Capítulo 9: Luz y yo tenemos mucho más en común de lo que crees.

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Sí que fue difícil pagar todo lo que las dos chicas comieron, pero en fin, si con esto lograba ganar puntos con Luz, me daré por bien servido.

Todavía no oscurecía cuando regresamos al apartamento. Luz aun permanecía con nosotros más que nada por la curiosidad por los poderes del orbe, y yo igual. Sin embargo, no sabía de qué más hablar con ella.

―Parece que me hiciste caso ―al fin habló Luz―. Te ves un poco mejor arreglado que antes.

―Bueno yo... ―pero no podía dejar de sonreír como idiota.

―¿Mira cómo dejaste a mi muchacho? Está que no cabe de felicidad ―interrumpió Santina―. ¿Cómo no va a estar feliz de que lo elogies si se la pasó todo el día arreglándose el cabello para ver cuál de todos los peinados que intentó te gustaría más a ti...?

―Oye ―le metí otro coscorrón a la dríada―. No tenías por qué decirle eso.

Luz rio tímidamente, no sé si por lo que Santina le dijo o por la actuación que le estábamos mostrando. En cualquier caso, me agradaba hacerla reír, no importa si tenía que hacer el ridículo para eso.

―No, no es eso ―explicó la chica―. Es que tu cabello es muy largo, necesitas cortártelo.

―Eso pensé ―respondí―. Pero con todo lo que ha pasado, lo he olvidado.

―Te lo puedo cortar yo si quieres.

―¿De verdad?

―En mi apartamento tengo todo lo necesario ―dijo―. Voy a prepararlo todo, ven en diez minutos.

Acto seguido se alejó y entro rápidamente a su apartamento. Se metió tan rápido que hasta pensé que no se había aguantado las ganas de ir al baño o algo así.

Debo decir que su comportamiento fue algo extraño, y más considerando que parecía estar obsesionada con mi aspecto físico.

―¡Ya está! ―exclamó Santina―. Ya te invitó a su apartamento, ¡Ve por ella tigre!

―¡Cállate enana!

―Y por favor, no hagan mucho ruido, recuerda que todo se oye en los demás apartamentos.

―¡Que te calles! ¡No va a pasar nada, solo me va a cortar el cabello!

Pero aun así estaba demasiado nervioso. Únicamente me cortaría el cabello pero sentí como si me hubiera invitado a un hotel.

Pasados los diez minutos, la dríada y yo nos acercamos a su apartamento.

Estaba nervioso pero pues, ella ya me había invitado de todos modos, qué más da.

Así que toqué la puerta y la chica nos abrió.

―Pasen ―Luz nos dio la bienvenida.

Los apartamentos en todo el edificio son iguales pero es notorio cómo cada persona que los habita los puede acomodar de distintos modos. Naturalmente el apartamento de una chica suele ser más ordenado y más limpio que el de un chico, incluso parecía que era más grande porque había más espacio.

Aquí definitivamente vivía una chica.

Pero Luz había hecho un pequeño espacio al mover algunos muebles y dejar en el centro de la sala una silla giratoria como esas de oficina y frente a ella, un espejo grande.

Como una peluquería improvisada.

―¿Cómo es que tu casa y la de ella tienen el mismo tamaño pero la de ella es más grande? ―preguntó Santina―. ¿Es alguna clase de magia?

La historia de Santina y la míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora