Capítulo 16. Instinto

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Te paso a buscar.

De acuerdo. Salgo a dos, como siempre.

Te veré entonces.

Ni un emoticono, ni un te he echado de menos. Pero al menos la venía a buscar. Tal vez había estado tan ocupado que no tuvo tiempo ni de enviarle un mensaje.

Las chicas se fueron mientras ella terminaba de apagar todo y conectar la alarma. Se alegraba de que Salvador le fuera a buscar, últimamente sentía escalofríos cada vez que salía a estas horas. Y como la calle San Pablo era peatonal, no llegaban los taxis hasta la puerta. Aún había un trocito andando hasta la calle principal donde solía tomar uno de vuelta a casa.

Salvador estaba esperando fuera y ella se acercó un paso esperando que él diera el siguiente. Él la miró y le acarició la cara, besándola suavemente.

—¿Te llevo a casa y hablamos un rato?

—Sí, claro.

Montaron en la moto sin apenas dirigirse la palabra, Michelle todavía dudando sobre el policía. Todavía no sabía de qué iba el asunto, aunque había sido tierno y suave con ella durante el sexo, por el día era como si desapareciera del mapa.

Subieron al piso, con Salvador mirando disimuladamente a ambos lados de la calle. Esta vez no se arriesgaría.

Ya dentro, Michelle le ofreció una copa de vino blanco.

—Prefiero una cerveza si tienes, aún tengo que dar una vuelta por un local que abre tarde.

—O temprano según se mire. ¿Por qué no me has llamado o me has enviado un mensaje? —Michelle ya no quería darle más vueltas y fue directa.

Salvador se la quedó mirando sin decir nada. Aceptó la lata de cerveza y se sentó en el sofá sin probarla.

—Mira, yo... mis relaciones son un poco diferentes a lo que a lo mejor estás acostumbrada. Yo no soy un tío normal. No estoy llamando a todas horas, y lo cierto es que también he estado muy liado.

—Ya veo. No te estoy pidiendo que te cases conmigo, pero un mensaje para preguntar qué tal, sí hubiera agradecido. Pero bueno, tampoco somos novios ni nada de eso y yo no te he enviado ninguno. Supongo que en eso somos iguales —. Ella bebió un sorbo de vino blanco y bajó la vista. La relación no era como esperaba. Se había ilusionado demasiado.

—Lo siento, Michelle, ahora mismo no estoy preparado para tener una relación seria. Tengo mucho trabajo, y desde luego mi vida no es normal. ¡Mira la hora a la que nos vemos!

—Es cierto, está bien. Veremos qué pasa. ¿Qué tal lo del asesinato de Eli? ¿Sabéis algo más?

—Márquez está investigando todos los asesinatos con similares características, de hace más de dos décadas, y el dato es escalofriante. Más de quince chicas desaparecidas con parecidos rasgos: guapas y con el pelo largo. Algunas pensaron que eran incluso suicidio, pero cotejamos los datos de las trenzas y se ha aumentado el número. El tipo es muy peligroso, y ahora está aquí, en Zaragoza. Me da miedo por ti, Michelle. Aunque te parezca una tontería, ¿podrías cortarte el pelo? —Salva se la quedó mirando muy en serio porque Michelle había hecho un gesto de incredulidad.

—¿El pelo? ¿Pero tú crees que eso es relevante?

—De verdad lo creo. Todas tenían el pelo largo y eran muy guapas. Como tú, y no quisiera que te pasara nada, de verdad —. Se levantó y se puso a su lado sentado acariciándole la melena—. Eres preciosa, y con el pelo corto también lo serás. Además, seguro que atraparemos pronto a ese canalla y el pelo te va a crecer enseguida.

—Si tú crees que es importante, lo haré. Me gusta llevar el pelo largo, pero como dices, luego crece.

Salvador se acercó a ella y la besó suavemente con cuidado, como si se fuera a romper. Ella atrapó su nunca y metió sus dedos entre los rizos del policía atrayéndolo hacia ella con una necesidad que nunca había sentido hasta ahora. Él la echó sobre el sofá y se puso encima sin aplastarla, acariciando su costado y después subiendo la mano por debajo del jersey hasta su pecho derecho y acariciando su pezón hasta que parecía hecho de granito. Bajó por su cuello besándola y después, para poder seguir, le quitó el jersey a lo que ella colaboró con muchas ganas.

La pasión comenzó a atraparlos y se aliaron con ella. Salvador ya se había quitado la camisa y contactaban los torsos mientras las piernas se enredaban en el sofá. Michelle se había dejado llevar, pero le atraía tanto...

El teléfono sonó de repente sorprendiéndolos-

—Déjalo —sonrió Salvador sobre ella— ¿Quién te va a llamar ahora?

—Por eso, quita, ¿quién me va a llamar si no es algo urgente?

—Está bien.

El policía se quitó de encima y ella cogió el teléfono de encima de la mesa.

—¿Hola? ¿Lía?

—Hola, Michelle, perdona que te moleste, ¿está Agneta contigo?

—¿Conmigo? No, Se fue a la vez que tú...

—Pero es que no está en casa, y ella no sale. Yo me había ido con Mario, pero se puso pesado y me vine a casa. ¡Y ella no está! —La joven gritaba histérica —¡Ella nunca se iría a estas horas! La conoces, sabes que es miedosa.

—Tranquila, tranquila, ¿la has llamado al móvil?

—No me contesta. Por favor, Michelle, ¡ayúdame!

—Espera un segundo —Michelle quitó el altavoz de la llamada y se dirigió hacia Salvador — Mi compañera ha desaparecido. Es muy raro.

—¿Una de las italianas? ¿No dijiste que le gustaba salir?

—Justamente ha desaparecido la que no le gustaba salir. Y es guapa y tiene el pelo largo, Salvador. ¿Y si..?

—Es poco probable. No todas las chicas de pelo largo van a ser agredidas —Salvador se arrepintió de habérselo contado. Le había metido el miedo en el cuerpo— dame el número de móvil intento localizarlo.

—Lía, da la casualidad de que conozco a un policía, voy a llamarle y te digo algo. Mientras tanto, quédate en casa por si vuelve y me avisas. ¿De acuerdo? —Su voz intentaba ser tranquila, pero estaba aterrada.

—Está bien, Michelle, gracias, esperaré. Ojalá no sea nada. Agneta es mi responsabilidad. Yo la convencí para venir a España, si le pasase algo, no me lo perdonaría.

—Te digo algo nada más sepa. Tranquila —repitió Michelle, aunque si supiera lo que hay fuera, no lo estaría.

—¿Tienes su móvil? Ya he contactado con los compañeros de guardia.

Michelle le pasó el número que tenía guardado en la agenda y él lo envió a sus compañeros. No pasaron ni cinco minutos cuando ya lo habían localizado.

—Hemos tenido suerte, no lo tiene apagado. Está por la zona de la autopista. ¿Por qué iría allí? ¿Tiene coche?

—Qué va. No tiene coche y no iría allí por nada del mundo. Es una chica tímida y miedosa. ¿Le habrá pasado algo?

—Voy a enviar un coche y me voy para allá. —Michelle se levantó también— No, tú te quedas aquí y me dices algo. Quizá solo le hayan robado el móvil. Llama a los hospitales por si ha sufrido un atraco o algo así. Tal vez la hayan atracado y esté conmocionada.

—Sí, ahora mismo lo hago. Por favor, dime algo...

—Sí, tranquila —Salvador ya se había abrochado la camisa y se ponía la cazadora. Su instinto de policía no le presagiaba nada bueno.

Llamadas calientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora