Capitulo 5

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Jorge y Alejandro volvían de la charla con Robert, completamente en silencio. La charla no había sido buena. Y Jorge temía que si la cosa seguía así de tensa, habría más enfrentamientos y tiros que nunca. 

—Tendré que tomar otras medidas con respecto a Montoya —habló Alejandro al fin.

—Tranquilo, señor —lo calmó —Todo va a estar bien. Solo tenemos que aprender a manejar un poco más la situación.

—No puedes prohibirle a Xabiani ver a Mercedes...

—No tenía pensado hacer eso. Ellos dos son libres de hacer lo que quieran. Y si necesitan apoyo... no estarán solos. Pero me preocupa lo que Montoya pueda llegar a hacer.

—Robert lo va a entender tarde o temprano, hijo.

—Eso espero —susurró el castaño.

Cabalgaron hasta detenerse frente a la casa grande. Alejandro se bajó con cuidado y se giró a verlo. 

—Quiero que hoy cenes con nosotros —le dijo. Jorge frunció el ceño. Seguro que se estaba refiriendo a él y a la pareja.

—¿Le parece, señor? —inquirió.

—Si... quizás te lleves una gran sorpresa. 

—Está bien —asintió.

Alejandro entró a la casa. Jorge soltó un lento suspiro y miró hacia el cielo. La noche estaba completamente despejada. Aquel manto de estrellas era un espectáculo. ¿Cuántas veces se había tirado a intentar contarlas? Miles... ¿Lo había conseguido? Nunca. Infinito el universo sobre su cabeza, lo llenaba de una cierta alegría. A veces él mismo se sentía infinito. Jamás llegaba a conocerse del todo. Siempre le aparecía una faceta nueva, un sentimiento nuevo, un miedo nuevo, una pasión, una necesidad. 

No puedo evitar pensar en la nota que había encontrado casualmente en el pequeño valle. Sonrió levemente y cerró los ojos para recordarla. Jamás había conocido otra niña con una sonrisa tan bonita como la de ella. Jamás le había gustado, siendo un niño, tomar de la mano tanto a una niña como a ella. 

Y de repente aquel día en el que ella se marchó entró a su cabeza. Aquel sentimiento que lo había invadido jamás volvió a sentirlo. Se había sentido totalmente desolado, angustiado, perdido. Era como si ese día le hubiesen arrancado un pedazo de corazón, así sin más. Y recordó sus lágrimas, recordó el dolor en su mirada chocolate... ella no quería irse. Entonces, ¿Por qué no volvió? Un año después de su partida él la había estado esperando... pero jamás llegó. Tampoco le escribió como lo había prometido, tampoco lo llamó. Quizás ella si se olvidó de él. Sonrió con amargura, era completamente ilógico que él todavía pensara en ella... lo más ilógico era que todo el día había estado así. Jamás se le había ocurrido preguntarle a Alejandro que había sido de la vida de Martina Stoessel. Lo poco que sabía era gracias a su madre, y tampoco era demasiado. En los últimos años ella ni se le había asomado por la cabeza, pero al parecer hoy estaba completamente incrustada en su mente.

Se bajó del caballo y se quitó el sombrero. Se secó el sudor de la frente y se observó a si mismo. Estaba hecho un desastre. Tendría que ir a arreglarse si se jefe quería que cenara con él esta noche. Y tendría que fijarse que ropa adecuada para una cena iba a ponerse. Lo único que él solía utilizar eran camisas que terminaron como musculosa, vaqueros buenos para cabalgar y sus siempre cómodos borcegos. Tal vez iba ir así vestido a cenar... no iba a hacerse mucho problema.

Entró a la cocina sobresaltando un poco a su madre. Está se giró a verlo rápidamente con la mano sobre el pecho.

—Me asustaste —le dijo exaltada.

Wild horses (Adaptada) ~Terminada~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora