AbaAbro los ojos lentamente.
Me obligo a parpadear varias veces para enfocar la vista y...
Oh, no.
Oohhh, sí.
Esto no puede ser real.
Pues claro que lo es.
¡Qué no, coño!.
Ese lenguaje.
Perdón. Pero es que... es imposible.
Esta guapa, eh.
Y tanto que lo está. Me acabo de despertar y lo primero que veo es a ella durmiendo, tumbada a mi lado, cara con cara. Tiene los labios ligeramente abiertos y están tan cerca... con solo moverme un poco podría tocarlos, saboréalos
Pero, ¿Qué estoy haciendo?.
Me apartó bruscamente incorporándome en el colchón. Al hacerlo, Reyla se despierta de golpe alarmada.
–¿Qué pasa?–me pregunta incorporándose también–. ¿Estás bien?
–¿Qué haces aquí?–pregunto con el ceño ligeramente fruncido.
–¿No recuerdas lo que te pasó ayer?–pregunta alzando una mano para apoyarmela en el hombro. En cuanto lo hace me apartó haciendo que ella se quede perpleja–. ¿Te encuentras bien?
–Ayudaste a Diana a llevarme al laboratorio ese raro sin saber si me harían daño.–le reprocho poniéndome de pie para darle la espalda. Me aterra la idea de que sea una de ellos porque confío en ella.
–No, eso no fue así.–niega repitiendo mis pasos y posicionándose detrás mía.
–¿Eres una de ellos?
–¡No!–exclama negando–. Aba, te conozco desde hace poco pero jamás dejaría que nadie te hiciese daño.
–¿Y cómo puedo saber que puedo confiar en tí?–pregunto guiándome para mirarla fijamente a los ojos.
–Porque le hice prometer a Diana que no te haría daño. Porque me enfrenté a ella en cuanto me dijo que nosotras solo éramos ratas de laboratorio, porque... Porque yo te...–Veo que de sus ojos empezaban a brillar por las lagrimas y la atraigo hacia mí, mientras ella hunde la cara en la curva de mi cuello yo le susurro:
–Te creo. Siento haberte cuestionado.
Noto como su cuerpo se sacude contra el mío y como ahoga algunos sollozos. Me siento tan mal por hacerla sentirse así que no me doy cuenta de una cosa hasta este instante y es que estoy escuchando muchas cosas al mismo tiempo. No sé cómo explicarlo.
Pasamos unos minutos así, abrazadas, notando como su respiración se va tranquilizando al igual que el latido de su corazón. Cuando veo que ha dejado de llorar me aparto un poco de ella para poder verla.
–Lo siento.–repito.
–No... no pasa nada.–contesta un poco avergonzada–. Hay que ir al entrenamiento.–me recuerda.
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Sácame de aquí
Teen FictionMe engañaron. Me encerraron. Nos drogaron. Y ahora somos ratas de laboratorio. Esta universidad no es lo que aparenta. Nada más llegar nos drogaron y empezaron a experimentar con mi cuerpo. Nos hacen luchar y nos dan descargas eléctricas si nos imp...