|Peor

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[Lee]

Si, realmente lo subestimé...creí que no pasaría de unas cuantas cachetadas y sexo, creí estúpidamente que no sería peor.
Pero ahora incluso el respirar duele, cada parte de mi cuerpo duele, no puedo siquiera moverme un poco.

Estoy solo en la misma habitación de siempre, no se que hora es pero las cortinas ya están abiertas.

Traté de darme la vuelta pero fue inútil, mi abdomen dolía horrible al igual que mis piernas y mi cara. Así que me quede en la misma posición, boca arriba viendo el techo, por unos minutos, tal vez horas hasta que la puerta se abrió.

Era Mei, quien seguro venía a limpiar. Movio algunas cosas, saco sábanas limpias pero las dejo sobre la cama solamente, abrió las ventanas y metió algunos trajes al vestidor.

—Mei...¿puedes ayudarme?— traté nuevamente de moverme pero ella salió sin siquiera verme.

Me quede de nuevo solo, esperando a que ella regresara cuando se oscureció más, cerró las ventanas y las cortinas, se acercó a mi y tocó mi frente, como tomando mi temperatura pero después volvió a salir sin más.
Como pude me senté, levante un poco la cobija para ver debajo; una enorme marca morada en mi pierna y abdomen, dolían sin siquiera tocarlas.

Ahora solo esperaba que el solo llegara a dormir, que se olvidara de mi...pero al llegar se repitió lo mismo, solo que esta vez no me golpeo.

...[]...[]...[]...

Así habían sido dos, tres días, no lo sé.
Solo sentía demasiada hambre, tanto que ardía mi estómago, mis piernas y cadera dolían demasiado.
No había tomado un baño, siquiera me había podido mover.

Mei venía a verme a diario, dos o tres veces al día trayéndome solo agua y ayer me trajo un pedazo de pan.

Hoy desperté y ya era tarde, al poco rato se estaba haciendo oscuro ya. Ella volvió a entrar y se acercó a mi.

—Levántese por favor.

—¿Hmm?

—Levántese.— me traté de levantar y ella me ayudó a ponerme de pie, me senté en el sofá mientras ella acomodaba la cama; no entendía porque.
Hasta que la puerta se abrió y el entro.— Con permiso señor.

Mei salió y la puerta se cerro.

Quito su saco y la corbata, se sentó en la orilla de la cama y me observo.

—Levántate.— hice lo que me pidió, vi que separó sus piernas y me señaló hacia abajo...me hinqué delante de él.
Abrió su pantalón y su miembro quedó justo frente a mi cara.— ¿Que jamás habías visto uno tan de cerca?— solo negué repetidas veces.— Bien, ahora te voy a enseñar, abre la boca.

En verdad no quería, pero su mirada tan seria sobre mi me hizo hacerlo, además no quería que me golpeara otra vez.
Abrí la boca y su mano fue a mi nuca tomando mi cabello.

—Ahora chúpalo, vamos pequeño...hazlo.— trague saliva antes de hacerlo, era tan asqueroso, pase mi lengua varías veces aunque no tenía idea de cómo hacerlo solo seguí. De un momento a otro me detuvo y lo tomo con una de sus manos, me acerco más y lo metió a mi boca; subía y bajaba con ayuda de su mano la cual me empujaba con más fuerza cada vez, sentía que me ahogaba y estaba comenzado a desesperarme por no obtener aire.

Traté de manotear pero solo me empujo más, hasta que sentí ganas de vomitar.
Los sonidos se hacían más altos hasta que un líquido tibio lleno mi boca y por fin lo saco.

Mío Donde viven las historias. Descúbrelo ahora