¡Hola amigos! ¿Eh? ¿Qué les pasa? ¿Me parece o los noto algo sorprendidos? ¡Ah! Ya sé, seguro pensaron que al ser perseguida por todos esos barristas iracundos ya no la iba a contar. ¡Pues ya ven que no! La verdad es que ni yo misma sé cómo, pero de algún modo me las arreglé para escapar de esos salvajes ¡En serio que no recuerdo ningún otro momento de mi vida en el que haya tenido que correr tanto! Pero bueno, lo importante es que aquí estoy, vivita y coleando. ¡Ah! Aunque lamentablemente no todo puede ser buenas noticias en esta vida, pues... ¡Waaa, que daño! Las vacaciones se han terminado y otra vez tengo que volver al colegio: ¡que flojera que me da! Snif, snif.
***
Rigoberto, el chico friolento
Era una mañana fría y algo nublada la de aquel día. Al colegio Yaraví los alumnos ya comenzaban a llegar, algunos en sus movilidades, otros traídos por sus padres, otros viniendo solos en bus o a pie. Después de varios días las aulas, los patios y la cafetería volvían a poblarse del típico bullicio de los estudiantes. El colegio una vez más rebosaba de vida.
–... ¿Y dices que tu mamá te castigó porque te desapareciste durante la parada militar y no volviste hasta ya muy tarde? –Estela le preguntó a Mandy. Ambas amigas iban juntas al salón. Poco después se sumaron al grupo Roberta y Bianca.
–No pude evitarlo. Ya les conté cómo sucedieron las cosas –Mandy hundió las manos en los bolsillos de su chaqueta del uniforme.
–Pero mujer, aunque sea hubieras llamado –opinó Roberta–. Tus padres seguro que estuvieron muy preocupados. Mira que si yo les hiciera eso a mis padres: ¡ay mamita! la que me esperaría...
–Es que no tuve ninguna oportunidad para llamarlos, ¡lo juro! Todo sucedió tan rápido, era un problema tras otro, que les juro que terminé más cabezona que una ballena.
–En conclusión, pasó lo de siempre. Oye, Mandy, sácame de una duda –Bianca se tomó el mentón–. ¿Con qué cosa más te puede castigar tu mamá? ¿Eh? ¡Si siempre paras castigada!
–Que desgraciada es mi vida: ¡ya no la soporto! Y para empeorar las cosas encima tengo que cargar todo el tiempo con esta estúpida maldición... ¿saben a qué conclusión he llegado? Creo que todos los embrollos en los que últimamente me he visto involucrada son culpa de la maldición. Les juro que estoy empezando a creer firmemente en ello. ¡Todo me ha salido mal desde que me volví una chica púrpura!
–¡Bah, no nos vengas ahora con esas! –Roberta puso una cara de "eso ni tu misma te lo crees"–. A ti siempre te han pasado desgracias porque te encanta meterte en problemas. Voy a serte franca, amiga: hacer tonterías es tu don.
–Un gran poder requiere de una gran responsabilidad, hombre araña –Estela le tomó el hombro a su amiga con la mano derecha.
–¿Y así dicen ser mis amigas? ¡No quiero ni imaginármelas si fueran mis enemigas! Mejor ya me matan.
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Super Purple: One Cursed Girl
Teen FictionBurlarse de los demás era el pan de cada día de Mandy Carpio, hasta que un buen día una compañera de su colegio ya no aguantó más sus bromas y decidió darle una inimaginable lección que le cambiaría la vida para siempre.