Treinta y dos

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La nostalgia no es algo que pudiera manejar de la mejor manera, el sentimiento era abrumador, me hacía sentir pequeño, se sentía como si fuera acorralado en un rincón sin posibilidades de escapar, además de querer salir corriendo sin ninguna oportunidad. 

Sobre todo cuando se trataba de los finales, el final de una etapa se presentaba frente a mis ojos, el ambiente era diferente, podías ver a todos ir con prisa hacía los salones, muchos estudiando en las cafeterías y otros tantos intentando pasar un poco de tiempo con sus parejas o amigos (mi caso).

El vacío que abordaba mi pecho se había reducido considerablemente en el último mes, ya no dolía y amenazaba con aparecer en cualquier momento para causarme una tristeza profunda, no podía negar que extrañaba a ambos chicos, sí, dije "ambos" porque realmente no entendía mis sentimientos.

El sonido de la campana me sacó de mi ensoñación y a mi lado Jungwoo y Ten suspiraron rendidos, los exámenes finales estaban a la vuelta de la esquina, era el último obstáculo para llegar a nuestra meta; la graduación. 

Estaba aterrado por mi futuro ¿Qué pasaba si no podía cumplir con las expectativas de los demás? pero sobre todo ¿podía cumplir con las mías? 

Me despedí de mis amigos que irían con sus respectivos novios para ir a casa, por mi parte fui a mi casillero para tomar mis cosas e ir a cumplir con mi turno en la tienda de mascotas, tomé la libreta y caminé sin percatarme de las personas que salían, hasta que choqué con el hombro de un chico provocando que la libreta escapara de mis manos y terminara en el suelo, solté un suspiro y cuando miré a la persona las palabras se atoraron en mi garganta, el aroma mentolado que emanaba era inconfundible y sinceramente no sé cómo antes no pude percibirlo, mi mente intentó procesarlo.

Sus ojos me miraron sorprendido, quizás más de lo que yo estaba, no pude evitar observar cada detalle, su cabello había crecido, tanto que alcanzaba sus pómulos y los mechones rebeldes caían en forma de cascada a los costados de su cara descubriendo su frente, su piel lucía más blanca de lo que recordaba y las ojeras se podían notar al igual que sus ojos cansados ¿era mi imaginación o también estaba más delgado? y entonces su nombre se escapó de mis labios en un susurro.

—Yoon Oh...

Y entonces reaccionó, su mirada se volvió dura como si el simple hecho de pronunciar su nombre hubiera sido un golpe o algo parecido. 

Y se dio la vuelta para caminar de prisa a la dirección opuesta de la salida, el sonido de sus pasos alejándose de mi eran el único sonido que mis oídos percibían además de mi agitado corazón, me quedé en trancé y cuando por fin reaccioné para ir detrás de él una mano entrelazándose con la mía me detuvo y por Dios, ¿Qué clase de drama se volvió esto? por segunda vez en los últimos minutos mi corazón se detuvo. Doyoung estaba ahí con una sonrisa brillante y juro que brillaba más que la luz del sol, entonces sucedió. 

Sus brazos me rodearon y mi mejilla fue a dar a su hombro, me quedé quieto porque en primera estaba sorprendido y en segunda; se sentía tan bien, olía bien ¿Qué clase de sentimiento fue ese? ¿añoranza? 

—Te extrañé —dijo aflojando su agarre y separándonos para poder mirarme a la cara.

 No pude evitar sonreír, yo también lo había extrañado, porque él de verdad era especial para mi. 

Le sonreí una vez más y hablamos, hablamos de su estadía en el extranjero, me contó de lo que hizo, de sus nuevos amigos y lo preciosa que era la institución, además de la facultad de música que era en la que estaba, de sus recorridos nocturnos, sus roomies y demás y yo sólo lo escuché y sentí envidia, ya que ni siquiera sabía a lo que me quería dedicar, sin embargo no pude estar más de acuerdo en que él lo merecía, porque era una excelente persona y porque había luchado por sus sueños, lo admiraba, de verdad lo hacía.

El chico de los hoyuelos -JaeYongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora