Capítulo 8

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Reyla

Empezamos el plan.

No la cages.

Estamos en las clases. Específicamente, aprendiendo a usar un arco.

Total, lo de siempre.

Respiro hondo y suelto lentamente el aire para intentar relajarme. Desgraciadamente, no funciona.

Venga, tienes que concentrarte, tienes que hacerlo lo más creíble posible.–me digo a mi misma.

Giro a mi cabeza hacia la derecha donde Aba está sentada al lado mía. En cuanto nota que la miro me dirige una mirada con cierta duda y me asiente con la cabeza a lo que yo hago lo mismo.

Ahora empieza lo bueno.

Veo como ella cambia su mueca a una mueca preocupada fingida. Yo, por mi parte, intento parecer que estoy mareada.

Empieza la acción.

Aba

–Reyla, ¿te encuentras bien?–le pregunto intentando parecer lo más creíble posible.

Ella empieza a imperventilar y a poner una mueca perdida. Se le da bastante bien.

–¡Directora, Reyla no se encuentra bien!–exclamo atrayendo al atención de la directora.

Ella se acerca hacia donde estamos sentadas y se agacha delante de Reyla. Lleva la tarjeta colgada en el cuello. Perfecto.

–¿Qué te pasa? ¿Qué sientes?–pregunta esta.

–Estoy... estoy mareada.–finge Reyla.

–Te voy a ayudar a ponerte de pié, ¿vale?‐pregunta. Reyla asiente con la cabeza.

Se supone que cuando alguien se marea tienen que tumbarlo, pero nos viene mejor para el plan.–pienso.

Diana, coge a Reyla de los brazos y la ayuda a ponerse de pie. Reyla se tambalea un poco. Después, comienza el plan. Finge que se va a caer a la vez que agarra el collar con la tarjeta y tira de él haciendo que caiga al suelo. Diana, coge a Reyla antes de que esta caiga también.

Bajo la mirada hacia la tarjeta, viene una foto de la directora y los números 7180. Intento agacharme para cogerla, pero Diana pone un pie encima de esta y la pisa con fuerza. Todas mis alarmas se disparan, ¿nos habrá descubierto?

–Aba.–me llama haciendo que la mire a los ojos–. Llevalá a tu cuarto y túmbala. Es solo un mareo, se le pasará rápido.

Mi mirada se desvía otra vez hacia la tarjeta que Diana aún está pisando.

Es inútil, no la puedo cojer.

Me acerco a Reyla quien me pregunta con la mirada si lo hemos conseguido. Yo cierro los ojos y me acerco más a ella, me agachó lo suficiente para cogerle las piernas con un brazo y la espalda con otro. Ella sigue con su papel de mareada y apoya su cabeza en mi pecho. Ese simple acto hace que un escalofrió me recorra el cuerpo mientras escucho que su latido, el que antes estaba bombeado sangre con fuerza por los nervios, se va relajando lentamente. Llevo a Reyla a mi habitación, consigo abrir la puerta de una patada y cerrarla tras mi paso de la misma manera. Reyla hace un ademán de bajarse de mis brazos ya que la actuación ya ha terminado, pero yo la aprieto un poco más contra mí reteniéndola. Ella me mira a los ojos, yo finjo que no me doy cuenta mientras me siento en el colchón y apoyo mi espalda contra la pared.

Sácame de aquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora