Treinta y tres ⟨Templos en ruinas⟩

178 33 34
                                    

NARRADOR

Nanon caminaba por un sendero de piedra, la neblina dejaba apenas ver las siluetas de los altos pinos esparcidos por el lugar, vestía su sotana y apretaba su teléfono en su pecho.

Había recibido un mensaje de Ohm: ''Ven a la banca al final del sendero.''

Su corazón latía rápido mientras la neblina se hacía más espesa cada vez, volviendo imposible poder ver algo ahora, ante la penumbra, Nanon se detuvo.

— Nanon...

Escuchó a una voz decir, la reconoció enseguida, pues hacía que sus mejillas se tornaran cálidas.

— Ohm...

El pelinegro salió de entre la neblina, le sonrió al verlo, y extendió su mano hacia él.

— Es para ti — le dijo mostrándole una pequeña flor blanca.

Nanon tenía el rostro color carmesí, tomó la flor de las manos de Ohm y la olió.

— Gracias...

— Es mi despedida...

Nanon iba a decir algo más, pero lo que escuchó lo dejó paralizado.

— Espera... ¿Despedida?, ¿De qué hablas?

— Ya no puedo hacer esto, no está bien.

— No hables así... Por favor Ohm...

— Deja de llamarme...

El aura de Ohm era ahora oscura y fría, parecía una persona completamente diferente.

El pelinegro iba a darse la vuelta, pero Nanon lo sostuvo del brazo.

— No, espera... Yo te...

— Suéltame, dos hombres no pueden ni deben...

Nanon quería llorar, él iba a hacerlo, ¿Por qué Ohm había cambiado? ¿en qué momento ocurrió?, no podía estar pasando. Las lágrimas comenzaron a salir sin permiso, humedeciendo las mejillas de Nanon, abría la boca para hablarle, pero no salía sonido alguno.

Ohm se zafó bruscamente de su agarre, y se alejó... Y él solo lo observó alejarse, seguía llorando y ahora no podía parar de intentar gritar...

Su silueta se hacía más lejana...

Y más lejana...



— ¡Nanon, despierta! — era una voz Familiar... — ¡NANON!

Entonces, Nanon abrió los ojos.

Estaba en su habitación, Chimon lo sacudía de un hombro para tratar de despertarlo, el sudor empapaba su pecho, pronto se incorporó sentándose en su cama y frotando su rostro con sus manos, Chimon se sentó también, notando entonces que su amigo parecía agitado.

— ¿Estás bien, guapo? ¿Qué soñabas?

— Yo... — Nanon se talló los ojos, sintiendo que tenía lágrimas en ellos y el rostro húmedo — ¿En realidad lloraba?...

— Lo hacías — Chimon tomó un pañuelo de la cajita que estaba en la mesa de noche y comenzó a limpiar las lágrimas de Nanon — Y también abrías la boca... Como si quisieras gritar.

Nanon se dejó limpiar y también pensaba en el sueño que acababa de tener... Se sintió tan real, el dolor de verle irse... Fue demasiado y eso lo asustó, porque ahora entendía que, de perderlo, el sentimiento sería insoportable.

La sinfonía de lo divino  || OhmNanonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora