Michelle daba vueltas en la sala de espera de la UCI mientras Lía lloraba en un rincón, ya sin lágrimas pues las había derramado todas. Salvador le había explicado quién era el presunto asesino de Eli y secuestrador de Agneta. El mismo tipo que la había acechado y que por alguna casualidad, no se la había llevado a ella. Los médicos les habían explicado brevemente por lo que había pasado la joven y se había horrorizado. La habían curado de varios desgarros, pero no había despertado. Tal vez fuera el golpe, tal vez no quisiera despertar a este mundo cruel.
Se dirigió al control. Una antigua compañera del colegio estaba allí y les había dejado esperar en la sala. Todavía le pidió un favor más.
Se fue al baño y allí lo hizo. Daba igual que fuera horrible y que le quedase mal. Se cortó el pelo todo lo que buenamente pudo, y lo tiró a la papelera. Al menos, no tendría el gusto de quedarse un trofeo. La enfermera la miró asombrada cuando salió del baño con el pelo lleno de trasquilones, y ella le sonrió quitándole importancia. Se abrazó a Lia en la sala de espera que había cerrado los ojos y temblaba encogida en la silla. Habían avisado también a Felicia, pero se excusó y no fue, ni preguntó casi. A Deb y a Vero no les había dicho nada. Ellas estaban avisadas de tener cuidado y ambas llevaban el pelo corto. Esperaba que eso fuera suficiente.
Salvador apareció en la sala de espera. Su aspecto no era mucho mejor que el de ellas. Michelle se levantó con cuidado porque Lía se había quedado dormida, agotada de tanto llorar. Él la abrazó y eso soltó la tensión acumulada, la fuerza retenida y las lágrimas aguantadas. Estuvieron abrazados durante diez minutos hasta que ella se calmó.
—¿Cómo está Agneta? —ya lo había preguntado antes de entrar, pero quería que Michelle supiera que se preocupaba mucho por ellas.
—Está inconsciente todavía. Creen que se recuperará, al menos físicamente. Luego... no sé.
—Cogeremos a ese malnacido, te lo aseguro. Lo que no sé si será vivo. Vamos a la máquina. Necesito un café, y tú también.
Salieron al pasillo donde estaban las máquinas y Salvador sacó dos cafés con leche calientes.
—¿Has desayunado algo? —se interesó por ella, mientras observaba su cabello corto acariciándolo—. Un poco radical ¿no?
—Sí, lo sé. —ella sonrió tristemente—. Ha sido un impulso. Y no tengo hambre.
—Tienes que comer algo. Por experiencia te digo que no comer lo único que te hace es estar más débil. Compartimos un sándwich. La noche también ha sido muy larga para mí.
Ella aceptó, y se sentaron en un rincón. En verdad que no tenía hambre, pero el café caliente y la comida la reavivaron un poco.
—Mi compañera y yo hemos comparado el historial de Emiliano y los asesinatos y casi al cien por cien creemos que ha sido él. Te lo cuento, aunque es confidencial porque quiero que estés a salvo. Incluso creo...
Salvador bajó la cabeza y se frotó los ojos ya enrojecidos por el cansancio y el dolor.
—Creo que él hizo desaparecer a Aida, mi novia, hace diez años. Sabía que íbamos tras él. —No pudo terminar de hablar, y Michelle dejó el café en el suelo y lo abrazó en silencio.
Lía salió de la sala buscándola.
—Michelle, ha dicho el doctor que ha salido del coma! Y ahora duerme tranquila. ¡Gracias a Dios!
—Lía, el inspector Sevilla.
—Por favor, avíseme cuando esté consciente, tengo que hablar con ella —se giró hacia Michelle—. Ten cuidado. Él puede que nos ronde. Quédate aquí o vete a casa, pero no vayas a trabajar —rogó— por favor. No quiero que estés en peligro.
Ella asintió sin hablar. Él la besó con suavidad en los labios y la abrazó.
—Nos vamos de caza. Te aviso con lo que sea.
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Llamadas calientes
RomanceThriller policiaco con toques románticos y alguno erótico. Sinopsis: Nieves trabaja en un teléfono erótico. Salvador es policía y debe infiltrarse para descubrir los asuntos turbios. Ella debe enseñarle a dar placer a las mujeres que llaman. Pero ni...