Capítulo 4

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Si, tuve una cita esa noche, y al siguiente día tuve otra. Ambas catastróficas.

La primera fue totalmente traumática, ya que no duré ni veinte minutos en la mesa. Después de haber estado hablando con él un rato, por mensaje, para quedar y vernos esa misma noche, Anna y yo le inspeccionamos el perfil. Todo era estupendo: le gustaba la música clásica, las series de televisión, salir por la noche, viajar... Luego estuvimos mirando las fotos que tenía subidas, y aparentaba veinticinco años (no tenía la edad marcada explícitamente) aunque la calidad de imagen era desastrosa, así que finalmente me reuní con él esa noche. Estuve esperándolo en el restaurante donde habíamos quedado, se retrasó quince minutos, pero cuando llegó no era para nada lo que me esperaba. Era una persona de unos ochenta años que buscaba compañera para los futuros años, y que después de su muerte le dejaría toda su herencia, en otras palabras, un sugar daddy. Los primeros diez minutos estuvo contándome que había puesto las fotos de cuando era joven porque se veía más guapo o porque tenía más pelo que ahora; los otros diez minutos me estuvo explicando qué era lo que buscaba. Salí corriendo cuando me contó sus intenciones.

La segunda no fue mala, fue humillante, lo único que tengo que decir es que el hombre con el que quedé estaba casado, tenía un hijo y había otro en camino (que gente más asquerosa). ¿Cómo me enteré? La verdad es que fue muy entretenido. Su esposa se presentó en el bar, con una barriga de siete meses y con un niño de cinco años agarrado de su mano. Tuvieron una pelea tremenda en el bar, en la que me enteré de que lo había pillado porque tenía un gps instalado en su móvil que le decía, a ella, donde estaba en todo momento. Esa mujer estaba obsesionada, y ese adjetivo se le quedaba corto. Él le había explicado que estaba haciendo un experimento social con las chicas jóvenes de la zona para ver cuánto tardaban en aceptar que las llevara hasta su cama. Me dieron ganas de vomitar. Esa vez salí corriendo sin ni siquiera decir adiós.

Creí que por estas experiencias me quedaría un trauma de por vida, pero Anna no pensaba lo mismo que yo.

-Deberías seguir intentándolo. -dijo después de escuchar la última anécdota.

-Pero, ¿has escuchado lo que te acabo de contar? -dije boquiabierta-. Me rindo.

-No, ni se te ocurra rendirte cuando ya has dado el gran paso. Ahora toca terminar lo que has empezado.

-Ufff. Estoy muerta.

-Bi, sé que se te está haciendo realmente pesado, pero tú puedes me atrajo hacia ella y me abrazó suavemente.

-Gracias por tener esperanza por las dos. Pero ya no sé qué hacer.

-¿Me dejas elegir tu próxima cita? Te prometo que si no sale un poco mejor que las anteriores te dejaré en paz -

Le dejé el móvil en su escritorio sin decirle nada más, me fui al mío y me puse a trabajar.

Ya estábamos a sábado, lo que significaba que al día siguiente no tendría que ir a trabajar y por fin visitaría a mi familia, tenía muchas ganas de pasar el día con ellos y de ver a Gabrielle, que ya llevaba demasiado tiempo sin verlo, y sobre todo, jugar con él al pilla pilla por la enorme casa que compraron mis padres cuando pensaron en tener descendencia. Además, probablemente me metería en la piscina que habían construido al lado de la terraza. Y como no, vería a Pepperoni, el Golden retriever que adoptamos hace nueve años, el cual no me lo llevé a mi piso porque el casero no dejaba entrar a animales grandes, ya que si ladraba por la noche molestaría a los vecinos.

Anna se levantó de su asiento y me devolvió el móvil. En la pantalla se podía ver a una chico guapo, moreno y con los ojos claros, según la aplicación, tenía veintitrés años, solo uno más que yo, era aceptable.

Solo entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora