Capítulo 25

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Pasé toda la madrugada del viernes al sábado en vela. Un sentimiento de remordimiento se había apoderado de mi pecho y no me dejaba dormir.

No había contado con el hecho de que nuestras familias se vieran involucradas en toda esa historia, por mi parte era un poco difícil por la distancia, pero por la parte de Leo... Según me había dejado claro Anna, su madre me adoraba, había congeniado muy bien con ella desde el primer día que hablamos, y no podía parar de sentirme mal por ello. Si lo hubiera sabido de antemano, habría guardado cierta distancia, ¿pero qué me decía en un principio que íbamos a acabar así? Además, no tenía ni idea de que Leo viviera con sus padres. Pero aun intentando calmarme diciendo que nada de eso era mi culpa, no lograba conciliar el sueño. Kate se había encariñado conmigo desde que me vio entrar por la puerta de su cocina, eso era un hecho, pero también debía admitir que en mi interior sentía cierto aprecio por ella. ¿Alguien podría decirme qué estaba pasando conmigo? Al final logré dormirme por puro cansancio físico, aunque el sueño no duró todo lo que a mí me hubiera gustado.

Me volví a despertar por culpa de una pesadilla en la que tropezaba con una pequeña piedra en la calle, me caía, y de repente la gente empezaba a caer sobre mí. Lo que causó que mi sueño se viera interrumpido, fue el sentimiento de angustia que experimenté cuando reconocí el rostro de cada persona que estaba por encima de mi cuerpo: Victoria, Javi, algunos de mis familiares, ... Aunque el último rostro fue el peor. El mío. El rostro que hizo que pegara un salto de la cama. El mío. El que hizo que me sentara en el suelo del cuarto para sentir el frío acariciar mi piel. El mío. El único que era culpable de todos esos problemas.

Me levanté del suelo para darme una ducha a las ocho de la mañana. Casi pude llegar a escuchar cómo cada una de mis terminaciones nerviosas agradecían el contacto del agua con mi piel. Corté el grifo, me envolví con una toalla y me puse ropa cómoda para estar por casa. Saqué la bolsa con pinturas al salón junto con un pequeño lienzo en blanco, y pasé toda la mañana y tarde junto al balcón, pintando con la mente en blanco, dejándome llevar (lo que necesitaba en ese momento). Yo conmigo misma, sin nadie a quien dar explicaciones ni a quien ocultar mis sentimientos.

-¡Bianca!¿Estás ahí? -gritaron desde la puerta de entrada a mi apartamento.

Me tomé mi tiempo para levantarme y poner el salón decente para mi hermana. No tenía ni idea de lo que quería a esas hora de la mañana, pero de todas formas, le abrí.

-Buenos días Tella. -saludé.

Toda la alegría y paz que había conseguido reunir a lo largo de la mañana pintando, se esfumó cuando me percaté de que mi hermana tenía los ojos algo rojos por el hecho de haber estado llorando. La dejé pasar y la conduje al sofá.

-Cuéntame. ¿Qué pasa?

-Bianca, sé sincera. ¿Estoy haciendo las cosas bien?¿Me estoy precipitando al casarme con una persona con la que llevo menos de tres años? -suspiró-. Ni siquiera nos hemos mudado juntos. ¿Y si luego descubre que no me quiere?

Sabía que en ese estado de nervios no se iba a calmar si simplemente hablábamos las cosas, y que sus nervios se incrementarían si seguíamos tratando el tema de esta manera y con ella tan alterada. Así que, sin responder a sus preguntas, me levanté del sofá y la guie hacia mi habitación. Le pedí que se acostara en mi cama y que apoyara la cabeza en mis piernas. Cuando encontramos una posición cómoda, me puse a hacerle masajes en la cabeza y ella cerró los ojos en busca de tranquilidad.

-Como cuando éramos pequeñas. -susurró a la vez que la sombra de una sonrisa se dejaba entrever en su boca.

-Un viaje al pasado nunca está mal. -Guardamos silencio durante un par de segundos, pero no podía dejar que mi hermana tuviera esos pensamientos en la cabeza, así que volví a sacar el tema.-. Cuéntame lo que te preocupa.

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