Capítulo 18

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Acababa de meter la ropa en la secadora cuando alguien empezó a llamar de forma insistente al portero de mi casa. Caminé hacia el telefonillo para preguntar quién era, pero no obtuve respuesta.

-¿Leo?

-¡Sí! -escuché su voz alejada del telefonillo- Perdón, he ido a dejar las cosas en la moto -dijo cuando ya estaba más cerca del portal-. ¿Estás lista?

-Me falta meter las cosas en el bolso y bajo, tardo cinco minutos. -colgué el aparato en la pared y me dí prisa para guardar las cosas, ponerme los zapatos y bajar.

Llegué al portal y ahí estaba él, sosteniendo la puerta para que pudiera salir. Siempre tan caballeroso, hasta con el más mínimo detalle. Ese día parecía cansado, supuse que no había descansado muy bien, quizás le había pasado lo mismo que a mí y no durmió bien por culpa de los nervios causados por nuestra "cita".

-Gracias Leo, y buenos días. -saludé cuando pasé por su lado.

-Buenos días pequeña -ahí estaban otra vez esas mariposas que aparecían cada vez que por su boca salía ese apodo que me había puesto la segunda vez que nos vimos-. Ven aquí, voy a ponerte el casco.

Me acerqué a él para que pudiera ponerlo sin problemas, cogió mi rostro con una mano y alzó mi cabeza para tener mejor acceso al enganche, me abrochó el casco con facilidad. Luego él hizo lo mismo con el suyo y se montó en la moto, me miró con una ceja levantada esperando a que me subiera detrás de él, y así hice.

-Hoy te recomiendo que te agarres más fuerte, me gusta adelantar en las zonas donde los coches van muy lentos.

-Vale, yo me agarro.

Tenía razón, la moto iba bastante más rápido que la última vez que me monté en ella. Opté por rodearle completamente la cintura con los brazos y pegarme a su espalda, al principio noté cómo sus músculos se tensaban ante el contacto, pero a medida que pasaba ahí más tiempo se empezaron a relajar, hasta que los dos conseguimos estar cómodos encima de la Vespa. Cuando ya estábamos cerca de las tiendas de trajes, la moto ya iba a una velocidad normal, así que me separé y posé mis manos a los costados de su espalda. Me di cuenta de algo que no me pareció haber tocado nunca en la espalda de nadie, había una textura rara. Empecé a pasear la mano por esa zona, algo iba mal, ya que cuando Leo se percató de lo que estaba sucediendo en su espalda, se volvió totalmente recto y tenso. Aparcó en el primer sitio que vio disponible y me pidió que bajara.

-¿Qué era eso?

-¿El qué? -sabía a lo que me estaba refiriendo, pero no lo quería admitir.

-Lo de la espalda. -pude ver un ápice de miedo en su rostro.

-Sería el cinturón. -dijo rápidamente y se giró hacia otra dirección.

-No Leo, no era el cinturón.

-Déjalo Bianca. No pienses más en eso, quítatelo de la cabeza.

-Pero...

-Ya basta. Por favor. -me quedé paralizada, lo había dicho de una forma cortante, pero funcionó, porque dejé de hablar.

No quería hablar de lo que había pasado, pero él sabía lo que había notado y no se sentía cómodo hablando de ello, seguramente era una tontería y yo me estaba comiendo la cabeza pensando que podría ser otra cosa peor.

-Perdón, a veces me pongo un poco intensa -no dijo nada, lo noté pensativo. Debía hacer algo para que volviera a ser el chico de siempre. Así que cogí su mano y entrelacé sus dedos con los míos, su cara de sorpresa me comunicó que lo que había hecho para desviar su atención había surgido efecto-. Por si nos ve alguien, más vale no tomar el riesgo.

Solo entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora