VENGANZA

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Narra Susan

Aquello nos paralizó. Pero enseguida, me arrastré hasta Will, con la esperanza de poder hacer algo.

-Will aguanta. Rogué sintiendo una mirada sobre mi, Jack. Estaba paralizado, aún amenazando al corazón. Desvió sus ojos a mi mano cubierta de sangre en mi costado, descubriendo que estaba herida, y de nuevo, la llevo hacia un Will apunto de morir.

-Will... Susurró Elizabeth llegando hasta nosotros. -Will, no me dejes. Te pondrás bien.

Bill el Botas despertó de tu trance y se abalanzó sobre el Capitán del Holandés. Jack no paraba de mirar al Will y después al corazón repetidamente.

-Jack... Murmuré haciendo que nuestras miradas se juntaran una vez más.

No tenía que decirle nada. Ambos pensábamos en aquella conversación donde le hice saber que hiciera lo que hiciera, le entendería.

-¡Will! ¡Will, mírame! Rogaba Elizabeth a su esposo, cuyo corazón cada vez latía más lento.

Jack se posicionó a mi lado, puso el corazón en el suelo y en la mano de Will la espada con la que apuñaló el corazón de Jones, evitando así que matara a su viejo amigo Bill el Botas.

Volví a recostarme completamente en el suelo, sintiendo un enorme dolor por todo el cuerpo. Cada vez estaba más débil.

Él que una vez fue el Capitán del Holandés, cayó al fondo del mar, nombrando el nombre de la mujer que amó por última vez.

Los navíos se separaron, sino salíamos pronto de allí, sería nuestro fin. Aunque en aquel momento, pensé que el mío ya estaba escrito.

Will dio su último aliento y Elizabeth comenzó a gritar desesperada.

-Susan, tenemos que salir de aquí. Comentó mi Capitán, mirando preocupado mi mano ensangrentada.

-Sácala de aquí. Sabes... que esto no tiene mucho arreglo... apenas puedo moverme. Debes irte, amor. Susurré sin fuerzas, sintiendo como las lágrimas se acumulaban en mis ojos.

-No digas estupideces. Saldremos todos de esta. Mi esposo me ayudó a levantarme, rodeándome con sus brazos.

-Solo quédate un segundo aquí, ahora mismo vuelvo. Me dijo a lo que asentí con una sonrisa que se acabó convirtiendo en una mueca de dolor. Me encontraba apoyando mi propio peso sobre la barandilla de la cubierta.

La tripulación del Holandés caminaba lentamente hacia Will para que formara parte de la tripulación. Jack agarró varias cosas y obligó a Elizabeth a levantarse a pesar de que ella se negaba.

Cada vez me sentía más mareada, cada vez sentía el sonido del oleaje más fuerte.

El navío se inclinó debido al remolino. El agua entró por el hueco de la cubierta destrozada, arrastrándome consigo.

Después del grito proveniente de Elizabeth y Jack, solo pude oír el silencio. Sentía como la presión del agua me llevaba a lo más profundo del mar, como la falta de oxígeno quemaba mis pulmones.

Todo se volvió completamente negro. Y en medio de aquel silencio, la melodía de cuna se apareció en mi cabeza.



De pronto, comencé a sentir aquella presión cada vez menor, y el negro se volvió azul. De algún modo, volvía a estar cerca de la superficie. Logré nadar hasta el limite del agua al encontrarme una estructura de rocas. Me subí en ellas, haciendo que mis pulmones echaran el agua que tenían y al fin recibieran el oxígeno que tanto anhelaban.

Piratas del Caribe: En el Fin del MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora