Meto la llave en la cerradura y antes de girarla ya estoy escuchando los pies de mi hermano corriendo hacia la puerta, pega los mismos pisotones al suelo que a su tabla de skate.-
- ¡Gala! - salta con todas sus fuerzas y lo cojo como si fuera un monito.
- Hola ratón, ¿qué me has preparado para cenar?
- Mamá ha hecho bases de pizza y yo le he ayudado a poner todos los ingredientes.
Se separa de mis brazos y baja de un salto echando a correr hacia la cocina. Cuelgo en el perchero el abrigo y dejo mi mochila sobre el mueble de la entrada. Mientras guardo los zapatos me invade el aroma a bacon y queso, así que me apresuro en seguirlo hasta su origen. Rodeo la cintura de mi madre por su espalda y apoyo la barbilla en su hombro.
- Hola, mi sol - dice pegando su moflete al mío.
Sin lugar a dudas, la vuelta a casa es el mejor momento del día. Cuando vivía papá había más color, solo con él parecía mucho más llena.
- ¿Hoy trabajas? - pregunta mientras abre el horno con cuidado.
- No, esta semana solo hago tres turnos - me acerco a Dimas que está picoteando el queso que ha caído por la encimera -. ¿Qué quieres que hagamos?
- ¡Noche de cine!
Peli y pizza, estaba claro. Preparamos juntos la mesa mientras me cuenta su día en el colegio. Ojalá no creciese nunca. Mi hermano es muy inocente y feliz, a veces incluso demasiado. Destaca entre los otros niños de su edad porque es mucho más infantil, el resto está muy espabilado. También demasiado. Es como si en las nuevas generaciones no hubiese puntos medios: son niños que de repente parecen adolescentes. Y con solo ocho años. Muchos estímulos y pantallas. Es difícil encontrar otros de su edad jugando en el parque, suele estar él solo con su monopatín.
- Lucas y Sergio dicen que se conectan todas las noches para jugar juntos a la consola - habla sin parar -, creo que se la trajeron los Reyes Magos.
Otro tema peliagudo.
- ¡Ah! ¡Y se me ha caído por fin el colmillo que faltaba! Ya lo he puesto bajo la almohada.
Adiós a las monedas que llevo de reserva.
Tardamos unos veinte minutos en elegir una película y, poco después de acabarse la pizza, Dimas se queda dormido sobre mis piernas.
Termino de ver Enredados yo sola. No es que me importe, ésta Rapuncel torpe y medio loca es genial, además, me encanta que el chico no sea un príncipe. Aunque el caballo es el mejor.
Cojo a mi hermano en brazos y le llevo hasta su cama con cuidado de no despertarle. Dentro de poco no podré seguir haciéndolo, está más grande de lo que cree.
Saco de debajo de la almohada la bolita de papel que contiene su diente de leche y salgo en busca de mi mochila para coger mi monedero. Mi madre me frena en cuanto cierro.
- No te preocupes - dice hablando bajito -, está vez lo pongo yo. ¿Cómo ha ido el primer día?
- Bueno... - resoplo apoyándome en la puerta - Se nota que no necesitan chicas sin experiencia.
- Tendrás que encontrar la manera de demostrarles que están equivocados.
- Son muy profesionales, mamá...
- Y tú también - me corta -, que no hayas tenido la oportunidad de cobrar por ello no te hace menos válida. Tienes las nociones y la destreza, solo te hace falta poder mostrarlo.
- Me da miedo hablar en voz alta allí - reconozco sintiendo una punzada en el pecho.
- Hace mucho que no se te nota. Piensa bien las palabras que quieras decir, coge aire y suelta directamente la frase que sea.
Asiento y dejo que me abrace. Una vez más, no sé si estoy en el sitio correcto y ella es consciente de mis dudas.
- Lo vas a hacer bien- susurra cerca de mi oído -. Estoy orgullosa de ti.
Me dejo caer en mi cama y siento ahora el peso del corazón. También el agotamiento. Anoche mi turno se alargó y llegué a casa tardísimo, solo pude dormir tres horas y eso casi me cuesta llegar tarde el primer día de prácticas.
Siendo sincera, no ha sido como esperaba pero he aprendido mucho, creo que podría acostumbrarme a algo así. Espero que a Lola y a mí nos dejen maquillar en algún momento, sería bastante frustrante pasar cinco meses limpiando brochas.
Pienso en el momento del ascensor. No esperaba verle el primer día y me he quedado petrificada, estoy segura de que Lola se estaba regodeando en mi sufrimiento de ese momento, ha estado riéndose hasta que nos hemos separado, cada una hacia su casa.
El techo se difumina y noto cómo empieza a vencerme el sueño. Me incorporo y me pongo el pijama para meterme bajo las sábanas. Nada más sentir el peso del edredón sobre mí, mis párpados caen y todo pensamiento se disipa. Antes de ver la oscuridad completa, mi cerebro recrea una vez más el encuentro momentáneo. Sus ojos ni siquiera se han cruzado con los míos pero el hormigueo de mi estómago ha sido real. Ojalá volver a sentirlo mañana.

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¡Prevenidos!
Romansa¿Qué ocurre cuando descubres que tu amor platónico no tiene nada que ver con lo que habías imaginado? Una joven en busca de su propio camino. Un hombre perdido que necesita que lo encuentren. La eterna lucha entre mente y corazón que nunca acaba bie...