¡Ah, como estoy disfrutando de mis vacaciones! Les cuento amigos, durante estos días mi familia y yo hemos visitado numerosos lugares de la capital: la Plaza de Armas, el Puente de los Suspiros, la Costa Verde, el Parque del Olivar, y tantos otros lugares más que ahora ya ni recuerdo. Muy bonito todo, la verdad, aunque también es cierto que el tráfico en esta ciudad es tan terrible que puede volver loco a cualquiera. Y algo que también me raya es que durante nuestros paseos hemos pasado por sitios tan dispares... en un momento el carro está en una calle ordenada y embellecida por árboles y jardines, y a las pocas cuadras todo se transforma en un escenario decadente y sucio. ¡Vaya fenómeno para más raro! Ah, y, por cierto, ya me he recuperado casi por completo de mi gripe, aunque lamento decir que los enanos no han corrido con tanta suerte. Supongo que en este clima tan frio y húmedo es un poco complicado para ellos. Pero no creo que les importe mucho, la verdad, porque el día de hoy promete ser tan bueno e incluso mejor que los otros días. ¿Saben por qué? ¡Pues porque iremos a la parada militar de fiestas patrias, wuju! Y pensar que antes solo podía verla por televisión. En fin, ¡a disfrutar de estas fiestas patrias y de lo que nos queda de nuestras vacaciones en la capital!
***
Era una mañana tan fría como las otras, aunque de rato en rato el caprichoso cielo se despejaba y dejaba pasar algo del calor y la luz del sol. En la av. Brasil la parada militar por fiestas patrias ya había comenzado. Gracias a una amiga que hizo la señora Susan en su curso, toda la familia consiguió lugares para presenciar el desfile.
–¡Ah, como refresca esta gaseosa! ¡Tan heladita que da gusto! –Mandy sorbió lo último que le quedaba de su vaso descartable.
–¡Mamá, mamá! ¿Puedo tomar yo también gaseosa? –preguntó Robin.
–¡Yo también quiero! –señaló Tabata.
–No niños, ustedes no, que aún siguen resfriados –respondió tajante la señora Susan.
–¡No es justo! ¡Mandy también se resfrió y está tomando gaseosa!
–Yo ya estoy curada, así que se aguantan: ¡jummm! –Mandy les sacó la lengua a sus hermanitos.
–¡Waaa! ¡Yo también quiero gaseosa helada! –Robin hizo pucheros.
–¡Eres una mala, Mandy! –le reclamó Tabata con los ojos llorosos.
–Ya, niños, ya. Tranquilos, por favor. ¿Qué les parece si les compro chocolate caliente para cada uno? Es delicioso y les ayudará a entrar en calor para que se recuperen de su gripe –les sugirió el señor Harold a los pequeños.
–¡Sí, chocolate! –exclamaron Robin y Tabata al unísono.
–Yo creo que me compraré otra gaseosa... pero antes... ¡Ay, ya no me aguanto! Tengo que ir al baño –Mandy se levantó de su asiento y como alma que lleva el diablo se abrió paso por las graderías.
–¡Hija, con cuidado, no te vayas a perder! –la señora Susan le gritó a su hija desde la distancia, aunque Mandy ya se encontraba bastante lejos como para oírla.
"Detrás de las graderías he visto unos baños portátiles. Rayos, ojalá no estén todos ocupados: ¡que ya no aguanto!", Mandy corrió por entre el mar de vendedores ambulantes y transeúntes. Dando saltos por encima del gentió consiguió divisar los baños. En todos había cola.
–¡Maldición! –Mandy se lamentó, y aceleró el paso. Una vez llegó a los baños portátiles, rondó por el lugar en busca de la cola que esté más corta. Por más que se esforzó en intentar hallarla, todas le parecieron igual de largas. Al final optó por sumarse a la cola más cercana.
– ¡Ay, ya no puedo másss!! –ella se lamentó, y comenzó a dar saltitos desesperados–. Rayos, creo que no debí tomar tanta gaseosa...
La cola avanzó con parsimonia. Llegó el turno de la señora que se encontraba delante de Mandy en la cola. –¡Oh, ¿Dónde puse el papel?! –la señora se puso a rebuscar en su cartera. Se le cayó su billetera al piso. Con toda la calma del mundo la señora se agachó a recoger su billetera. Mandy ya no aguantó más y corrió hacia el baño.
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Super Purple: One Cursed Girl
Teen FictionBurlarse de los demás era el pan de cada día de Mandy Carpio, hasta que un buen día una compañera de su colegio ya no aguantó más sus bromas y decidió darle una inimaginable lección que le cambiaría la vida para siempre.