Capítulo 12

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Aba

Dios, que dolor de cabeza. Todo me da vueltas.

¿Dónde estoy?

Me incorporo mientras intento que mi vista se enfoque. Me encuentro tirada en un suelo negro y liso de una gran jaula. En cuanto soy consciente de esto mi corazón empieza a bombardear sangre a toda velocidad. Rápidamente me levanto y corro hacia una de las paredes de barrotes de la jaula, pero algo me impide avanzar . Estoy esposada con unos grilletes de metal. Esto es igual que en mis pesadillas. Noto como los nervios se apoderan cada vez más de mí hasta que escucho una puerta cerrarse al otro lado de la jaula. Rápidamente me giro hacia donde proviene el sonido y veo como  Diana entra a la sala acompañada de un hombre, la piel se me pone de gallina cuando veo lo que el hombre porta en los brazos.

–Reyla.–susurro. Corro hacia ellos pero me veo parada por los puntos grilletes–. ¡Reyla!

–Oh, ya te has despertado. Llévala donde te he indicado, aquí están las llaves.–le dice al hombre dándole las llaves.

–¿Qué le has hecho?–pregunto con un deje de rabia en la voz.

–Lo mismo que a ti, querida. Sólo que tú te has despertado antes.

–Déjala en paz.

–Oye, yo que tú controlaría el tonito de voz, dado que eres tú la que está encerrada en esa jaula.–me dice. Te juro que cada palabra que sale de su boca hace que se vaya agotando mi paciencia.

–Cómo la toques...–intento advertirle.

–¿Qué ocurre? ¿Me vas a hacer algo en tal estado? Recuerda que te has saltado una dosis de Mitonina, tu estado ahora mismo es lamentable.–comenta con un deje de superioridad–. Por desgracia, hoy te tengo que dar tu dosis si quiero seguir con las pruebas–. Comenta mientras introduce una llave en la cerradura de la puerta.– Pero antes, quiero ver cuanto puedes aguantar sin tu dosis.–dicho esto, saca un walkie talkie y se lo acerca a la boca–. Ya podéis venir.

–¿Qué me vas a hacer?–pregunto mientras el miedo se apodera de mí.

Una mujer y un hombre entran rápidamente a la sala para después adentrarse a la jaula conmigo sacando unas varas negras de su cinturón.

Me alejo de ellos todo lo que los grilletes me permiten.

–Ya podéis comenzar.–dice Diana.

Ellos obedecen sus órdenes y se dirigen hacia mí. Yo intento escapar, pero no puedo. Caigo al suelo de rodillas cuando las varas golpean mí cuerpo una y otra vez dándome latigazos de dolor. Grito, el dolor es cada vez más insoportable. Caigo de lado al suelo por el golpe de una patada  y ahora las patadas se unen a los latigazos. Grito desesperada, desgarrándome la voz, hasta que una patada me da fuertemente en las costillas haciendo que no pueda respirar. Intento coger aire desesperadamente mientras los golpes siguen.

–¿Aba?–escucho que alguien exclama mi nombre, es Reyla, pero no la puedo ver.

Cuando por fin logró coger una bocanada de aire grito lo más fuerte que puedo.

–¡Ayuda!–exclamo para que me pueda escuchar desde donde esté. Me duele todo el cuerpo y no puedo ver nada. Noto el sabor metálico de la sangre en mi boca y como un hilo de sangre me baja de la frente.

Sácame de aquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora