Capítulo 28

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Llevaba tan solo una hora despierta desde que había sonado el primer despertador que programé para aquella mañana, al que ignoré para seguir durmiendo. Por suerte, puse un par más para que no me se me pasara la hora de ir a recoger a Leo.

En ese momento ya estaba en el coche, aparcada delante de la alucinante mansión que tenían los padres de Leo. Antes no había podido fijarme con mucho detalle, pero como no tenía prisa, empecé a examinarla antes de que apareciese mi acompañante para la boda de mi hermana. Era una casa con forma rectangular y tenía algunas columnas en el patio delantero; la casa estaba repleta de ventanales enormes y de un estilo muy minimalista, como toda la casa en sí. Constaba de tres plantas, de las que yo solamente había visto las dos primeras. Toda la fachada estaba pintada de un blanco hueso, una casa muy elegante, como las personas que vivían en ella.

No llegué a fijarme mucho más, Leo golpeó la ventanilla del conductor con los nudillos y me pidió que abriera el maletero. Hice lo que pedía y me bajé para saludarlo. Cuando me acerqué a él, ví que en una mano llevaba dos cafés metidos en un soporte de cartón para que no se le cayeran , aún así se los cogí para que no tuviera dificultades en meter su equipaje.

-Creo que te gustaba el café con leche, así que te he traído uno.

En ese momento casi se me saltaron las lágrimas, nunca en mi vida se habían preocupado por el tipo de café que me gustaba, ni siquiera Javi. Él siempre me lo hacía solo, y aunque no me gustara, me lo bebía por ser amable. Pero Leo se había fijado en la bebida que pedí el día que desayunamos con Roberto, y lo había grabado en su memoria.

-Gracias. -Le sonreí cuando me lo tendió.

Seguidamente metió la maleta (bastante más pequeña que la mía) en el maletero, y puso su traje encima de esta y al lado de mi vestido. Se giró hacia mí y cogió su café para tirar el cartón a una papelera cercana. Cuando volvió a acercarse a mí, me rodeó para darme un abrazo de oso. Yo me quedé impactada, y tardé en reaccionar y rodearle la cintura.

-Buenos días pequeña -susurró contra mi cabello.

-Buenos días listillo -dije contra su pecho.

Esa mañana me dio un beso en la cabeza, y me enamoré aún más de él. Apreté un poco más el abrazo, cosa que le gustó, ya que me volvió a dar otro beso. Nos separamos y nos sentamos en el borde del maletero del coche para terminarnos el café.

Cuando terminamos nos metimos en mi coche y empecé a conducir camino al aeropuerto de Nápoles, ya íbamos un poco justos de tiempo, se tardaba poco más de una hora en llegar allí.

-Pon nuestra lista de Spotify, así se hace el viaje más ameno.

Acató mi orden y conectó su móvil con el bluetooth del coche. Le dió a aleatorio y empezó a sonar You need to calm down de Taylor Swift, justo lo que necesitaba para recargar mi energía para el viaje. Empecé a cantarla en un tono no muy alto, era demasiado temprano para empezar a chillar. Leo se rió, y yo le eché una ojeada.

-¿Qué? -pregunté con el ceño algo fruncido.

-Estás muy mona cantando con esa voz de dormida. -Sonrió mientras me miraba desde el asiento del pasajero.

Reprimir mi sonrisa mientras la canción llegaba a su fin y daba paso a una de Conan Gray, Disaster, o eso leí en la pantalla del coche donde ponía el título de las canciones. Vi como Leo marcaba el tiempo de la canción con los pies, lo que significaba que la conocía lo suficiente como para cantarla a los cuatro vientos, pero estaba segura de que le daba algo de vergüenza que escuchara su voz sin haber calentado las cuerdas vocales lo suficiente, así que lo animé.

Solo entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora