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BRISA

El transcurso desde estar parados esperando el ascensor, subirnos, esperar que baje los 12 pisos y atravesar todo el hall hasta llegar a la puerta, fue lo más incómodo que me había pasado en el último tiempo. Ninguno de los dos hablaba, no sabíamos que decir. Por un lado, él no entendía mi forma de accionar y por el otro, yo conociendo todo el trasfondo de la situación, no sabía como explicárselo ni como disculparme. Ni siquiera sabía como explicármelo a mi misma, me estaba empezando a agarrar un fuerte dolor de cabeza y lo único que quería era estar acostada durmiendo.

Cuando llegamos a la puerta vi que el único auto afuera era el de Exequiel, no había absolutamente nadie más en la calle. Para mi suerte estaba en el cordón de enfrente y, tenía los vidrios cerrados y polarizados.

—¿Es ese? —preguntó el morocho a mi lado.

—Si. —suspiré. —gracias por todo, posta.

—¿Vamos a volver a vernos?

Dude unos segundos. —Si. Hay que terminar lo que empezamos.

Al fin me sonrió.

Apoyó una mano en mi mejilla y me atrajo a él para saludarme con un beso en la boca, pero acordándome que tenía a apenas metros de distancia a Exe, viendo todo y sabiendo el quilombo que se iba a armar si me lo llegaba a besar, desvíe mi cara haciendo que se junten nuestras mejillas y dándonos un simple beso de amigos.

Ni siquiera me animé a mirarlo a los ojos, me di vuelta y salí por la puerta en dirección al auto, tambaleándome un poco por lo borracha y temblando de frío.

Escuché como Blas cerraba la puerta atrás mío y eso me tranquilizó bastante así que me apresuré al auto del enfermo que me estaba esperando.

Abri la puerta y ni siquiera amagué con acercarme a el para saludarlo con un beso, solamente me acomodé en mi asiento y dirigi mi mirada hacia el frente. El hizo exactamente lo mismo que yo.

Cuando escuchó el ruido del cinturón arrancó el auto.

Agradeci que estaba lloviendo ya que el ruido de las gotas cayendo sobre el auto, hacían que el silencio no fuese absoluto. Ninguno de los dos hablaba, Exe por primera vez no puso música en el auto y para colmo era un barrio re tranquilo, de manera que el único auto que estaba dando vueltas en la calle era el suyo.

Trataba de mostrarme tranquila y desinteresada pero en verdad con tan solo ver como jugaba con los anillos de mi mano, y mi pierna moviéndose repetidamente de arriba a abajo, se notaba lo nerviosa que estaba.

—¿A donde me estas llevando? —rompí el hielo viendo como se subía a la autopista.

—A mi casa. —Respondió cortante sin siquiera preocuparse por explicarme que se suponía que estaba haciendo, o por que me había buscado tan imponente donde nadie lo llamo.

Además, Marti le había pasado la dirección a Sami, ¿que era lo que realmente estaba pasando?

—No quiero ir a tu casa.

—No te queda otra.

—¿Perdón?

—No tenes a donde ir.

—Tengo mi propia casa y la verdad es el único lugar en el que quiero estar en este momento.

El chirrido que hacía el auto cada vez que pasábamos lugares con mucha agua me incomodaba un poco sobre todo por la velocidad en la que Exequiel estaba yendo. No le di tanta importancia, de todas formas confiaba en como manejaba.

Mi celular en la casa de Blas había alcanzado a cargarse hasta el 2%, así que ya se había apagado devuelta, y eso me generaba una impotencia indescriptible. Sentía que Exequiel tenía todo poder sobre mí y yo odiaba sentir vulnerabilidad.

𝐏𝐞𝐥𝐢𝐠𝐫𝐨𝐬𝐚 𝐎𝐛𝐬𝐞𝐬𝐢𝐨𝐧 | Exequiel ZeballosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora