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Una de las cosas que amaba de ser el capitán del equipo de baloncesto y, aunque Tommy se hubiera partido el lomo por echarle a los leones, la persona más guay del instituto, es que Steve poseía las llaves del garito de fiestas, dadas directamente en mano por el anterior capitán y que él tendría que entregar a alguien al graduarse. Lo que más odiaba de eso era que tenía que ser el primero en llegar para abrir a los demás y montar todo, podría darle las llaves a cualquiera y ordenarle que lo hicieran ellos, pero no se fiaba de que luego se quedasen con las llaves. Steve aparcó su coche por la parte de atrás, no es que Hopper desconociera lo que allí se hacía, pero era mejor no dejar el auto a la vista para que así el jefe de policía tuviera más fácil el pasar por alto la presencia del chico. Abrió la puerta, la única entrada y salida existente en el local, y activó el generador para iluminar el interior ya que, al ser un viejo edificio abandonado, ya no estaba conectado al suministro eléctrico. 

Veinte minutos después, tras haber recogido un poco, dispuesto las mesas y pulverizado cantidades ingentes de ambientador por todos lados, Steve dio la bienvenida a los primeros coches, pertenecientes al equipo de baloncesto y de animadoras. Todos bajaron cargando cajas de cervezas y otras bebidas, bolsas de hielo y algunas botellas del alcohol robadas a sus padres o compradas con carnets falsos, además de bolsas de ganchitos o cualquier otra cosa que pudieran meterse en la boca. Cuando uno estaba borracho, todo le vale. Steve los saludó uno por uno según pasaban, hasta que sus ojos cayeron en tres rubios: Jason con su cara de poco amigos, Billy y Chrissy hablando sin parar entre ellos. El moreno sintió pena por Jason un instante, su novia le prestaba más atención a Billy que a él desde el día que el californiano llegó al Instituto Hawkins y, claro, si no sabía el secreto sobre las preferencias del chico, era comprensible que sufriera celos. Así que Steve, queriendo ser un buen samaritano y senior, para nada porque estuviera deseando hablar con el rubio de rizados cabellos, se acercó a ellos.

-¡Ey, chicos! ¿Cómo va todo? -los saludó con entusiasmo -Chrissy, no me cabe duda de que ya te están necesitando ahí dentro, nadie organiza las fiestas mejor que tú

La chica sonrió dulce soltando una leve risita infantil, con la mente fija en la tarea que se le planteaba, soltó el brazo de Billy y fue directa al local, Jason siguiéndola con una sonrisa aliviada y una leve mirada a Steve, quien le guiñó un ojo. Entonces se giró para mirar al rubio y tuvo que respirar profundamente para asegurarse de que no se desmayaba. Billy tenía los rizos perfectamente definidos pero recogidos en un desenfadado moño hecho con un scrunchie verde, un tank top blanco y encima la chaqueta del instituto, la cual no quedaba tan abombada sobre su musculoso cuerpo pero sí lo suficiente para que su cadera se viera aún más estrecha, lo cual parecía casi imposible cuando el rubio vestía aquellos vaqueros tan imposiblemente ajustados. 

-Tierra llamando a Harrington, ¿estás ahí?

Steve parpadeó rápidamente y agitó su cabeza al darse cuenta de que se había quedado absorto en la belleza de Billy. Steve jamás se había fijado en los hombres, desde luego no estaba ciego y era capaz de decir cuando uno era atractivo, aunque siempre con ese pequeño grado de celillos y admiración que caracteriza una aspiración más que un sentimiento de atracción. Sin embargo, con las últimas luces del atardecer a sus espaldas, el moreno no podía negar que estaba observando a aquel chico con un prisma muy diferente, sintiendo latir su corazón de forma extraña por un momento y notando un sonrojo en sus propias mejillas.

-Uhm... perdón, pensamientos intrusivos -sonrió educado

Billy soltó una suave carcajada mientras negaba levemente, cerrando la distancia que había entre él y el moreno, mirándole directo a los ojos. Steve sintió como si una oruga estuviera escalando lentamente desde su estómago hasta su boca, con todas sus vellosidades provocando una extraña, aunque agradable, urticaria en su interior. De repente recordó el primer día que vio a Hargrove en el aparcamiento del instituto, como se le olvidó cómo respirar cuando lo vio, como sus pensamientos, al igual que hoy, se desviaban de la envidia masculina hacia un territorio inexplorado. 

{Happy} SCREAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora