Capítulo 23

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Mi vida se acababa de convertir en la mejor película de drama del universo. Era un hecho. Ahora me tocaba fingir, poner mi sonrisa más encantadora y asentir con la cabeza con respecto a lo que Victoria acababa de decir. Me preguntaba cuándo se terminaría esa tortura. Menos mal que tenía a Anna para hacerme sentir mejor y apoyarme en mis decisiones, incluso si éstas no eran las mejores que podía tomar.

-¿Quieres venir a dormir esta noche a mi casa? Mañana podemos tirarnos toda la mañana parloteando y... ¡Haremos tortitas!

Me encantaba quedarme a pasar la noche en su casa, siempre lo pasaba genial y hacíamos un montón de cosas que me sacaban una sonrisa (justo lo que necesitaba en ese momento). Ojalá hubiera podido, de verdad que me apetecía, pero ya tenía planes para la mañana siguiente.

-Me encantaría, pero ya tengo planes... -Me acerqué a la mesa de Anna para que Victoria no escuchara lo que le iba a decir-. Quedé con Leo para hablar las cosas.

-No te preocupes, cuando quieras podemos hacerlo, a mi también me encanta que vengas a pasar el día.


Llegué a casa con el ánimo por los suelos, no me apetecía hacer otra cosa que no fuera tirarme en el sofá y dormir. Tampoco tardé mucho en hacerlo, preparé algo ligero para la cena y me puse el pijama. Intenté quedarme un rato más despierta para no parecer una abuela de ochenta años que necesita cumplir con unas horas de sueño. Para intentar cumplir mi objetivo, me puse un capítulo más de la serie que llevaba viendo un tiempo. Me rendí cuando, en el minuto diez, ya tenía que hacer grandes esfuerzos para mantener mis párpados abiertos, así que apagué el televisor y recogí los platos que había ensuciado con la cena. Me tumbé en la cama y no tardé más de cinco segundos en caer rendida ante el sueño.


Nunca me había pasado lo mismo dos veces (¡y menos con la misma persona!), llegaba un poco justa de tiempo. Pero yo había tenido la culpa, toda ella. La culpa de que me importara lo que pensara él sobre mí, sobre mi apariencia en ese caso. Por eso había tardado el doble del tiempo que gastaba habitualmente en arreglarme, por no hablar de todas las veces que me había mirado en el espejo antes de salir de casa porque no estaba muy segura de que ese fuera el modelito que me quería poner para el desayuno. De verdad, me estaba convirtiendo en una persona un tanto obsesionada con todo lo que se refiriera a Leo.

Finalmente, había logrado decantarme por un outfit que oscilaba entre lo sencillo y lo elegante. Se componía por un vestido de manga corta blanco con pequeñas hojitas verdes; y como me llegaba por la rodilla, me decidí por acompañarlo con unas esparteñas, del mismo tono que las hojitas, que tenían unas cintas lo suficientemente largas como para poder rodearme con ellas los gemelos. Y para darle el toque final, me puse los accesorios de color blanco y lo acompañé con uno de mis bolsos de la nueva colección de Louis Vuitton. Elegir el peinado también había sido toda una odisea, pero después de darle demasiadas vueltas, me hice algo sencillo, ya que estaba cansada de todas las preocupaciones que me estaba causando el arreglarme ese día para tomar un simple desayuno en el que se suponía que solo íbamos a ser dos personas charlando sobre los próximos acontecimientos que se nos venían encima.


Llegué a la cafetería notando como la tela del vestido se me empezaba a pegar a la espalda por culpa del sudor que había comenzado a aparecer después de la acelerada caminata que había dado para llegar hasta allí, y para colmo, no veía a Leo por ningún lado. El sitio estaba lleno de gente, no había ninguna mesa libre; perfecto, tocaba esperar.

Llevaba unos dos minutos esperando a que alguien terminara de desayunar para poder sentarme y esperar a Leo, cuando alguien me dio varios golpecitos en el hombro. Me giré, y allí estaba el hombre del que me había enamorado.

Solo entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora