Una mañana de primavera él llegó a ella.
Apareció así: de la nada, ese templado domingo María salió al jardín para regar sus plantas como de costumbre y grata sorpresa se llevó cuando descubrió unos ojitos vidriosos observándola desde el suelo, escondidos temerosos detrás de una maceta.
-Aww... mi vida, ven aquí chiquito. No te haré daño.
Fueron necesarias sólo esas palabras, una gran sonrisa y extenderle los brazos hincada entre la tierra, para el cachorro llorara y diera un tímido paso al frente: él era un hueso recubierto de pelaje oscuro que por partes se caía, mostrando heridas de tierra y sangre; con mucho esfuerzo y con el hocico siempre al suelo, agitó la colita dos... cuatro veces, el resto del tiempo se limitó a esconderla entre las patatitas y sólo cuando María lo alzó en brazos él se atrevió a mirarla...
Grandes ojitos negros vidriosos, desbordantes del deseo de vivir, de comer, de beber, de amar y ser amado; con la esperanza de que esta nueva humana no lo sacara a gritos o lo correteara para que se fuera a perder entre la maleza.
-Mírate nomas, pequeño...
María buscó en su cuellito una cadena que no encontró y entonces lo notó mirándola. Le paseó la mano por su cabecita sucia, sonriente para evitar transmitirle al perrito todo el coraje que le daba el pensar que alguna otra persona habría abandonado al pobre animal a su suerte y comenzó a caminar hacia su casa.
-No te preocupes chiquito, que aquí voy a cuidarte. Primero vamos a darte de comer un poco para después darte un buen baño, luego una merecida espulgada y entonces visitar rapidito al veterinario ¿Qué tal suena eso?
El cachorrito, conmocionado de que aquella humana no lo hubiera rechazado, movió la colita ahora más de cuatro veces, generando un calor en el pecho de María que se extendió por todo su cuerpo y llenó también de esperanza el corazoncito del perrito. Saltó entre sus brazos con las pocas fuerzas que le quedaban y sacó su lengüita para devolverle esa ternura jamás antes recibida.
-Bien, b-bien- dijo entre risa y risa. -Si tanto te gusta, chiquito... bienvenido a la familia.
A las pocas semanas el cachorrito había mejorado tanto que parecía otro totalmente distinto: vacunado, con el pelaje oscuro completo y peinado, sin garrapatas que chuparan sus huesos y con mucha fuerza vital, expectante a que entrara su humana por la puerta para verla de nuevo...
Ladraba emocionado cuando oía sus llaves al otro lado de la puerta, brincada formando círculos sobre su propio eje porque la felicidad era tanta que rebozaba su pequeño cuerpo... y cuando esa puerta se abría y él notaba un centímetro de María, salía corriendo hacia ella como si lo hubiera propulsado un cohete por la velocidad a la que iba, deteniéndose sólo a bailarle y pedirle brazos antes de volver a salir corriendo hasta por el jardín de donde lo habían encontrado y luego desaparecer por uno de los pasillos de la casa antes de volver a rodearla para que lo alzara en brazos y pudieran ambos llenarse de besitos.
Ahora la vida del perrito era como gozar unas eternas vacaciones de verano: era dormir a los pies de la cama con María, era devolverle la pelota a su humana para que volviera a lanzársela, era portar con orgullo una collar con su nombre bien en grande, era salir por las tardes a caminar al parque, era defender su nuevo hogar cuando pasaran otras personas, otros animales o coches por fuera; era tener suéter cada temporada de frío y tener techo cuando llovía, era pedir huesitos en la comida y mientras la preparaban en la cocina, era ir conociendo a nuevos humanos, amigos de la suya, que visitaban la casa y que también lo trataban bien; era acercarse a María para tirarse patas arriba y pedirle que lo acariciara, era morderle los zapatos a ese particular humano de pelo rubio y ojos claros que lo sacaba de la cama para en cambio poder dormir él con María cada tanto... era esperarla todas las tardes a que regresara sana y salva por esa gran puerta de madera para poder darle la bienvenida.
Esa vida se había vuelto una que ese perrito rescatado del jardín nunca creyó vivir y que, incluso tras el pasar de los años, nunca lo agotó. Siempre que María llegara cansada, feliz, estresada, con compañía, enfurecida o tranquila a la casa... no importaba cómo, sino el hecho de que llegara... ahí estaría el perrito del otro lado, ladrándole tres tonos más arriba, rascando la madera para que abriera pronto, recabando sus ahora menos energías para propulsarse, rodearla y llorar de felicidad, de amor por estar viéndola una vez más; para recibir y dar esos besos, esas caricias, esas palabras bonitas y esa ternura tan maravillosa de su humana que tanto lo calmaba después.
Ese cachorrito sucio, pulgoso y rescatado del jardín que jamás se imaginó llegar a viejito canoso doce años después; que jamás conoció la enfermedad hasta una mañana de otoño amaneció junto a María con una molesta tos por primera vez en su vida; ese perrito que ahora además de al parque, iba también al veterinario... primero una vez cada seis meses, luego cada mes. Un perrito que, aunque su corazón comenzó a fallar, aún se levantaba de su camita para rascar la puerta cada que escuchaba las llaves al otro lado, ansioso por recibir a su persona favorita.
Un perrito que comenzó su vida temiéndole a todas las personas y que esa mañana de invierno recibió plácido un beso de María en la corinilla después de que le pusieran su típico suéter de temporada.
-Voy por masita para las tortillas, no me tardo ¿Sí, pequeño? - le respondió con una lamida. -Ya mañana nos toca ir al veterinario para ver qué tanto has mejorado con el tratamiento ¡Qué emoción!... bueno ¿Te cuidas, okey? Nos vemos al ratito, amor.
Esa mañana él le agitó como cuatro veces la cola para despedirla y solamente cerró sus ojitos negros después de verla salir por completo; antes la hubiera seguido hasta asomándose por la ventana para despedirla, ladrándole que no se fuera... ahora bastaba con saber que en algún momento sonarían esas llaves o se volvería a abrir la puerta, porque tenía la certeza de que ella siempre volvería para que él pudiera darle la bienvenida.
Así que, satisfecho con su vida, lanzó un suspiro para reprimir esa molesta tos y se dejó llevar por el sueño, encontrando paz en todos esos gratos momentos vividos con su humana, recordando la sensación de ese calor que los unió por primera vez en el jardín... un calor que volvió a inundar su cuerpecito y se detuvo en su corazoncito, haciendo desaparecer el fallo en su palpitar con amor y disolviendo la tos con un descanso profundo.
Para cuando por allí a la distancia, escuchó las llaves de María, la consciencia del perrito despertó y con esfuerzo se levantó sobre sus cuatro patitas para aguardar agitando la cola frente a la puerta, esperando sin ladrar a que su persona favorita abriera... como siempre había sido.
-Hola, chiquito ¡Volví!
Verla fue como si la vitalidad que gozó en sus años jóvenes hubiera regresado y comenzó a correr alrededor de ella, propulsándose desde el pasillo hasta el jardín, disfrutando tanto de que estuvieran de vuelta su humana y su energía de antes que no escuchó el grito desgarrador que inundó la sala.
El perrito, con la emoción de saberse de nuevo sano a su lado, comenzó a sentir a su alrededor caricias de María y se dejó llevar por la hermosa sensación; pero estando ahí desde el jardín no notó que en realidad ella estaba inclinada sobre su camita en la sala, paseando sus dedos desesperada entre el pelaje canoso mientras gruesas lágrimas rodaban por su rostro y caían en su cuerpecito que se quedó reposando pacíficamente, tal como se durmió, pero que en realidad nunca despertó.
María entonces lo tomó en brazos una última vez y le plantó su más largo beso.
-Gracias por todo, mi vida.
Así como él llegó de la nada una mañana, así partió en otra.
Desde entonces cada domingo por la mañana, como es costumbre desde hacía más de doce años, María sale al jardín a regar sus plantas y cortar sólo las flores más bonitas para colocarlas en el lugar tras la maceta donde aquel día de primavera encontró ese par de ojitos negros por primera vez y en donde ahora un gran collar descansa sobre tierra movida en honor al fiel compañero que lo portó con orgullo... sin saber que, cada que entra a casa y hace sonar esa puerta, del otro lado la memoria del perrito brinca, corre y ladra feliz tres tonos más arriba...
Dándole una eterna bienvenida.
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A tu honor, mi Frodito hermoso 🤍.
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ONE SHOTS: AMÉRICA x MÉXICO.
FanficVale, vale... aquí encontrarán de todo, One-Shots de romance, odio, historia, celos, lemon, comedia, guerra... pero todos serán de una de mis parejas favoritas: Ame-mex. Por tanto, ellos serán los protagonistas, pero no por ello serán los únicos en...