le respondió a Mandy. Sus amigos le celebraron la gracia.
–¡Te vas a arrepentir por esto, Sid el perezoso!
–Mujer negada.
Risas.
–Ya te dije que todo fue un malentendido. Así que tus bromitas no tienen ningún sentido...
–Lo que no tiene ningún sentido es que intentes conseguir novio. Por gusto es.
Nuevamente risas.
–¡Mandy, la profesora Inés te está mirando! –Roberta volvió a codear a su amiga.
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Super Purple: One Cursed Girl
Teen FictionBurlarse de los demás era el pan de cada día de Mandy Carpio, hasta que un buen día una compañera de su colegio ya no aguantó más sus bromas y decidió darle una inimaginable lección que le cambiaría la vida para siempre.