Capitulo 32

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Jorge se sentó lentamente frente a una nerviosa Stephie. Sabía que en cualquier momento iba a explotar, pero se estaba controlando bastante. La miró fijo a los ojos.
—¿Y bien? —inquirió ella nerviosa.
—Stephie, lo siento...
—¡Lo sientes! —exclamó —¿Es lo único que vas a decir?
—Traté de decírtelo miles de veces, Stephie. Pero siempre evitaste el tema...
—¡Aaaah, y por eso ahora soy la cornuda más grande de todo el condado! —casi gritó.
—Te voy a pedir por favor que no grites —dijo él —Lamento que esto tenga que ser así, Stephie... Pero estoy enamorado de Martina.
—¿Acaso no te das cuenta de que ella va a cansarse de ti, Jorge? —le preguntó reteniendo un par de lágrimas —No eres nada para esa mujer. Eres poca cosa. Un simple peón. ¿Acaso vas a vivir de ella dentro de par de años? O mejor dicho, ¿Acaso vas a aceptar irte a la cuidad detrás de ella? Porque ella no va a quedarse en este mugroso lugar para siempre...
Él se puso a pensar en aquello. Sacudió la cabeza. En ese momento aquello era lo que menos importaba. Fueran como fueran las cosas, él ya no podía seguir con Stephie.
—No sé lo que va a pasar, Stephie —dijo mirándola fijamente a los ojos —Pero lo nuestro se terminó. Ya no puedo seguir mintiéndote.
—Bien —aseguró ella mientras se ponía de pie —Espero que no te arrepientas. Yo no estaré esperándote cuando ella te de una patada...
—Stephie...
Ella salió de allí rápidamente. Jorge dejó la cabeza entre sus manos, mientras maldecía por lo bajo. Si, había hecho muchas cosas mal. Pero sabía que eran muy necesarias. Soltó un suspiro y se puso de pie. Por ahí dentro de unos días podría hablar perfectamente bien con Stephie, y quedar como amigos. A pesar de muchas cosas, la apreciaba.
Se puso de pie y se acercó al refrigerador, para buscar un poco de agua. Se sirvió en un vaso y se sentó a tomarlo. Comenzó a pensar. Ahora Martina y él eran completamente libres para poder expresar lo que sentían.
Sonrió levemente y luego apretó los labios. ¿Qué iba a hacer ahora? Podía buscarla y llevársela a algún lugar. Entonces lo recordó. ¡Podía llevarla al valle!
Miró la hora y apenas eran las 5 de la tarde. Aun tenía tiempo. Si... al fin iban a poder estar solos y tranquilos.
Estaba por salir de la cocina cuando la puerta se abrió y Xabiani entró. Jorge alzó ambas cejas al ver el rostro alegre del rubio.
—¿Qué pasó? —le preguntó.
—Sacamos al carilindo ese de aquí y... le pregunté a Mechi si quería ser mi novia...
—¿Y qué te dijo ella?
—Me dijo que... no
Jorge se sorprendió. ¿Ella le había dicho que no a Xabiani? ¿Luego de todo lo que habían pasado, ella le había dicho que NO?
—¿Te dijo que no? —preguntó sin poder creerlo.
—¡Mentira! —rió Xabiani, haciendo que Jorge frunciera el ceño —¡Me dijo que si! ¡Maldita sea, tengo novia!
Jorge soltó un suspiro y sonrió. Su primo parecía un niño. Tenía aquella idiota mirada y los ojos le brillaban. Se preguntó si él mismo se veía así cada vez que estaba cerca de Martina.
—Me alegro por ustedes, Xabi —le dijo —Solo espero que esto no traiga tantos problemas...
—Es un secreto —aseguró el rubio —Y lo mantendremos así... es mucho más... ¿intenso?
—Bueno, Xabiani, ahora te dejo, tengo que ir a hacer unas cosas...
—Vi como tú y Martina se besaban, ¿algo que quieras compartir con tu primito?
—No en este momento —sonrió y salió de allí antes de que Xabiani lo llenara de preguntas. Escuchó que lo llamaba, pero no le prestó atención. De verdad quería ir a hacer un par de arreglos. Quería estar a solas con la morena.
Salió de la casa para ir hacia las caballerizas. Preparó a White y se subió a él para salir de allí a toda marcha. Una gran sonrisa se curvó en su rostro, se le había ocurrido una gran idea. Primero iría al pequeño valle a arreglar todo y luego volvería a terminar de armar su plan maestro.

Martina entró a la cocina y suspiró, él no estaba allí tampoco. Hacía como más de dos horas que lo estaba buscando por todos lados. Pero no lo había encontrado. Por ahí se había ido con la... con Stephie. Apretó los dientes. Los malditos celos la invadieron al pensar que él podía estar con ella. No podía tolerarlo. Sacudió la cabeza. Él y ella no eran nada para que sintiera esas cosas, pero... no podía evitarlo. Su corazón se contraía de solo pensar que Jorge podía estar abrazando a Stephie en este momento.

Volvió a salir de la cocina y se encontró con Ruggero. Este tenía una pícara sonrisa en el rostro. Ella lo miró entrecerrando los ojos. Cuando Rugge tenía aquella cara, era porque algo sabía. Se acercó a él.
—¿Qué me estás ocultando? —le preguntó. Ruggero apretó los labios.
—¿Yo? —inquirió y miró a su alrededor —Nada, Tinucha.
—Mentiroso —lo acusó —Conozco perfectamente esa cara... algo sabes. Dímelo.
—Puedes averiguarlo por ti misma —sonrió —Fíjate en tu habitación.
Martina miró hacia las escaleras y luego volvió la vista hacia Ruggero. No sabía si subir corriendo o quedarse allí hasta que él le dijera que sabía.
—¿Tiene que ver con Jorge? —le preguntó. Él se encogió de hombros.
—No lo sé —aseguró —Solo sé que hace horas que no lo veo, ¿le habrá pasado algo malo?
Luego de esas palabras, Martina salió corriendo de allí y subió las escaleras. Entró a su habitación y la puerta se cerró con algo de fuerza detrás de ella. Se quedó quieta al ver que en medio de su cama había un enorme oso de peluche que tenía una rosa al lado y un sobre encima de su barriga. Miró a su alrededor y no había nadie allí. Se acercó a la cama con cuidado y tomó el sobre. Lo abrió con cuidado y sacó el papel que tenía dentro.

Hola, me presento, soy Teddy, un lindo oso de peluche, que hace mucho tiempo esta esperándote. Ahora estás aquí, así que... ya se terminó mi espera. Pero he observado que has estado mucho con ese tal... Jorge. Por eso mismo me deshice de él, y no volverás a verlo(...)

(...) A menos que vayas afuera y sigas las instrucciones. Hay alguien muy cercano a ti y muy blanco, esperándote. Si quieres volver a ver con vida al odiota ese, mejor has lo que te digo. Con amor, Teddy.
PD: Lleva la rosa que esta a mi lado, sino mató a Jorge

Ella dejó la carta a un costado y lentamente giró la cabeza para mirar al oso. Entonces comenzó a reírse. Agarró la rosa y la acercó a su nariz. Tenía aquel suave aroma a tarde y sol, combinado con su propia esencia.
Se puso de pie y agarró al oso de peluche que era casi tan grande como ella. Lo abrazó y besó su nariz. Luego lo dejó sobre la cama y salió de su habitación para bajar corriendo las escaleras. Ruggero estaba sentado mirando la tele.
—¿Y encontraste algo? —le preguntó.
—Si —asintió ella sin dejar de sonreír —Pero ahora tengo que irme. La vida de una persona depende enteramente de mí.
—Si, ya lo creo —dijo divertido.
Martina besó la mejilla de su mejor amigo.
—Te amo, eres la mejor amiga que una persona podría tener.
Ruggero hizo un gesto de: 'no exageres', con la mano. Pero ella vio las pequeñas lágrimas que había en sus ojos.
—Ya, vete, porque voy a ponerme a llorar como niña de 5 años. Estoy sensible y tú me dices esas cosas... ¡vete ya! No creo que quieras que Teddy mate a su bombón campestre.
—Nooo —exclamó divertida —Ni por asomo.
Salió de allí y Ruggero suspiro. Sabía que esta noche, Martina no iba a volver para dormir.

Wild horses (Adaptada) ~Terminada~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora