Capítulo 12

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La respuesta del señor Corell fue rápida y concisa, tan repentina como un balde de agua helada cayéndole encima, con balde y todo. El terrible insulto que se había trazado en la cabeza de Bastián, profetizando palabras groseras e innombrables, se rompió en pedazos, y solo quedó una silenciosa confusión.

—¿Eh?

Ni siquiera el rumor ronco de la risa del general hizo reaccionar a Bastián, que seguía inmóvil, mirando a su superior como si fuera un lunático. Alvan Corell siguió hablando con una sonrisa irónica bajo el bigote, buscando iluminar la cara perdida de su ahijado.

—Maridito. Amorcito. Cariñito. No te fíes por esos nombres pastelosos, su intención no es ni de lejos halagar a alguien —soltó el general, resoplando, mirándolo con regocijo—. El insulto completo suele ser algo como "aresh main seshan", que significa "llámame maridito". Entre hombres rectos se puede interpretar en el mejor de los casos como un "eres mi perra", o en el peor de ellos como un "ven y chúpame la verga". Te acaba de llamar maricón en la cara, y tú lo has ido repitiendo como idiota por todo el campamento, ¿verdad?

Bastián volvió a sentir que le dolía la cabeza, recordando la expresión espantada del médico. Una sonrisa confundida y vaga adornó sus labios, y frotó su cara con cansancio, sabiendo que aquello sería munición gratuita para el señor Corell en las próximas cenas familiares.

—Jodidamente retorcido.

El general soltó una carcajada y le dio un par de palmadas en la espalda, tal vez demasiado fuertes para alguien que se acababa de levantar de la resaca. El capitán suspiró y se frotó el hombro, dolorido, mientras el mayor lo contemplaba, riéndose todavía.

—Así son ellos, mocoso, te dije que era mejor que te fueras acostumbrando. ¿Aún quieres disculparte con ese hijo de perra?

La respuesta del capitán no tardó ni dos segundos en llegar.

—Debo hacerlo —resopló, con una pizca de autodesprecio. Al fin y al cabo, el escirio había colocado la trampa, pero él era el que había caminado derechito hacia ella. Es más, por la expresión complicada que puso el escirio sabía que el insulto lo había soltado sin pensar siquiera en las consecuencias —. Nunca dijo textualmente que ese fuera su nombre.

—Tan imbécil como el padre, sí —ladró Alvan, hastiado por su comportamiento, separándose finalmente de la encimera y caminando hacia la puerta mientras negaba con la cabeza.

—¡Tío Alvan! —se quejó Bastián, caminando detrás de él, pero Alvan se giró hacia él y lo señaló con el dedo desde la puerta.

—Cierra el hocico de una vez, niño, que está charla ya se ha alargado demasiado —lo regañó el hombre, y Bastián no pudo hacer más que obedecer. Su superior señaló todo su ser con el dedo, en un tono despectivo—. Sácate esa resaca de encima y ordena esta leonera antes de atreverte a poner un pie fuera. Tienes todos los papeles por el suelo.

Bastián suspiró por enésima vez y se inclinó para empezar a recoger los documentos que la noche anterior había arrojado con rabia. Vigilándolo, el general cogió otra de las botellas que había dejado el día anterior por allí. Una vez más, la olfateó y arrugó el ceño antes de mirarlo, recriminándolo con la mirada mientras dejaba el alcohol sobre la mesa. El capitán decidió ignorar su mirada y seguir ordenando en silencio.

No podía evitar que el general pensara en él como el mismo mocoso de hacía veinte años. Alvan y su esposa nunca habían tenido hijos tras el accidente que sufrió la señora Corell en su juventud. Desde entonces parecía que habían tomado a los niños Galen como propios, y no había nada que pudiera hacer para evitar que siguiera tratándolo a él como tal. Sus padres los tenían como amigos cercanos, y los convirtieron en sus padrinos. Con esa excusa, su padre le había pedido al general Corell que lo vigilara en aquella misión. El ambiente en la capital no era demasiado bueno. Los incidentes que habían menguado las fuerzas de su escuadrón habían sido particularmente sospechosos, como si apuntara deliberadamente a los Galen. Bastián sabía que su padre solo estaba preocupado, y ciertamente con motivos.

El Réquiem del CisneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora