{Happy} SCREAM

Deseos perturbadores

Los dedos de Steve retorcían los rizos del rubio, sus labios se movían de forma casi agresiva sobre los del contrario, su lengua se retorcía por toda su boca. Era un beso cargado de pasión pero también de odio. Porque lo odiaba, sí, lo hacía. Pero, oh, como lo amaba.

Había destrozado su relación, había destrozado la imagen que tenía de él, había destrozado su futuro y, de paso, su corazón. Pero aún roto seguía latiendo por él, aún con todo destrozado Steve no podía evitar desear a Billy, soñar con Billy. Y aquello le daba miedo. Debería estar muerto de terror, debería haberle dicho directamente a Hopper, debería denunciarlo ahora que el rubio le había dado la oportunidad, incluso le había incitado a ello.

Steve se separó de Billy lentamente, el labio del rubio atrapado entre sus dientes, el cual mordió lo suficiente para hacerle sangre. Billy le miraba de forma extraña, en sus ojos Steve podía ver cómo se mezclaban la curiosidad, la sorpresa, el deseo y una traviesa teoría. Steve sabía que era aquello que Billy estaba intuyendo, el rubio le conocía tan bien, prácticamente leía su mente con la misma habilidad con la que conducía su Camaro. Billy sabía la lucha interna que el moreno estaba viviendo.

Fue a la encimera y tomó el teléfono inalámbrico que allí tenían sus padres, marcó el número de la policía sin quitarle la vista de encima a Billy, y sin que este apartase tampoco la suya. El rubio supo qué número marcó por lo corto que era éste. Escuchó la línea al otro lado, sintió sus manos temblar, Billy seguía tranquilo, impasible, como si no se enfretase a un fatal destino.

-Policia de Hawkins, ¿cuál es su emergencia?

¿Lo haría? Debía hacerlo, Billy había asesinado a todas aquellas personas, no había sido en defensa propia o de otra persona, no fue una única víctima. Billy estaba enfermo, en la mejor de las opciones, o tal vez era un terrible psicópata, a lo peor. Pero...

-Flo, soy... soy Steve -habló con una voz débil y dubitativa -Di... dile a Hopper que hoy no estaré en casa, que no se preocupe, ¿de acuerdo? No... no quiero que vuelva a casa y se asuste al no verme allí

No pudo, no pudo delatarle. No había razón para ello, no había ningún pensamiento lógico que le llevara a ello, solamente su corazón. Lo amaba. Amaba a William Hargrove con todo su corazón, tal vez de una forma enfermiza si le empujaba a ocultar su matanza, pero aquel sentimiento fue más fuerte que su conciencia.

-No te preocupes, Steve, se lo diré por la radio -respondió la mujer con tono amable -Cuídate, tesoro

-Lo haré. Gracias, Flo

Steve colgó y dejó el teléfono sobre su soporte. Billy le miraba sorprendido, como si, a pesar de ser consciente de su dilema, estuviera 100% seguro de que Steve le delataría en aquella llamada. El moreno se acercó lentamente a él y Billy simplemente abría cada vez más sus ojos, parecía un cervatillo que había sido sorprendido en la carretera por un coche, sin saber qué esperar de Steve, sin poder imaginar cuál sería su siguiente movimiento. Siendo sinceros, ni siquiera el moreno lo sabía. Es como si su mente se hubiera apagado durante esa llamada de teléfono, su corazón había tomado el control de todo su cuerpo, su corazón le había hecho no confesar, su corazón le estaba empujando hacia el rubio.

Steve tomó uno de los cuchillos de cocina que había en el bloque de madera junto al fogón, uno grande y alargado, de punta afilada y empuñadura gruesa. Lo alzó hacia el rostro del rubio, quién se volvió bizco por un instante para mirar el punzante y letal objeto que apuntaban en su dirección, pero rápidamente miró a Steve a la cara. Billy seguía quiero y callado, aparentemente tranquilo, pero en sus ojos podía verse que estaba genuinamente confundido. Entonces Steve presionó el cuchillo contra su cuello al mismo tiempo que se sentaba en su regazo, la respiración de Billy se agitó al notar el filo rozando su piel, la del moreno, por el contrario, estaba más calmada que nunca.