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EXEQUIEL

—Bueno, —solté suspirando y bajándole a la música. —llegamos.

Bri asintió con la cabeza y agarró su mochila.

—Gracias por traerme.

—No hay de que, hermosa.

Agarró la manija del auto para abrir la puerta, pero se quedó unos segundos en el lugar pensativa.

Dirigió su mirada hacia mi, con esa sonrisa que recién ahora estaba logrando que me dedique a mi, en la que se le marcaban pequeños hoyuelos a ambos lados del labio y se le formaban casi inexistentes arruguitas a los costados de los ojos.

—La pase re lindo, gracias por invitarme.

—Gracias a vos por aceptarme la invitación.

—Sabias que lo iba a hacer.

—No, la verdad no me acostumbro todavía a que seas buena conmigo.

Ella se rió y esta vez si bajo del auto.

Se agachó a la ventanilla a tirarme un beso y camino hacia el edificio. Cuando me asegure de que ya había entrado, arranqué el auto para manejar hacia el departamento de Luis, porque era viernes y la verdad no tenía ganas de terminar el día solo y aburrido en mi casa.

Y también, con lo impulsivo que soy, seguramente terminaba escribiéndole a Bri para vernos devuelta. Parece que un par de horas para verla no me bastaban.

Ni le avise que iba porque probablemente el forro me iba a decir que no, y como tenía las llaves de la casa agarré y entre solo.

—¿¡Que onda Lui!? —grité tirándome al sillón.

Escuché como Luis abría la puerta del baño y corría hacia mi, probablemente enfurecido.

—¿¡Que haces, gato!? —gritó. —¿Como vas a entrar así, mira si estoy con una mina?

—Ah, ¿vos cojes? —pregunté sorprendido recibiendo una cachetada de su parte. Me cague de risa. —Eh no te zarpes conmigo.

—Enserio te estoy diciendo Exequiel, no puede ser que siempre lo mismo.

—Bueno culiado contestame los mensajes entonces, ayer te pedí que vengas a mi casa y ni el visto me clavaste.

—¡Forro, querías que vaya a cocinarte!

—¡Porque me sentía mal y no podía levantarme de la cama!

—¿Si tan mal te sentías como hiciste para estar joya en el entrenamiento hoy?

—Sabes que no me se cocinar hermano, estoy comiendo fideos hace una semana.

—¡Y aprende como hice yo!

El timbre sonó frenando nuestra discusión y Luis caminó estresado al portero.

—¿Hola? —pregunto.

—Hermanooo. —escuché del otro lado y me empecé a reír a las carcajadas porque Vazquez nos iba a mandar a la mierda en cualquier momento.

—Subi Vicente, dale, está abierto. Otro pesado.

—Eh para, ¿que te pasa? ahí subo.

Luis dejó el portero y abrió la puerta para que Vicente entre solo. Prendió la play y me pasó un joystick, sentándose al lado mío en el sillón porque no le quedaba otra.

—Trae el mate, Vicen. —dijo Luis apenas el pobre chico puso un pie en la casa y éste obedeció.

Trajo el equipo de mate a la mesa ratona y se sentó en el sillón, mirando cómo jugábamos.

𝐏𝐞𝐥𝐢𝐠𝐫𝐨𝐬𝐚 𝐎𝐛𝐬𝐞𝐬𝐢𝐨𝐧 | Exequiel ZeballosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora