Epílogo

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Era por la mañana, el sol daba su cálida luz hacia la aldea despertando a los que no lo hicieron al amanecer. Yo estaba dando de comer a los caballos del establo, cuando entré con el cubo lleno de comida todos giraron su cabeza hacia mí esperando su ración con un ansia silenciosa. Quackity se había ido por la noche a explorar, según él. Al terminar de alimentar los caballos, dejé el cubo vacío en la entrada del establo para dar a entender que ya estaban alimentados y así evitar empacharlos. Salí del establo y me fijé que los nietos de la anciana estaban jugando a cartas en la mesa comunitaria. Me acerqué a ellos para entretenerme un poco y evitar preocuparme por Quackity. Los nietos me miraron a la vez, despegando sus miradas de las cartas medio rasgadas que tenían en sus manos.

一 ¿A qué juegan?一 Pregunté y sonreí cuando uno de ellos se llevó la mano a la frente desesperado.

一 Yo estoy jugando al póquer, él a la escoba 一 Señaló a un hombre que estaba delante suya con sólo tres cartas en la mano 一, él intenta hacer un solitario 一 Señaló un chico un poco más joven que ellos que estaba concentrado en su solitario, el cual seguramente saldría mal, puesto que no tenía todas las cartas en su mano.一 y ése tiene sueño. 一 Finalmente, un hombre que estaba apoyado en la mesa con los ojos cerrados y un par de cartas pegadas en su cara.

Reí ligeramente y me senté al lado del que estaba dormido. Observé como el mayor de los hermanos trataba de jugar a algo coherente con sus hermanos, de vez en cuando el más joven se enfadaba y golpeaba la mesa cuando no le salía el solitario, al mismo tiempo el que estaba dormido se levantaba asustado por el golpe y miraba a sus alrededores aterrorizado. Mi atención se desvió a la anciana que venía hacia nosotros con una sonrisa en la cara y una carta en la mano. Cuando llegó acarició la espalda del más joven de sus nietos tratando de calmarlo de su rabia por no conseguir hacer un solitario.

一 Llegó una carta para ti, T/N. 一 Me entregó la carta mientras yo me levantaba para dejarle asiento en la mesa. 一 Viene de Karmaland.

Le di la vuelta al sobre para ver quién me había enviado la carta, las últimas cartas que tuve fueron de Mangel. Aparte de ello, Rubius también me envió un par pero tanto como Mangel, una de ellas fue para contarme que el rey quedó satisfecho con su decisión de dejarnos viajar a por el templo y que se aseguraría de mencionarme en uno de sus documentos. La carta que sostenía en mis manos era de un papel viejo y amarillento, seguramente fuera de Mangel. Abrí el sobre esperando un papel con una carta, sin embargo, además de ello recibí una flor morada, un poco aplastada por el sobre y el viaje de ida. Leí la carta con una sonrisa, Mangel me contó que ahora todos los vecinos le saludaban cuando estaba en la plaza y que los niños no paraban de preguntarle cómo era América. Él siempre trataba de no contar las partes más sangrientas u oscuras a los niños para no dejarlos con traumas, pero se aseguraba de decirles que Johnny era el traidor de la historia. Me aseguró también que contaba la anécdota de la forma más neutral posible para que nadie pensase que Johnny era malo o que Quackity también lo era.

Al terminar de leer la carta la metí en mi bolsillo y me despedí de la anciana y sus nietos. Caminé hacia la casa de la anciana, ella nos dejó vivir allí a Quackity y a mí, nos trataba como uno más de la familia. Nos dio un techo en el que dormir y una cama, era lo único que pedía. Quackity se dedicaba a explorar los bosques mientras buscaba riquezas o simplemente a cuidar del ganado de la aldea para tener comida suficiente. Yo me dedicaba a cuidar de los caballos y de vez en cuando iba en busca de algún otro artefacto antiguo, tal vez encontraba otro mapa que llevaba a otro templo, ¿quién sabe?

Volví al establo con la intención de dar un paseo a caballo, en el camino mi vista se desvió a la pulsera de hilo amarillo y azul que reposaba en mi muñeca, Quackity me la había regalado hace unos meses después de volver de un atraco, me dijo que la había hecho él mismo la noche antes del atraco y que casi se le cayó a un río. Sonreí al recordar la expresión preocupada del ladrón al contarme la historia. De pronto, sentí un par de brazos rodear mi cintura por detrás y una barbilla se apoyó en mi hombro.

EL CIEGO || K!Quackity x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora