𝕋𝕖 𝕢𝕦𝕚𝕖𝕣𝕠.

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Se despertó gracias a los rayos de Febo Apolo en la cara. Se quejó mientras trataba de desperazarse y levantarse de la cama a trompicones. La noche anterior había ignorado la puerta a la izquierda de la habitación, pero como conducía a un baño privado agradeció fortuitamente su existencia. Lo primero que hizo fue despedirse de todo los que habia comido y bebido el día anterior y aun así las nauseas amenazaban con quedarse allí haciendo de su existencia mas miserable aún. Estaba mareado, le ardía la garganta y el dolor de cabeza era insoportable. Se preguntó si eso habia sentido Zeus cuando nació Athena. Eso explicaba su decisión de abrirse el cráneo con un martillo.

Zues. Mientras se lavaba la cara se permitió pensar en él. De alguna manera se las habia ingeniado para que terminara en ese hotel y aunque durmió bien, el dios del trueno no había aparecido en toda la noche. Tuvo recuerdos fugaces y confusos de haber dormido mientras alguien lo abrazaba por detras. Algunas sensaciones seguían vivas, como el aliento de ese alguien sobre la piel de su nuca o la calidez de su brazo. Pero cuando despertó no habia nadie y la cama no parecía haber albergado dos cuerpos en las ultimas horas. ¿Lo habría soñado? O quizás haya sido el alcohol burlandose de él. Debía recordar que ahora tenia una especie de subconsciente que resultaba bastante maltratado cuando abusaba del alcohol.

Cerró el grifo y se dispuso a salir de la habitación. Tenia hambre y necesitaba una buena dosis de cafeína por lo que rumbeó hacia el minibar. No sabia qué podria pasar si levantaba el telefono y pedía el desayuno al cuarto, por lo que se determinó en abastecerse con lo que había. Pero en medio camino, se percató de una habitación mas que habia ignorado: un comedor. La decoración era similar a la sala de estar que lo recibió apenas entró, salvó que en el centro de la estancia había una mesa redonda de cristal negro rodeada de seis sillas de terciopelo color ocre. Sobre la mesa habia diversos platos cargados de comida y a un costado una bandeja blanca con una tetera y una taza vacía.

Pero no era la manifestación de su deseo ni la cantidad de comida suficiente como para satisfacer su necesidad lo que lo dejó allí de pie boquiabierto, sino el hombre que estaba sentado sobre una de las sillas. Llevaba una camisa blanca a medio prender, bastante descuidada como si la hubieran usado para dormir. El rostro estaba cubierto por un periódico extendido de lado a lado y a un costado habia una taza de café humeante. No necesitaba ver quién era para saber de quién se trataba. Especialmente por la visión del Rolex de oro en la muñeca derecha. Soltó un suspiro resigando y sin emitir palabra, se acercó a la mesa, se sentó y comenzó a llenar su plato con un poco de todo lo que había.

__Por lo menos la resaca no te quita el apetito.

La voz se escuchó desde detrás del periódico pero a juzgar por el tono, podia asegurar que estaba fresco, descansado y de buen humor. Todo lo contrario a él. Emitió un gruñido como respuesta y comió en silencio. Zeus no volvió a hablar y a no ser por que cada tanto tomaba un sorbo de su café, detrás del periódico, podria haber jurado que era una estatua. No se sentía incomodo, de hecho lo agradeció porque no tenia ganas de lidiar con él por el momento. Después de un buen rato, se sintió satisfecho y se recostó sobre el respaldar de la silla mientras bebia el ultimo sorbo de su café. Con el estómago lleno se sentia un poco mejor, aunque la comida no tenia el efecto de quitarle el dolor de cabeza.

Observó los titulares del periódico frente a él y se sorprendió un poco al notar que era de Los Ángeles. Había una fotografía en la que aparecia Ares en ropa interior golpeando a un hombre que llevaba un aparato ortopédico en la pierna derecha mientras una mujer, tambien en ropa interior pero salpicada de pintura, intentaba detenerlo. Cerca de ellos habia una pistola que parecía estar cargada con un aerosol y en la pared del fondo, alguien habia escrito la palabra "Infieles" con rojo. El mismo color que bañaba el cabello de la mujer. Supuso que Hefesto y Afrodita eran los otros dos que salian en la fotografía y por un momento se sintió contrariado. No sabia si sentir vergüenza ajena, enojarse o reirse ante lo ridiculo de la situación. Finalmente la ganó la ultima opción y una carcajada brotó desde su pecho sin que pudiera evitarlo.

༄ℙ𝕣𝕠𝕗𝕦𝕟𝕕𝕚𝕕𝕒𝕕𝕖𝕤๛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora