Sueños de Marzo

Hikikomori

Los primeros días después de la mudanza fueron una verdadera tortura, Luis llegaba a visitarme quizá unas dos o tres veces a la semana durante todo un mes, asegurándose, quiero pensar, en que no tendría recaídas.

— Hoy éstas más distante que de costumbre — hizo una pausa, dando un fuerte y  sonoro sorbo a lo último de su malteada — sino fuera porque prácticamente puedo leerte de cuerpo completo, diría que estas preparándote para la peor de las adversidades y, vaya que yo se de eso — soltó una pequeña carcajada seguido de un ligero pero firme movimiento de manos, lo cual aparto todo por delante suya, dejando solo un par de manos entrelazadas. El ambiente cambió por completo, sentía su mirada aplastando y quebrando cualquier idea de escape.

— ¿Eso te..parece..je? — fue lo único que mi boca logró articular en un intento desesperado por evitar mirar a mi verdugo directamente a los ojos, lo cual fue en vano, pues, hipnotizado por esos inmensos ojos que escarbaron hasta en lo mas recóndito de mi alma, ya habrían descifrado todo.

— Para ser honesto, creo que ya sabes que pasa — me puse cómodo, tanto como pude en esos pequeños asientos de aquel restaurante. 

— Hace casi 7 meses que nadie sabe nada de ti, incluso tu madre me llamó esta tarde preguntando si sabía algo, pensé que era solo conmigo, tal parece que decidiste olvidarte del mundo o imaginar que el mundo podía borrarte de la noche a la mañana — dio un pequeño suspiro, corto pero muy conciso — Sam, ¿Sabes que no puedes hacer eso, cierto? Mira, lo que trato de decir es que, es imposible que quieras cambiar tu vida de inmediato, por más desesperado que quieras escapar de los problemas, a donde sea que vayas, ellos esperan, sin importar cuanto tiempo pase, evadir todo de esa forma, solo demuestra lo inmaduro que eres — inhalo fuertemente — ¡bahhhhhhhh ya sueno como mi padre! — finalizo un poco frustrado a la vez que la voz cada vez se le entrecortaba mas.

— Pero bueno, volviendo al punto, gracias por aceptar mi invitación para variar, aunque sospecho que lo hiciste por miedo, más que por gusto, me agrada que sepas de lo que soy capaz — hubo un pequeño silencio, mientras tanto yo me concentraba en mover de un lado a otro una de las correas de mi reloj, evitando por completo el contacto visual. Luis por su parte trataba de articular algunas palabras, pero se arrepentía de inmediato pues, lo oía gruñir un poco de vez en cuando, señal absoluta de frustración.

Lo que parecía una eternidad fueron exactamente dos minutos, lo pude corroborar con el accesorio que portaba en mi muñeca, él cual no había dejado de ser manoseado por mi durante todo ese lapso. Sin sonido, solo el ajetreo de las demás personas, pequeños destellos titilando por las ventanas, luces y colores nos atravesaban y de ratos se posaban sobre nosotros. Al ver esto, Luis se precipitó a levantarse bruscamente, algo molesto pues sus expresiones así lo marcaban — ¡BIEN! — se escuchó en casi todo el lugar.

Golpeo fuertemente la mesa con las dos palmas, posterior a esto, acomodo su camisa, se coloco el abrigo y procedió a salir con paso firme y marcado hacia la acera, se notaba que lo invadia por completo una ira ensordecedora.

Fue entonces que levante mi brazo para darle un buen sorbo a mi malteada. No me inmute en siquiera levantarme.

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El cereal era bastante bueno, aunque tampoco debía quitarle mérito a el intento de comida que hizo Victoria, obvio no se lo haría saber, suficiente tuvo con los platos rotos y demás vasija de mamá, pero no había problema, habíamos acordado que yo me haría responsable en parte.

La cena transcurrió sin más contratiempos, sin ninguna novedad, hasta que bueno; todos sabemos que se tiene que afrontar todo lo que nunca se quiere hablar.