7. Gala

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Sábado. En muchos trabajos se reducen las horas los fines de semana. En otros aumentan. Aquí da igual el día que sea, lo único que importa es el cronograma e ir al día con las secuencias que tocan. Por suerte no se empieza hasta las diez, así que he decidido venir con calma y comer algo en la planta de descanso. Tengo la esperanza de no cruzarme con nadie hasta dentro de un rato y desayunar tranquilamente sentada en un sillón. Sin embargo, mis deseos últimamente no solo no se cumplen sino que me llevan justo al extremo contrario.

Entro en el ascensor y, cuando la puerta está casi cerrada, alguien mete el brazo e interrumpe el final del recorrido. Ya no me sorprendo con la mala suerte que tengo dentro de este edificio, así que finjo normalidad y me desplazo todo lo que puedo a la derecha. Adam entra despacio y se coloca a mi lado. Aprieta el segundo botón a pesar de que ya estaba marcado y la puerta tarda en cerrarse lo que me parece una eternidad. Joder, huele muy bien. Miro el cartel que hay en la pared en la que estoy casi apoyada y lo leo para intentar distraerme estos interminables segundos. En la tercera frase echo el freno de lectura y meto la mano en el bolsillo de la chaqueta. Aparto la libretita y unos caramelos y cojo entre el índice y el anular mi boli. Quiero sacarlo pero una fuerza me lo impide. ¿Es vergüenza? No creo, no me avergüenzo en absoluto de ser culta y saber las normas básicas de acentuación. Me vuelvo valiente intentando ignorar al hombre que tengo a escasos centímetros y saco el boli. Él gira la cabeza en dirección a mi mano y observa mi movimiento casi sin parpadear. Coloco la tilde de tinta azul sobre la a de obstáculo. Devuelvo el boli a su sitio en el momento en que el ascensor llega a la segunda planta y, en cuanto la puerta se abre, salgo con paso decidido. Adam continúa por el pasillo hacia los camerinos individuales y la tensión se disipa en cuanto dejamos de respirar el mismo aire. Vaya forma de empezar el día.

No hay nadie todavía en la sala de descanso así que puedo cumplir mi deseo de sentarme a desayunar tranquila. Los sofás son aún más cómodos de lo que parecen. El tapiz granate es aterciopelado y los cojines, a conjunto, hacen de la esquina el rincón más cómodo del mueble. Saco de mi mochila el libro que tengo empezado. Con tantas emociones, esta semana no he podido leer en ningún momento. Con suerte mañana podré pasarme todo el día en pijama haciéndolo.

La gente empieza a entrar unos veinte minutos después y una voz interrumpe mi lectura. Perti se sienta a mi lado y guardo el libro antes de que me pregunte cuál es. No me gusta hablar de lo que leo, la gente no suele entender.

- Qué madrugadora. ¿A qué hora estás citada?

- A las diez, pero prefería venir con tiempo.

- Más de una hora y media antes, habría que verte si fuera remunerado.

Adam aparece de nuevo y se une a la gente que está almorzando. Parece incómodo, no habla con nadie. Coge rápidamente la comida y se encierra en la sala de la que le vi salir la otra vez.

- Vaya maleducado, cómo se nota que nadie le soporta - dice Perti sin esforzarse en disimular la mirada de desdén, realmente parece odiar al director.

- Alguien habrá que sí.

- Sí, las actrices babosas y Will Santes.

- ¿Quién?

- El director de marketing y, curiosamente, el inseparable mejor amigo de Adam Ros. Cosa inexplicable porque Santes es un tío genial, literalmente todo lo opuesto a él. De hecho - señala con un gesto de cabeza la puerta -, es justo ese que está entrando por la puerta.

Observo al chico alto color café que saluda sonriendo a todo el mundo. Lleva vaqueros y una camiseta con la cara de Keanu Reeves y la frase "No creo en el destino porque odio pensar que no soy yo quien controla mi vida". Me encanta. Se come un cruasán de un solo bocado y coge otro mientras camina hacia uno de los sillones. Al pasar por delante de nosotros nos saluda con la mano y saca un pulgar arriba. ¿Este tío es el mejor amigo de Adam? Se me acaban de romper todos los esquemas.

La sala se llena de gente y acabo saturada por el alboroto así que decido subir a la zona de maquillaje donde solo veo a Berta.

- Buenos días, Gala. ¿Tú compañera no ha llegado?

- No, supongo que no tardará.

- Tranquila, tengo un encargo para ti - me tenso ante la posibilidad de tener que volver cerca de las cámaras -. Es una propuesta de trabajo independiente al rodaje, me han pedido que te lo ofrezca exclusivamente a ti.

Noto a la mujer igual de extrañada que yo mientras saca de una carpeta unos documentos y me los entrega.

- Es mañana para un spot de una marca reconocida. Como sabes, en principio los domingos no grabamos salvo excepciones así que si te interesa lo comunico y te llevas el informe para poder prepararlo.

- Claro, me encantaría.

Cuando Lola llega se lo cuento ilusionada. Ella se queda mirando los papeles con las cejas arqueadas pero no muestra nada de entusiasmo.

- ¿Cómo es que te lo han ofrecido a ti? - pregunta en un tono bastante neutro.

- Yo he pensado lo mismo, en el equipo artístico hay muchos maquilladores con experiencia.

Encoge los hombros y me devuelve el documento sin decir nada más. Los actores llegan y nos ponemos en marcha de nuevo con las brochas. Me quedo toda la mañana con una sensación rara, me habría gustado poder hablar un poco más con Lola. Al acabar me acerco a ella mientras recoge sus cosas a toda prisa.

- Luego hablamos amor, hoy tengo que irme rápido.

Lanza un beso al aire y se aleja sin más. Entiendo que puede haberle molestado que me hayan hecho una oferta a mí, pero sabíamos que estas cosas podían pasar. Lo hemos hablado muchas veces, es un mundo muy competitivo pero somos amigas, no podemos tomárnoslo a lo personal. Probablemente haya pasado algo más.

Recojo mis cosas y me voy también, tengo poco tiempo para preparar los maquillajes del spot antes de ir a trabajar. Mañana iba a ser mi día de descanso pero no me importa en absoluto sacrificarlo por esto.

Al llegar me tumbo en mi cama con el portátil, mi libreta de bocetos y una bolsa de Cheetos pelotazos. La temática es "retrospectiva a través de las décadas" para una marca de ropa que nació a principios de los años veinte. Es su 100 aniversario y van a hacer varias campañas de celebración, entre ellas, este spot. Me paso la mayoría del tiempo viendo la evolución de su ropa, el estilo y hago un repaso de lo que aprendí sobre la historia del maquillaje y sus referentes. Me falta tiempo. Aprovecho el viaje en autobús para hacer algunos bocetos y pensar en cambios de colorimetría dependiendo del vestuario que vayan a llevar los modelos y actores. Tengo que hacer ocho maquillajes y cada uno debe destacar sin eclipsar a los demás. Estoy pensando que quizá sea demasiado, yo sola en un proyecto tan grande, habiendo sido avisada de un día para otro, es muy extraño. Parece casi una trampa, debe haber truco. ¿Y si es un ultimátum? Después de la metedura de pata del otro día, ¿será para comprobar si soy capaz de trabajar bajo presión? Me parece un poco extremo.

- Es tu momento para brillar, nena - Me anima Katia -. Tú debes mostrar a todos que no tienen idea de quién eres. Olvida bocetos y olvida envidia de tu amiga. Tienes arte dentro de corazón y no te hace falta tiempo por preparar nada. Mañana te das ducha y te pones muy guapa, coges todo material para maquillaje y vas a spot con cabeza alta.

Una vez más, Kat me llena de energía y optimismo antes de coger mi mano. Me aparto el flequillo rosa de los ojos e intento enfocar el escenario antes de salir. Hay noches que el trabajo me sirve como desahogo y esta, sin duda, es una de ellas.

¡Prevenidos!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora