Itoshi Sae

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Sae siempre ha sido una persona centrada en sí misma. Su fútbol era lo más importante para él, incluso más que su propio hermano al que tanto cuidaba. Solo le importaba una persona en el mundo entero; él. ¿Qué me hizo creer que yo sería la excepción? Todavía conservaba un atisbo de esperanza, que el Sae que conocí volviera.

Llevaba en una relación con el centrocampista 2 años. Le conocí en una fiesta cualquiera donde se reúnen empresarios, magnates, futbolistas, personas con influencia... Una fiesta aburrida donde todos beben champagne y hablan sobre las cosas más banales posibles. Yo, como CEO de una empresa de componentes tecnológicos, estaba más que invitada a esa fiesta, pero lo último que me apetecía era poner un pie en un lugar así. Por desgracia o fortuna, tenía una buena asistente, que estaba muy pendiente de que no me escaqueara de estos eventos. Aunque no lo parezca, eran esenciales para mantener buenas relaciones entre empresas e incluso hacer negocios. A mí me parecía una real pérdida de tiempo; si se quería negociar algo siempre se podía concertar una reunión y las buenas relaciones eran en el fondo una gran farsa. Como en todo este tipo de eventos, después de saludar a las personas que me apuntaba mi asistente en una lista, me retiré al sitio menos concurrido que encontré.

A pesar del frío invierno, me fui a la terraza del apartamento donde se celebraba la fiesta. No hay nada que un buen abrigo y un libro no pueda hacer. Como las cortinas estaban corridas, nadie me veía sentada en una silla, sola y con un libro en vez de algún piscolabis o algo de alcohol en mano. Yo, con mi batería social casi gastada, me metí de lleno en mi libro ignorando mi alrededor y el bullicio de la fiesta.

- Es un buen libro - dijo una voz masculina en frente de mí que por poco hace que me de un infarto. Estaba leyendo Fahrenheit 451. Lo empecé hace unos días y me enganché por completo a su historia.

- ¿Huyendo del bullicio? - le pregunté a lo que él asintió y le invité a sentarse junto a mí - ¿A ti también te han obligado a venir? -.

- Sí, intenté no presentarme, pero mi odioso equipo fue a buscarme a la puerta de mi casa - dijo y frunció el ceño recordando la escena que montaron frente a su vivienda para hacerle salir.

- ¿Equipo? ¿Qué deporte? - pregunté interesada. Nunca había llegado a conocer en estas fiestas a alguien que no estuviera relacionado con mi mundillo -.

- Fútbol - respondió y yo abrí un poco la boca sorprendida - ¿Tú cómo has llegado aquí? -.

- Mi asistenta se encarga de que asista a este tipo de eventos sociales - respondí - Dirijo una empresa de componentes electrónicos. Soy ___, es un placer ... -.

- Sae, Itoshi Sae - dijo terminando mi frase.

Seguimos hablando durante toda la fiesta. Sae no era muy hablador, pero sí que hacía algunas intervenciones interesantes a las historias que yo le contaba. Le enseñé mi lista de "invitados con los que hablar" que tenía arrugada en el bolsillo y él soltó una risa que me pareció encantadora. Se sintió como ver el interior de una persona que se ocultaba bajo un duro caparazón. Sae era serio, pero sabía llevar bien la conversación e hizo de esta fiesta, sin exagerar, la menos aburrida de todas a las que había ido. Cuando noté que la mayoría de invitados se había marchado, nos retiramos del lugar dejando a los que Sae me dijo que eran de su equipo, bailando con corbatas en la cabeza y vasos de alcohol en mano.

- Tus compañeros son cuanto menos peculiares - dije ya habiendo salido del apartamento recordando la escena.

- Sí... - dijo desviando la mirada - Oye...¿Quieres que te acerque a tu casa? - me ofreció, pero yo me negué.

- Muchas gracias, pero no es necesario. Mi chófer está de camino - le respondí con una con una sonrisa.

Dicho esto Sae se metió en su coche y yo esperé algunos minutos a que el mío llegara. Había sido una fiesta magnífica, tanto, que al día siguiente mi asistente se sorprendió cuando le pregunté cuándo se celebraría la siguiente. Había hecho muy buenas migas con el futbolista y me arrepentí de no haberle pedido su número o alguna forma de ponerme en contacto con él. El día siguiente a la fiesta fue un día como cualquier otro: reuniones, firmar papeles, tomar decisiones... Llegué a mi casa agotada como siempre, con ganas de proseguir la lectura. Abrí el libro por dónde lo dejé, y cuando giré la página, noté un número de teléfono apuntado en el margen a lápiz. No sabía de quién podía ser ni cuando fue apuntado, ya que lo compré en una recóndita librería de segunda mano. La curiosidad me pudo y marqué el número para ver quien era. Siempre le podía decir a la persona en cuestión como curiosamente encontré su número en un libro.

Blue Lock - One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora