LA ASAMBLEA DE HERMANOS

1.8K 206 10
                                    

Narra Susan

Tras tres días de travesía, al fin habíamos llagado a la isla de los naufragios.

Gibbs, quien se había convertido en nuestro segundo a bordo, comenzó a poner al día a la tripulación. -Procurad estar bien atentos, no en vano es la isla de los naufragios y en ella se encuentra la cala de los naufragios y la villa de los naufragios.

-Por muy ingeniosos que nos creamos los piratas, tenemos muy poca imaginación cuando se trata de nombrar a las cosas. Comentó Jack a mi lado, paseando por la cubierta cuando Gibbs se acercó a nosotros.

-Cierto. Le dio la razón el otro pirata.

-Una vez navegué con un fulano que había perdido los dos brazos y parte de un ojo. Señaló el Capitán, creando curiosidad en Gibbs.

-¿Y como le llamabais? Preguntó Gibbs interesado.

Unos segundos después, Jack nos dio una respuesta. -Larry. Contestó para luego tirar de mi mano hacia la zona del timón, donde pudimos presenciar la agradable charla de Barbosa y Tía Dalma.

-Yo no incumplo un trato una vez cerrado. Pero solo acordamos los fines. Los medios los elijo yo. Declaró Barbosa, alzando una mano para tocar el cabello de Tía Dalma, pero esta lo impidió, agarrando su mano firmemente en un rápido movimiento.

-Cuidado Barbosa...Ten presente que gracias a mi poder regresaste de entre los muertos y sabes que pasará si me decepcionas... Recordó utilizando su poder para que la mano de Barbosa, que aún sostenía, quedara reducida a sus huesos y luego volviera a su estado original, mostrando así tan solo una parte de sus capacidades.

Calipso soltó su mano y se dispuso a ir hacia las escaleras dándole la espalda, pero Barbosa frenó sus pasos con un agresivo agarre en su brazo, tirando de ella para que quedaran frente a frente una vez más.

En aquel momento quise intervenir, pero mi Capitán me frenó, poniendo sus manos sobre mi cintura y atrayéndome hacia atrás, hasta él, para recordarme que no podía intervenir, al menos por ahora.

-No olvides porque tuviste que devolverme la vida. Y porqué no podías abandonar a Jack a su maldecida suerte. Fueron nueve los señores de la piratería que te confinaron Calipso. Y necesitas que sean nueve los que te liberen. Marineros Pintel y Raggeti, llevad a esta pescadera al calabozo. Ordenó Barbosa con desprecio, haciendo que se la llevaran escaleras abajo.

-¿Hemos de permitirlo? Le pregunté en un susurro a mi ahora esposo.

-Por desgracia, aún no es el momento, amor. Se supone que no sabemos nada de esto y debe de seguir siendo así. Murmuró acariciando mi brazo en forma de consuelo.

Al anochecer, finalmente llegamos a la fortaleza, a un lugar donde se encontraban los más grandes piratas de los siete mares: la cala de los naufragios.

Toda la tripulación nos juntamos para admirar la estructura que teníamos delante con antorcha en mano.

-Mirad cuantos hay. Señaló Pintel sorprendido.

-Nuestros ojos no han visto jamás una reunión como esta. Respondí maravillada sin apartar la vista del lugar.

-Y les debo dinero a todos. Añadió Jack preocupado.

-¿Por qué no me sorprende? Pregunté de forma irónica, causando su preciada sonrisa.

Poco después, los líderes de la piratería, junto a nuestras respectivas tripulaciones, nos encontrábamos reunidos al rededor de una larga mesa de madera tras haber clavado nuestras espadas en un globo terráqueo en muestra de nuestra asistencia.

Barbosa dio varios golpes en la mesa, llamando la atención de los presentes para comenzar tan esperada reunión.

-¡Al ser yo quien os ha citado, constituyo esta cuarta asamblea de hermanos! Declaró haciendo que los señores de la piratería, excepto Barbossa, Jack y yo, tomaran asiento.

-Para confirmar vuestra condición y derecho a pronunciaros, presentar ahora vuestro real de a ocho, camaradas piratas.

Uno a uno fueron dejando sus reales de a ocho, que no eran más que baratijas sin sentido. Cosa que no pasó desapercibida por la tripulación

-Eso no son reales de a ocho, son simples baratijas. Percibió Pintel.

-Sí. El plan original era usar reales de a ocho para confinar a Calipso, pero cuando se celebro la primera asamblea, los hermanos estaban sin blanca. Le explicó Gibbs.

-Haberles puesto otro nombre.

-¿Cómo... nueve piezas de lo que en su momento lleváramos en los bolsillos?  Sí, suena muy propio de piratas.

Jack, quien se había mantenido en el fondo de la sala hasta que uno de los señores de la piratería preguntó por él, hizo un amago de entregar su real de a ocho, pero se detuvo en el último momento. Debíamos ganar tiempo.

-Debo señalar que aún falta un señor pirata. Y yo estaré contento como unas pascuas de esperar a que Sao Feng nos acompañe. Comentó para escuchar seguido una voz femenina entrando a la sala, consiguiendo llamar la atención de todos nosotros.

-¡Sao Feng está muerto! ¡Cayó ante el Holandés Errante! Exclamó mi hermana, caminando hasta nosotros con un atuendo bastante... peculiar.

-¡El Barco Maldito! Exclamó una señora de la piratería al mismo tiempo que Elizabeth, o mejor dicho, la ahora Capitana, al parecer, clavaba su espada en el globo. Esto suponía un cambio en los acontecimientos.

-¿Y te ha nombrado Capitana? Cuestionó mi esposo extrañado.

-Hoy en el día, le dan el puñetero cargo a cualquiera. Dije exagerando mi indignación y cruzando mis brazos.

Conecté mi mirada con la de Jack por un segundo. Sin lugar a duda, esto le daba un nuevo rumbo a nuestro plan, pero de forma positiva. El tener a mi querida hermana como Capitana, nos facilitará las cosas para convencer al resto de que hagan lo que nosotros queremos sin siquiera decir una sola palabra que nos delate.

Elizabeth consiguió alzar la voz por encima de todos los murmullos. -¡Oír! ¡Escucharme! Alguien ha revelado nuestra ubicación. Jones está a las ordenes de Lord Beckett, vienen hacia aquí.

-¿Quién es el traidor?

-Probablemente no está entre nosotros. Respondió Barbosa cuando Elizabeth se percató de la ausencia de alguien en concreto.

-¿Dónde está Will? Preguntó.

-No entre nosotros. Contestamos al unísono mi Capitán y yo.

-Lo importante no es que nos hayan encontrado, sino que vamos hacer ahora que lo han hecho.

-¡Combatir! Exclamó mi hermana, provocando la risa de toda la sala. Elizabeth siempre con esa actitud de lucha, era obvio que lo propondría. Lo que no sabe, es que gracias a ella, conseguiríamos lo que queríamos.

-La cala de los naufragios es una fortaleza, ¿qué necesidad hay de combatir, sino pueden llegar hasta nosotros?

-Hay una tercera opción. Señaló Barbosa.

Piratas del Caribe: En el Fin del MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora