15. Adam

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La mañana en la biblioteca se hace jodidamente larga. Apuro al máximo la sesión para no tener que volver a esta localización y, cuando terminamos, son casi las seis de la tarde. Le escribo a Will con la esperanza de que no tenga planes para esta noche y quedamos en cenar en su casa. La cosa no se me puede ir tanto de las manos como el lunes pero al menos un rato puedo intentar huir de los problemas. Sobre todo cuando esos problemas tienen nombre, llevan gafas y huelen a colonia barata de vainilla.

Intento aprovechar el trayecto en coche para relajarme, no hay nada mejor que ir al volante para despejar la mente. La música no me ayuda a cambiar el ánimo. En el primer semáforo, preparo el manos libres y llamo a mi gran confidente sin mucha esperanza. No es buena hora. Tras seis tonos, escucho una respiración y unos suaves golpecitos. "¿Diga?".

- Hola, papá - escucho su risa alegre y me contagia el buen humor en un segundo -, espero no haberte despertado.

Parece afónico y me cuesta entender algunas palabras mientras me cuenta cómo le está yendo la semana. Me alegro de que esté teniendo unos días buenos, hacía tiempo que se le veía cansado y triste. Cuando termina de contarme sus batallitas se relaja y me pregunta cómo estoy. No hay nadie en este mundo que me conozca mejor y sabe perfectamente cuándo le llamo por pasar el rato y cuándo es porque le necesito.

- Estoy bien... es solo que me están pasando cosas algo raras. Digamos que he hecho algo que creo que está mal pero no porque yo piense así, sino porque es lo que diría cualquiera en su sano juicio.

Su rápida respuesta me provoca una carcajada y me doy cuenta de lo bien que me sienta siempre hablar con él. Debería hacerlo más a menudo.

- Gracias, papá - me despido algo triste por tener que colgar pero sé que debe cumplir su rutina, es algo tarde -. Iré a visitarte antes de que acabe la semana.

En cuanto llego a casa de Will me doy una ducha que me deja nuevo y, en cuanto salgo, veo que ha encargado dos pizzas familiares. Él si que sabe curar los males. Hace tiempo que tengo una mochila con cosas de emergencia en casa de Will, y él tiene una en la mía. No es que vivamos excesivamente lejos pero estas decisiones a última hora son bastante comunes entre nosotros, así que es más cómodo de esta forma. Nos sentamos en el sofá y ni nos molestamos en encender la tele.

- ¿Cómo ha ido la grabación en la biblioteca? - se mete en la boca media porción de pizza - ¿Habéis terminado?

Asiento comiendo igual que él fingiendo que no hay nada que contar. Pero si estoy aquí es por algo y él lo sabe.

- ¿Y qué tal se ha desenvuelto la pequeña maquilladora? ¿Alguna novedad?

Termino de tragar antes de contestar y mastico despacio para pensar bien lo que quiero decir.

- Ha trabajado bien - Me mira esperando que continúe -. ¿Consiguió relajarse ayer antes de irse?

- Sí, supongo que tiene más movidas de las que podemos imaginar, ni siquiera la conocemos. Sólo necesitaba un abrazo.

De repente noto la boca muy seca. Me levanto y voy a la barra de la cocina que está detrás del sofá. Lleno un vaso de agua y me lo bebo casi de un trago. Lleno otro. Sigo sintiendo la sequedad pero creo que va más allá de mi boca.

- ¿La abrazaste?

- Hasta que se cansó de llorar.

Aprieto los puños a los lados. Aún me duelen los nudillos. Will se acerca y se apoya en la encimera frente a mí.

¿Qué pasa, Adam? - Me mira fijamente - ¿Querías hacerlo tú?

Me muerdo el labio ante la respuesta de mi cuerpo. Claro que quería abrazarla. Me está consumiendo la rabia por no haberlo hecho. Los celos al saber que Will la consoló. El haber permitido que el capullo de la pértiga se pasara tanto. Haberla besado y haberme apartado de ella.

- Deja de callártelo, tío. Es evidente.

- No puedo - suelto todo el aire -. Veintitrés años tiene, ¿lo sabías?

- ¿Ese es tu puto problema?

- Will...

- No, Adam. Si quieres seguir amargado haciendo que todo el mundo te odie me parece perfecto pero entonces no te las des de héroe con ella.

Eso sí que no me lo esperaba. Me hierve la sangre y me duele que él piense algo así de mí.

- ¿Estás diciendo que la ayudé para hacerme el héroe?

Niega con la cabeza de inmediato y resopla como si estuviera cansado de algo que sólo acaba de empezar.

- ¿Por qué no haces lo que te dé la gana? No entiendo por qué te empeñas en complicarlo todo. Te gusta Gala, pues bésala, ya veremos qué pasa después.

- Lo que pasa después es justo esto, Will.

Se queda callado mirándome con los ojos entrecerrados. Decido contárselo sin más, es mejor quitar la tirita de un tirón.

- No ha sido un beso simple y casto - noto cómo me arde la cara -, si no hubiera sido un sitio público creo que le habría hecho de todo.

Los músculos de la cara le tiemblan y veo cómo aprieta la boca. Qué cabrón.

- ¿Te estás riendo?

- No - esconde sus gordos labios evitando la risa.

- A la mierda.

Se echa a reír con todo el descaro y decido pasar de él. Vuelvo al sofá y cojo un nuevo trozo de pizza, ya no está tan caliente.

- Venga, tonto - dice dándome un beso desde detrás -, no te enfades.

Le aparto de un manotazo y sigue riéndose con la bocaza abierta de par en par.

- Bueno - se sienta calmado por fin -, ¿y qué vas a hacer ahora? ¿Qué quieres que pase con ella?

- ¿Qué más da lo que yo quiera? Nunca lo verían bien.

- ¿Quiénes?

- La gente, la prensa, su familia, ¿yo qué sé? ¡Tengo trece años más!

- ¿Esa es tu excusa? ¿En serio?

- ¿Qué pretendes que haga? Voy a ser el nuevo DiCaprio, pero con menos fama y más feo.

- Y sin ser millonario - añade.

- Ya, eso también.

- Mira, Adam - se pone serio e intenta zanjar el asunto -, si has venido esta noche es porque necesitas escuchar lo que te estoy diciendo. Porque tienes miedo y porque tú solo no tienes los huevos suficientes para admitir que por fin sientes algo por alguien. La edad es un número de mierda, como el teléfono, el documento de identidad o la cantidad de veces que te vas a arrepentir si no espabilas.

¡Prevenidos!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora