Si Song MinGi tuviera que describir como fueron los siguientes días de su estadía en una sola palabra, sería tranquilo.
Demasiado...pacífico. Y por alguna extraña razón, eso lo incordiaba, cuando en realidad debería estar feliz. Comenzando porque ya no había más discusiones con YunHo.
Con el fin de semana finalizado, YunHo debió regresar al trabajo, lo que significó menos espacios para discutir de trivialidades y más tiempo para sí mismo. Lejos de la bullente ciudad, sin televisión ni conexión alguna con la capital, MinGi se encontró con tiempo de ocio y descanso para recuperar su maltrecho cuerpo. Mientras YunHo no estaba, él se dedicó a estirar su largo cuerpo en el muelle y bucear en las claras aguas. En vez de un viaje de negocios, se sentía en plenas vacaciones, zambullido en una paz infinita e inalterable que jamás había experimentado. Con su celular sumergido en su maleta, porque sin señal no había caso mantenerlo cargado (sin contar que el único enchufe disponible lo utilizaba el refrigerador), MinGi se dedicó a pasar las horas dormitando. También pensando.
Pensando en sus planes y como estos se arremolinaban sin remedio en cierto isleño de mirada brava.
Recordaba una y otra vez la distancia que se había obligado a crear, para mantener una paz mal disimulada con YunHo. La cordialidad flotaba entre ellos como una barrera para contener la necesidad imperiosa de imponerse sobre el otro. Una necesidad que se filtraba entre miradas. Entre palabras no dichas. En tensión acumulada para contener lo que realmente pensaban y decían.
Y es que aún después de todo ese tiempo de falsa cordialidad, para MinGi era evidente que las defensas de YunHo seguían altas. Y aunque este se mostraba sereno – especialmente porque MinGi tenía la delicadeza de no mencionar su Resort- esto era solo en apariencia. Su personalidad brava se mantenía muy patente y latente en su postura. En sus palabras sutiles, que guardaban puñales listos a ser lanzados ante la más mínima insinuación. Igual que su mirada, el fuego permaneciendo como una llama, expectante a alzarse.
En otras palabras, pura tentación. Porque sí, MinGi seguía obsesionado con ese fuego insinuante, con ese desafío que le imponía YunHo y que él quería enfrentar. Pero, por el bendito futuro de sus planes, debía obviarlo.
Debía controlarse. Debía mantener las distancias, ser cordial y contenerse para no azuzar su fuego. De mantener ese estado de tregua. Un estado que le permitía que YunHo le mostrara la isla y que debía extender hasta el fin de su estadía.
Aunque fuera un maldito suplicio, sus planes valían mucho más que su calentura. De hecho, eran su recordatorio continuo de que debía mantener la boca cerrada y cumplir su papel de buen turista. De contener los comentarios innecesarios al máximo y no decir una idiotez que alzara ese fuego durmiente, de probar la bravura de YunHo, con esas palabras candentes bañadas de delicioso acento, sugerentes y malditamente ardientes...
Recapitulando, el estado sereno de YunHo era beneficioso para sus planes; lo último remarcándolo casi con destacador en su cabeza, para no olvidarlo. Cuando YunHo regresaba del trabajo se hacía el tiempo para mostrarle la isla y hasta le consiguió un ungüento natural para aplicar en sus agarrotados músculos, el cual le alivió bastante. Lo mejor de todo, es que pese a sus defensas, YunHo parecía más abierto a hablarle y enseñarle sobre Bonghwang. MinGi no estaba seguro si era porque él ya no mencionaba el hotel; o simplemente era natural en YunHo hablar sobre la isla, su adoración por esta brotando ante cada palabra y acción.
Era notorio. YunHo realmente amaba la isla, no por nada se negaba a su proyecto.
Y lo cierto era que MinGi lo comprendía hasta cierto punto. Cada vez que paseaba, entendía por qué YunHo la protegía con tanto ahínco. La isla era inmaculada, prácticamente intocada por la mano del hombre y cada pedazo era digno de admiración.
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Mi Isla, Mis Reglas [YunGi]
FanfictionJeong YunHo ama la isla de Bonghwang. La protege como nadie, espantando a cualquiera que quiera dañarla, especialmente aquellos que quieren transformarla en alguna patraña turística. ¿Qué sucederá cuando los aires de progreso lleguen a la isla enfun...