Capítulo 11: Realmente molesta que hagan sufrir a Santina

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Ya desde lejos, nos percatamos de que algo andaba mal. Y sí andaba mal, y era el peor escenario posible.

El tercer Caballero Oscuro había hecho su aparición, tenía prisionera a Santina dentro de una esfera verde trasparente y con la otra mano, sostenía el orbe de la niña.

―¡Suéltala! ―exclamé al tiempo que me lancé sobre el tipo sin pensar en nada. No sé por qué lo hice sabiendo que jamás podría ganarle a una criatura así. Quizá fue por influencia de la magia que Santina me había imbuido, y que, como ella mismo dijo antes, contenía la esencia de la heroína la cual jamás abandonaría a alguien en problemas.

―¡No, espera! ―La advertencia de Luz llegó demasiado tarde a mis oídos.

Al Caballero Oscuro solo le bastó un movimiento rápido de su mano, y un pequeño rayo energético oscuro salió disparado. Por menos de medio segundo muy seguramente hubiera acabado con mi vida, sin embargo, no logré esquivarlo completamente.

Pasó rozando por mi pierna derecha, de milagro no me la cercenó, sin embargo, sí que me hizo una herida en ella. No era profunda pero si era de consideración y la sangre empezó a fluir.

―¡Mierda!

―¡Santiago! ¡No! ―gritó la dríada aterrada al verme sangrar.

―No te preocupes ―exclamé― No es grave.

―Humano imprudente ―anunció el caballero―. Ni siquiera tenía intenciones de hacerte daño. Que la dríada te haya otorgado un poco de su poder no significa que puedas enfrentarme.

―¿Estás bien? ―Luz se acercó a mí y examinó mi pierna.

―Les digo que no es nada, solo me pasó rozando.

Pero no sé qué le hago al cuento, sí me dolía, aunque no quería mostrarme débil frente a las chicas.

―¿Qué pretenden hacer? ―Luz explotó contra aquel caballero oscuro― Habían dicho que no le harían daño a Santina ni a nosotros.

―La herida del muchacho fue provocada por su propia imprudencia ―respondió―. Pero ciertamente, no pretendemos lastimar a ninguno de ustedes porque no son un inconveniente para nosotros, ni tampoco la heroína.

―¿A qué te refieres? ―preguntó Santina.

―Te lo han dicho antes princesa Ada ―respondió―. Tu principal error fue creer que nuestro amo no conocía este mundo. Porque lo conocemos muy bien, incluso, nosotros sabemos desde hace tiempo que la heroína estaba aquí.

―¿Qué cosa?

―Y confirmamos lo que nuestro amo intuía, que la heroína no es rival para nosotros.

―Eso es mentira ―exclamó Santina―. Crecí con las leyendas que me contaba mi madre acerca de la heroína, no había nada ni nadie en nuestro mundo que pudiera igualarla en poder, era invencible.

―Y lo es ―replicó el caballero―. Eso lo sabe muy bien nuestro amo, sabemos que es demasiado poderosa, que podría acabar con nosotros de un solo golpe, o incluso con un solo movimiento de su dedo, nuestro amo jamás podrá ganarle.

―¿Entonces por qué dicen que no representa ningún peligro para ustedes?

―Lo sabrán cuando la encuentren.

Y acto seguido hizo otra vez esas cosas que parecen anormales en ellos. Liberó a la dríada.

¿Entonces para qué la capturó en primer lugar si igual la iba a liberar? ¿Qué clase de tipos son estos?

―Ya que me liberaste ―Santina permanecía bastante confundida―. Entrégame mi orbe.

―No lo necesitas princesa ―dijo al tiempo que el orbe empezó a ponerse de un color oscuro―. Y tu heroína tampoco.

La historia de Santina y la míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora