THOSE OCEAN EYES.

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02 de febrero, 1848

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02 de febrero, 1848.

María observaba a Alfred desde la distancia, cautivada por esos ojos azules que una vez fueron tan intensos como el cielo. Ahora, perdido su brillo, fulguraban con profundidades sombrías y melancólicas, como un océano en calma después de la tormenta.

Recordaba el tiempo en que Texas llegó a sus vidas, un pequeño remanso de felicidad en medio de la incertidumbre. Alfred y ella, unidos por la esperanza de un futuro mejor, sostuvieron al bebé con amor, con promesas de unión. Pero el tiempo pasó rápido, demasiado rápido, y con cada año que Texas crecía, María sentía cómo las promesas se diluían y las sombras del pasado volvían a oscurecer su horizonte.

En sus sueños, veía ciudades en llamas, cielos teñidos en fuego... pero era la intensidad en los ojos de Alfred lo que la abrumaba, como un estallido de quince fuegos artificiales amenazando con consumirla. Esos ojos de océano, ahora vastos y cargados de tierras conquistadas, reflejaban un poder que María no podía ignorar.

Cada mirada de Alfred resonaba en su interior, la hacía llorar, desgarrando las últimas hebras de su resistencia.

-No es justo- susurró entre lágrimas.

El poder de su amor la asustaba; nunca antes había caído desde tan alto y ahora se encontraba sin control en ese mar tempestuoso que eran los ojos de USA.

De pie en el precipicio de su corazón, María vislumbró el horizonte donde resonaban los ecos de una guerra perdida. Las cenizas de ciudades incendiadas aún flotaban en el aire, el cielo teñido de un gris sombrío de la devastación. Alfred había estado frente a ella, con sus ojos de océano tan penetrantes como siempre. Era el eco de una campana lejana, el peso de la pérdida casi insoportable.

-No es justo- repetía, con lágrimas corriendo por sus mejillas sucias de polvo y dolor.

Ahora el poder que él tenía sobre ella era absoluto, y la herida en su orgullo era abrumadora. Esos ojos ahora la dominaban completamente.

Caminaba entre las ruinas de su mundo, sus pensamientos no podían escapar de la brillantez de la mente de Alfred, su victoria resplandeciendo como un diamante en la oscuridad. Él había demostrado una superioridad estratégica y una fuerza implacable que ella jamás habría imaginado de aquel pequeño, de aquellas sencillas Trece Colonias.

-N-No... nada justo.

Alfred era una criatura cuidadosa, poco paciente con el tiempo, pero implacable en su conquista.

Ella, ahora solitaria, se sentía abandonada con la carga de una mente de diamante que había aplastado sus esperanzas, que la atrapaba en su brillo. Danza eterna entre el dominio y la resistencia, entre la fascinación y el temor... la lucha por mantener identidad y soberanía con pinceladas de colores vibrantes y tonalidades sombrías.

-Injusto- su voz apenas un susurro en el viento.

Las lágrimas brotaban de nuevo mientras enfrentaba la dualidad del dolor y la atracción que sentía por esos ojos que ahora dictaban su destino. Estaba asustada, aterrorizada porque su orgullo y su tierra ahora estaban a merced de los deseos de Alfred y su nación... mismas emociones que le encendían las pasiones de hacer oír su voz, de plantarse fuerte y responder.

ONE SHOTS: AMÉRICA x MÉXICO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora