18 de julio de 2018.
Nunca más iba a volver a beber. Jamás.
Estaba en la escuela, habían pasado ya varias horas desde que las clases habían comenzado y su dolor de cabeza no disminuía. Incluso tenía un iceberg de lo que había pasado la noche anterior, solo recordaba pequeños flashbacks y ninguno era congruente.
—Te digo, tienes que aprender a tomar —le dijo Raúl. Estaba sentado frente a ella en una de las mesas del patio, comiéndose un sándwich. Tan tranquilo que ella le tenía envidia.
Lily, con ambas manos en sus sienes para apaciguar el dolor, lo miró de forma amarga.
—Cállate —gruñó—, todo esto es tu culpa.
Él rió.
—¿Mi culpa? Yo solo quería que te divirtieras. Pero cuando tomas no hay quien pueda detenerte. Parecías una especie de conejo raro saltando por todo el lugar.
Lily rodó los ojos. Lo que le hizo doler aún más la cabeza así que soltó una mueca.
Por prestar atención al dolor no se dio cuenta que había llegado alguien más a la mesa en la que estaban sentados. Y no notó a la persona hasta que esta habló.
—Dios mío, te ves horrible, Lily. ¿Estás bien?
Alzó la vista y vio a Adrián.
—¿Acaso me veo bien?
—No —contestó—. Por eso te he dicho: te ves horrible. Mira ese cabello... Si de por sí ya lo tienes feo, míralo ahora...
Lily lo miró molesta y apartó de un golpesito la mano de Adrián que estaba en camino a tocar su cabello.
—Déjalo —dijo, e inconscientemente acomodó su cabello con sus manos. Es cierto que siempre era un desastre, pero no era tan feo... ¿O sí? Solo tenía un poco de rizos con frizz, era todo.
Adrián sonrió al verla preocupada.
—Estoy bromeando, Lily.
Ella bufó.
—¿A qué vienes? Por si no lo has notado, hoy vengo con un ánimo de genio y no estoy de humor para tus malos chistes.
—Oh, qué mal entonces —chistó el chico—. Venía a contarte todas las graciosísimas hazañas que hiciste anoche mientras estabas bajo los efectos del alcohol.
—No quiero saber lo que hice —suspiró, abatida—. Estoy segura de que di mucha vergüenza.
—En efecto.
Raúl rió ante ese comentario.
—Eh, yo quiero saber —dijo, acercándose más a la mesa para escuchar—. Me fui antes y no pude ver lo que hizo.
—Bueno, ¿por dónde empezamos?
Lily se hundió en su silla.
—Ay, no...
—¿Deberíamos comenzar por donde espantó a un pobre chico pelirrojo diciéndole que quería besárselo y tener sexo con él? —siguió Adrián.
—Eh, ¡yo estuve ahí! —dijo Raúl, como si fuera lo más divertido del mundo. Lily, en cambio, comenzó a enrojecer.
—¿O tal vez cuando después de estar tan perdida empezó a bailar encima de una mesa y parecía algo así como... un pato?
Raúl empezó a soltar carcajadas.
Lily sintió las orejas calientes.
—¡Oye, en mi defensa, yo creí que estaba bailando sexy! —dijo, pero Adrián la ignoró.
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Mi amada Lily
RomanceUn beso en un antro. Una conversación alocada. Un maratón de Barbie. Un amor perfecto. Una enfermedad inesperada. Una despedida nunca deseada. Estos son Lily y Kev.