A UN MUNDO PERDIDO (Parte 2).

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※Xóchitl※

Lo primero que sentí fue un calor abrazador, lo primero que vislumbré fue un intenso brillo, cuasi segador... y lo primero que escuché, fueron los rápidos de un río.

Me levanté de un susto y al querer respirar, mi cuerpo solo se contrajo para expulsar agua y más agua. Tosí y tuve arcadas, pero al final pude inhalar profundamente. Me hinqué sobre la ardiente arena y me sujeté la cabeza con fuerza... todo aún me daba vueltas, era como seguir sumergida: confundida, preocupada y sin tiempo para pensar claramente. Solo una imagen volvió a mi mente, la de unos brazos delgados tomándome de la cintura.

Me paré de golpe y comencé a mirar por todas partes en el desierto, pero nadie parecía estar ni remotamente cerca de mí.

- ¿Hola? -Entorné los ojos y detallé el horizonte, no reconocía para nada el lugar, ya ni siquiera sabía dónde estaba el norte y dónde el sur, pero no podía estar sola... alguien me había sacado del enorme río que corría furioso a mi lado. - ¡Hola! ¡¿Hay alguien ahí?!

Caminé unos dos o tres pasos y hubo un sonido detrás de mí; me volteé asustada y descubrí por segunda vez que el ruido provenía de un helecho cercano a una gran roca. Tragué con fuerza y me acerqué lentamente, si era quien me había salvado... no debería tener malas intenciones.

- ¿Hola? Por favor dime que eres una persona buena y no alguna especie de animal salvaje... ¿sí? – Estiré mi mano hacia la planta y temblé, al igual que las hojas por segunda vez. Mi cabeza insistió en alejarme, pero mi corazón me apremiaba en continuar. -Solo... ¡Sal de ahí!

Metí la mano en el helecho y, de un brinco que me hizo gritar y cubrirme el rostro, salió algo. Poco a poco fui apartando los brazos de mis ojos y ante mí apareció lentamente la imagen más espectacular que jamás haya visto.

Era un niño de aparentemente mí misma edad, pero totalmente distinto a todos los demás que había conocido; si yo era rara, él debía ser una extravagancia total. No solo su cabello parecía hecho de oro puro, también su piel era tan pálida que parecía habérsela tapizado con la escarcha fría de la cima de mis volcanes y, lo más impactante, eran sus ojos... brillantes como gemas preciosas, azules como el cielo despejado o los mares turquesa de mi Abuela Maya, y observándome con una intensidad que me provocó escalofríos.

- ¿Q-Quién eres? – Tomé la parte de mi cabello que solía ser una bonita trenza y jugué con él. -Mi abuelo me aseguró que el náhuatl se habla incluso más allá pasando Aztlán, a-así que respóndeme... ¿Quién eres? ¿Qué haces? ¿Y qué q-quieres de mí?

El niño solo me sonrió y extendió su mano hacia mí. Yo retrocedí de inmediato, pero me fijé que lo que tenía en su mano, era el jade de mi abuelo.

- ¡Oye! ¡Eso es mío! – Di un paso hacia él, pero retrocedió, haciendo mover sus escazas ropas y la pequeña corona de plumas que llevaba alrededor de la cabeza. - ¡Dámelo! No puedes tenerlo-

Entonces rió con ganas y comenzó a hablar entre carcajadas en un idioma que yo desconocía por completo, aun así, no hizo falta más que su tono de voz como para saber que se burlaba de mí. Inflé mis mejillas y crucé mis brazos bajo el pecho.

-Cuando llegue con ese tal Chenoa, haré que todos en la aldea se rían también de tu apariencia, a ver si eso te gusta... - Su felicidad se acabó de repente.

-N-No...- Abrí los ojos y mi mandíbula cayó sin avisar al escucharlo hablar náhuatl de verdad. -...no sería nada nuevo, siempre se burlan por como luzco y nadie nunca me acepta- Me miró y mi corazón dio un hueco, pues el agua de sus ojos parecía querer salir en forma de llanto. -Ten tu roca... mejor ya no te molesto.

ONE SHOTS: AMÉRICA x MÉXICO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora