Capítulo 2

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Bastián observó distraídamente el mapa extendido sobre la mesa mientras sus dedos jugaban, inquietos, con un cigarrillo. Lo hacía rodar entre sus dedos, frotándolo constantemente hasta desmenuzar el papel que lo recubría. Cuando el tabaco por fin empezó a deshacerse y a caerse como polvo, Bastián le dio la vuelta y empezó a atacar el filtro sin siquiera mirarlo, completamente absorto en sus pensamientos.

—Por Dios, niño, haz el favor de dejar en paz al maldito cigarrillo —se escuchó retumbar a una voz en la oficina, sobresaltando el capitán—. ¡Es el quinto que destrozas hoy!

—General Corell —musitó el capitán, con un suspiro en la voz, mientras se cuadraba y se daba la vuelta. Detrás de él había un hombre alto y fornido que rondaba los cincuenta años. No poseía cabello, y una larga y sinuosa cicatriz recorría el lateral de su cabeza calva. Llevaba una barba recortada que empezaba a canear, y sus ojos oscuros eran profundos y duros—. Lo lamento, señor.

—Dame esa cajetilla, muchacho —ordenó el hombre sin dirigirle otra mirada, extendiendo la mano mientras pasaba por su lado. Bastián obedeció y dejó el objeto sobre su palma abierta. Siguió con la mirada a su superior, que se llevó un cigarrillo a la boca y lo encendió mientras se sentaba frente a la mesa. Dio una calada y tras unos segundos dejó escapar el humo con un suspiro—. Tu padre y tú tenéis el mismo gusto de mierda a la hora de fumar. ¿Cirven, cierto?

—Sí, señor —asintió Bastián, mientras observaba con una ligera sonrisa la mirada de desprecio que le dirigía el compañero de armas de su padre al cigarrillo encendido en su mano—. Señor, tengo entendido que su esposa le tiene prohibido fumar tabaco.

—A esto no se le puede llamar tabaco —respondió el general, escupiendo el humo con una mueca, como si hubiera probado algo extremadamente empalagoso. Cirven era una marca conocida por su aroma y sabor agradable, muy diferente a los gustos más duros del mayor—. ¿Qué opina tu madre de que fuméis esta mariconada?

—Mi padre lo fuma porque a ella le gusta, señor —respondió Bastián, con una sonrisa sutil.
El general lo miró con una mueca de repugnancia, pero no parecía sorprendido por escucharlo. En realidad, el general Corell siempre se quejaba de lo mismo.

—Oh, bastardo afortunado —farfulló como de costumbre el hombre, antes de darle otra calada y mirar al joven frente a él—. Se llevó a la chica más guapa la Academia. Ah, ¿lo sabías? Tu madre y yo estuvimos comprometidos una vez. Hace mucho. Yo tenía unos diecinueve para entonces, pero ella solo tenía dieciséis.

—Sí, siempre me habla de ello —respondió Bastián con una sonrisa forzada, como siempre que su superior decidía ensoñarse en sus muchas memorias de juventud. Afortunadamente, había sido su padre quien al final se casó con su madre.

—Beatrice era una chica muy amable y sensata. Estoy seguro de que se habría enamorado de mí si nos hubiéramos casado. Yo era muy atractivo en ese momento —comentó el mayor, mientras se acariciaba la barba con cierto orgullo, antes de poner una mueca hastiada—. Por desgracia, a tu madre le gustaban los tipos coquetos como tu padre.

—¿Qué opina la señora Corell de eso?

—Ni se te ocurra, niño. Además, a diferencia de tu madre, mi esposa sí tiene buen gusto. Adina es una mujer intensa, pero es tan... Ah... —suspiró el general, mientras observaba el ascua en el cigarrillo, con la ensoñación en su voz, pensando en su amor, que lo esperaba en casa. Tras ello recuperó el sentido y miró a Bastián—. Pero, niño, tu padre no me pidió que te cuidara para hablarte del romance ardiente entre mi señora y yo. Dime, ¿qué te ha tenido tan distraído?

Bastián señaló el mapa sobre la mesa con un gesto desinteresado.

—Solo me preguntaba qué ruta deberíamos tomar. La temporada del fango ha llegado en un mal momento. Los automóviles no podrán pasar por los caminos hasta que el barro no se seque de nuevo —señaló el joven, colocando su dedo en la posición que ocupaban en el mapa, y trazando entonces una segunda línea que se acercaba al centro del mapa, y tras ello una tercera—. Podemos esperar a que se seque y seguir la ruta programada o tomar la ruta del nordeste, que no ha sido afectada, pero que nos desviará por varios días.

El Réquiem del CisneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora