capítulo 11

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¿Alguna vez se han preguntado cuál sería el sabor del cielo? Dicen que el lugar (o lo que sea que fuera) es angelical, divino.

Lily nunca había pensado en qué sabor específico tendría, pero si tuviera que dar una idea que se acercara al menos, diría esto.

Esto.

Besar a Kevin.

De no haber estado tan malditamente borracha, se habría puesto incluso celosa de pensar en dónde y con quién aprendió semejante habilidad para besar.

Porque la forma en que sus labios se movían sobre los de ella con tanta pasión no era normal. Era angelical.

Y sus manos... Jesús, sus manos. La estaban recorriendo tan vaga y tortuosamente que solo la hacían desear más, más y más.

Él dijo que ella iba a ser su perdición. Mentira. Lily creía firmemente que iba a ser al revés, este chico iba a ser su destrucción si tan solo se lo permitía.

Se tuvieron que separar de nuevo cuando la falta de oxígeno fue necesaria, pero apenas pasaron unos cuantos segundos cuando Lily sintió que ya tenía que volver a besarlo.

Era el efecto del alcohol, seguro, pero ella aseguraba que los ojos de Kev al mirarla estaban dilatadísimos.

—Quiero besarte de nuevo —dijo Lily, sin vergüenza alguna.

Kev sonrió de lado. Su respiración aún estaba errática al igual que la de ella.

—Liliana, si tan solo supieras lo que yo quiero hacerte ahora. Besarte se quedaría corto.

—Entonces hazlo.

Él negó con la cabeza e intentó alejarse de ella, pero Lily fue más rápida y tomó sus muñecas para impedir que alejara sus manos de su cintura. Kev la miró, expectante y con deseo.

—No puedo hacer nada, Lily —dijo en voz lo suficientemente baja como para que ella escuchara. Y cuando ella le dio una mirada confundida, él se relamió los labios y se acercó más a ella. Acercó su boca a su cuello y entonces susurró—: Si lo hago, no seré capaz de detenerme.

Y de nuevo, una Lily sin miedo a nada, le respondió:

—Nunca mencioné que quería que te detuvieras.

Kev no respondió. La miró directo a los ojos, de par en par, como si estuviera haciendo la decisión más difícil de su vida. Y luego se rindió ante ella.

—¿Confías en mí?

Lily no tardó en asentir. Y apenas hizo ese movimiento, Kev se agachó y la levantó de las piernas para cargarla sobre sus hombros.

El movimiento la tomó por sorpresa, pero se dejó llevar, sintiendo una mano de Kevin rozando sus nalgas, tapando para ojos no bienvenidos. La cargó unos cuantos metros más y luego entraron a una pequeña habitación.

Cuando la dejó en el suelo, Lily se mareó un poco. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que era un almacén.

—Lily —llamó.

—¿Kev?

—Dime qué quieres que haga.

—Eh... Yo... No lo sé. ¿Qué quieres hacer tú?

Él frunció el ceño. En sus ojos se podía notar que seguía borracho, pero estaba esforzándose por actuar cuerdo.

—¿Ves esa estantería de ahí? Si de mí dependiera, te cogería contra ella las veces que fueran necesarias. Pero se trata de ti. Dime lo que quieres de mí y lo tendrás.

Mi amada LilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora