Nuevas Reglas

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Cuando Tony indicó a Happy que lo llevara al gimnasio, no lo hizo pensando en encontrarse con Steve. Por una vez, sólo quería ser constante con su entrenamiento, probarse a sí mismo (¿y a James, tal vez?) que para él, ir a ese sitio no es sólo una excusa para poder ver a Steve sino algo que hace por verdadera convicción, porque quiere aprender a defenderse apropiadamente, porque quiere estar en forma.

Por eso, cuando el propio Steve aparece junto a ellos en el vestuario luciendo como un maldito ángel encarnado, con kilómetros de piel desnuda y húmeda al descubierto y sólo una pequeña toalla ocultando su hombría, Tony no puede sino atragantarse con su propia lengua, completamente despojado de nada que no sea el más absoluto asombro.

¿Cuándo se quedó dormido y comenzó a tener otro de sus sueños pornosos?

Echando un vistazo rápido por sobre su hombro, sólo para situarse en la realidad, el empresario se encuentra con James observando a Steve también, completamente estupefacto. Su usual máscara profesional de compostura habiendo volado por los aires en un instante demuestra que el joven tiene sangre en las venas, después de todo, y hace a Tony sonreír de lado, aliviado por no ser el único afectado por aquella visión.

—Oh, hola chicos —Steve los saluda con absoluta inocencia, abriendo su casillero y sacando una muda de ropa limpia de adentro de su bolso—. No los había visto.

Mientras habla, usa sus manos para peinar su cabello mojado hacia atrás, exponiendo su amplio y más que bien definido pecho en el movimiento e ignorando por completo el mechón rebelde que insiste en caer sobre su frente, dándole un aspecto deliciosamente diabólico. Tony siente el deseo irrefrenable de deslizar sus manos por la inmensa extensión de músculos frente a sus ojos, por aquel cabello dorado y brillante que pide a gritos volver a ser despeinado... Pero al mismo tiempo también desea quedarse allí parado y ya, observando al muchacho como un poseso, a merced de su magnánima voluntad; descubrir todo lo que ese ser celestial quiera mostrarles, disfrutando simplemente de aquella bendita coincidencia y ya...

Hasta que Steve sonríe y toma una pequeña toalla extra del casillero, deslizándola con intención por su cuello y torso cincelados.

En ese momento, el ángel se convierte en un demonio.

—¿Viniste por una clase nocturna? —Steve continúa secándose con pequeños golpecitos, y Tony tiene literalmente que sacudir su cabeza para no permitir que su lengua conteste algo obsceno por él.

—E--Eso espero.

—¿Esperas? ¿Por qué, Thor ya se marchó? Estaba adelante hace un momento, asistiéndome con los press de banca.

—Ah, genial —No hay nada que Tony odie más que verse despojado de su usual facilidad para contestar, pero le resulta imposible concentrarse con Steve viéndose como un maldito pecado a sólo unos metros de él—. ¿Tuviste una buena sesión hoy?

—Sí, estuve trabajando en mis repeticiones, rompí mi marca —el muchacho contesta con absoluta calma, pero no pasa desapercibida para el mayor la forma en que sus ojos se desvían cada tanto en dirección a Bucky al hablar.

¿A qué diablos está jugando?

—¿Ah, sí? —repone siguiéndole el juego— ¿Y cuánto levantas ahora?

—Ciento cuarenta y cuatro.

¿Qué? —Bucky farfulla de pronto, casi inaudible, y Steve esboza una maldita sonrisa de lado.

Oh, entonceses intencional...

—Terminé agotado, desde luego, así que vine a darme una ducha antes de salir —el muchacho continúa como si no lo hubiese oído—. ¿Qué hay de ustedes?

Tres (no) son multitud - Stuckony AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora