Capítulo 13. Relación

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Michelle acercó las llaves a la puerta todavía temblando nerviosa y Salvador le ayudó tomando sus frías manos y dándole el calor que necesitaba. Ella suspiró y consiguió acertar en la cerradura para abrir de una vez. El piso estaba tan helado como su cuerpo y maldiciendo se acercó al termostato sin encender la luz.

Salva la siguió tropezando con el mueble de la entrada.

—¿Te parece que encendamos la luz?

—Claro, perdona —a Michelle le castañeteaban los dientes.

Encendió la luz y subió el termostato a veinticuatro grados. Se sentó en el sofá sin quitarse el abrigo mientras Salvador cerraba la puerta.

—Tranquila, lo has hecho muy bien —El hombre le pasó el brazo por los hombros y la atrajo hacia él.

Acercó su rostro al cabello de ella. Olía a canela y a manzana. Comenzó a besarlo mientras rodeaba con el otro brazo el resto del cuerpo para intentar calmarla. Poco a poco la fue moviendo de modo que acabó sentada encima de sus piernas, acurrucada en su pecho, incluso con el abrigo puesto. Los temblores fueron desapareciendo hasta que finalmente su respiración se regularizó. Salvador acarició su rostro mientras ella hundía su nariz en el cuello del hombre, aspirando su colonia.

—¿Mejor?

—Sí, mucho mejor. Lo he pasado tan mal... nunca había hecho algo así.

—Eso es bueno, si te hubiera gustado, estaría preocupado —bromeó el policía.

—¿Te llegaron las fotos? ¿Te servirán?

—Como prueba no, pero para seguir la investigación, ya lo creo. Había pasaportes de chicas, seguramente retenidos. Vamos a investigarlo todo. Te lo agradezco porque en esa investigación estaba parado.

—¿Y lo de la chica del parque del agua?

—No sabemos mucho más. Hemos hablado con sus amigas, con los vecinos. Otros agentes están pateando la zona de la calle donde trabajaba y hablando con la gente por ver si alguien la vio subir a algún coche. ¿Sabes?, tenía un crío pequeño. Te juro que cuando de con el tipo que le ha hecho esto... —Salvador apretó la mandíbula.

—No sé qué decir. A mí también me da mucha pena. Una chica tan joven, y era muy agradable, aunque la conocí poco.

Michelle se levantó para quitarse el abrigo. Ahora ya no temblaba y había entrado en calor. Salvador también se quitó su cazadora. Habían estado abrazados casi consolándose mutuamente. Todavía no sabía qué sentía por el fornido policía, ¿atracción?, ¿amor?

Desde luego la química era intensa desde el principio. Ni se le habría pasado por la cabeza tener sexo, aunque fuera oral, con un casi desconocido, y encima tan satisfactorio. A veces se sorprendía a sí misma reprochándose tal osadía, entregarse y en la oficina, pero por otra parte se estremecía de placer sólo de recordarlo.

Sacó el vino blanco de la nevera. Hoy podría ser una noche larga. Preparó un poco de picar y lo puso en la mesita de centro.

—¿Has cenado?

—No, realmente no he tenido tiempo. Iba a hacerlo cuando me enviaste las imágenes y ya las envié a mis compañeros de informática para procesarlas. De verdad, no sabes cómo lo agradezco.

—Bueno, pero no creo que pueda hacerlo otra vez.

—Sí, sí, tranquila. Siento habértelo pedido, no pensé que te iba a afectar tanto.

—Ya se ha pasado —La chica se sentó en el sofá junto al policía—.Vamos a tomarnos una copita y cenar algo, ya no estás de servicio, ¿no?

—No —sonrió por el tópico. Casi no había bebido veces estando «de servicio». Como muchos compañeros. Menos mal que la mayoría no lo hacía.

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