Capítulo 13 /segunda parte/

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Dana

—Y... ya estamos.—dice Luca mirando la casa de Máx. Nos ha venido a recoger ya que le pillaba de camino.

—¿Llamamos a la casa o a la puerta del garaje?–pregunto

—Digo yo que al garaje- —comienza  a decir Luca, pero se ve interrumpido por el ruido de la puerta del garaje abriéndose dando paso a Máx.

—Ah, hola.—dice este al ver que ya hemos llegado.

—Hola.—lo saluda Luca entrando al garaje. Máx no le contesta porque está muy ocupado repasando con la mirada a mi hermano quien se pone rojo como un tomate.

Ajaaaaaa.

Interesante.

Muy interesante.

¡Shipeo!

—Entrar.—nos dice Máx al ver que se ha pasado mucho tiempo así.

Mi hermano y yo obedecemos y entramos en el lugar.

—Y bien.—empieza a decir Máx mientras se sitúa al lado de la mesa donde reposan los planos–. ¿Tenéis algo nuevo?

Y tanto.

Les cuento lo que hemos avanzado, que la psicóloga me ha hecho firmar unos papeles para ir a un sitio y creemos que ese sitio será donde tienen capturadas a Aba y a Reyla.

—Eso es perfecto.—comenta con un deje de sorpresa.

—Lo único que nos falta es saber como vamos a hacer para poder entrar nosotros y poder sacarlas de ahí.—dice Luca.

—Hay que planearlo, pero eso no significa que gracias a esto no podamos sacarlas antes de ese infierno.

Reyla

Por favor... vuelve.—no dejo de repetirme a mi misma.

Solo quiero que vuelva, que ella vuelva. Quiero saber que sigue bien.

Cierro los ojos y vuelvo a concentrarme en el lazo, respiro hondo intentado sentir alguna especie de conexión.

Me temo que eso solo pasa en las pelis.

Hay que seguir intentándolo.

Abro los ojos cuando escucho la puerta de mi jaula abriéndose. Desvio mi mirada hacia el sonido para encontrarme con una chica bastante joven con una bandeja de comida. Suele entrar tres veces cada día, o eso creo ya que he perdido la noción del tiempo. A pesar de trabajar aquí veo que le tiembla ligeramente el cuerpo y sus ojos están abiertos alertas a cualquier movimiento como un corderillo asustado. Como siempre, veo que duda entre acercarse o no así que yo me hecho hacia atrás para darle a entender que no le haré nada si se acerca. Cuando lo hace y deja la bandeja de comida delante mía no puedo evitar leer el mini cartelito que lleva colgado en la bata.

—Sylvia.—Digo arrastrando las palabras—. Bonito nombre.

—Gr... gracias.—balbucea ella.

Sácame de aquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora