CAPITULO 11: ¡Vamos al volcán!

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Pese a lo agotado que estaba, MinGi no durmió bien esa noche. Cayó en un sueño pesado en un inicio, pero después fue trasmutando, reviviendo sucesos de esa tarde, entremezclándose, al punto que le dio la sensación que estaba en un caleidoscopio de imágenes que revoloteaban traviesas e insidiosas en su cabeza, sin permitirle descansar bien. En algún punto de la noche llegó a despertarse, a mirar ese techo de madera con una forma tan peculiar.

Entre sombras y el sonido vivo de la naturaleza nocturna, MinGi se vio con la mente en blanco y a la vez mareada de situaciones, un solo rostro repitiéndose sin cesar.

YunHo. Incomprensible y arrebatado YunHo.

Fogoso y testarudo.

Intrincado, también.

En medio de esa penumbra, en ese cansancio no dicho y frustración, MinGi suspiró mientras alzaba su antebrazo y lo posaba sobre su frente. Un gesto abatido. Un gesto de atribulación. YunHo siendo el culpable de todo.

No era el primer hombre que besaba. MinGi se consideraba alguien de mente abierta, sin dejarse arrastrar por estereotipos o paradigmas sociales. Es más, desde su perspectiva, lo importante era la persona en sí, y por supuesto, la atracción. La atracción era el principio de todo; junto con otra seguidilla de eventos que hacían que finalmente se involucrara con una persona. Si era sincero, había tenido un par de amantes hombres, pero al final nunca había terminado en algo serio.

Nunca lo hacía.

Tal vez por su trabajo. Tal vez porque simplemente no le interesaban lo suficiente.

Pero YunHo le interesaba. Demasiado. Desde el primer día lo había hecho. Había presionado todos sus botones correctos, pero también los incorrectos. Lo desesperaba en más formas de las que podía describir y era claro que el otro sentía igual. El incordio era evidente entre ambos, y aun así cuando se besaron...

Fue como besar una droga. Abrumante, explosiva y deliciosa. Sobre todo, adictiva.

Había arrasado con todos sus sentidos y lo había dejado en las nubes hasta que el inoportuno mapache- alias HongJoong- apareció. Apareció con su sonrisa fácil, y sus palabras hostiles. También con verdades ocultas.

Y fue con ese recuerdo que MinGi lo sintió. Sintió de nuevo ese pesar en el estómago, esa sensación agria en la boca y una necesidad primitiva de levantarse en ese momento, en mitad de la noche, a exigir respuestas que no merecía, porque él no era nada de YunHo para exigirlas. Sólo se habían besado, y aunque le había trastocado la cabeza, su relación era tan precaria, qué ni siquiera se atrevería a decir que tenían algo más que inexplicable y fogosa atracción.

Pero la atracción no significa nada cuando de por medio solo hay odio. Discusiones varias y una necesidad imperante de imponerse al otro, en una lucha desatada, sin sentimientos más que ira.

Era absurdo. Era destructivo. Aun así, MinGi parecía querer lanzarse directo a ello.

Negando, se obligó a cerrar los ojos y arrullarse una vez más por el sonido de la indómita naturaleza.

Tan indómita como el hombre que dormía a escasos metros de distancia de él.



Cuando MinGi volvió a despertar, esta vez no fue por un caleidoscopio molesto de imágenes superpuestas con recuerdos, sino por un ruido. Al principio no lo reconoció bien. Pensó que era la alarma de su celular, hasta que recordó que este permanecía muerto en el fondo de su maleta. Luego pensó que era algún pájaro carpintero o similar, golpeando la madera y decidió ignorarlo.

Mi Isla, Mis Reglas [YunGi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora