Epílogo

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Dolor.

Sufrimiento.

Amor.

Lágrimas.

Pérdidas.

Alegría.

Familia.

Reencuentro.

Aceptación.

Amistad.

Apoyo.

Gritos.

Sollozos.

Eso han vivido ellos.

Desde que Reyla y Aba entraron a Feather, ellas y sus seres queridos han experimentado cada uno de estos sentimientos, desde el sufrimiento más oscuro hasta el amor más puro.

Pero...

¿Qué ha pasado con todo ellos?

Pues...

Consiguieron liberar tanto a Reyla como a muchos otros de un destino incierto. Todos salieron heridos, algunos más que otros. Algunos sobrevivieron mientras que otros no tuvieron la misma suerte y la vida que emanaba en sus ojos desapareció en un segundo, como la vida de Mateo.

Mateo, un chico proveniente de familia adinerada, con altos estándares de vida y gustos exquisitos aprendió qué la vida no era solo lujos y monedas, aprendió que una familia se puede formar con quien menos esperas. Y aunque al principio le costó, después fue formando una pequeña familia junto a los que llamaba amigos, porque sí, para él eran sus mejores amigos. Nunca había tenido muchos amigos, la mayoría solo lo querían por su dinero, por eso le costaba confiar en la gente, pero le enseñaron que no todos son iguales y cuando más disfrutaba la vida, se le fue en un abrir y cerrar de ojos. Pero él está bien, lo hizo por Dana, se sacrificó por ella, porque los amigos, la familia, dan su vida por sus seres queridos. Él haya donde esté estará con una gran sonrisa a la espera de una amistad como la que tuvo con ellos. 

Los que quedaron aquí, sus amigos, estaban destrozados, sobre todo Dana. Habían tenido una relación falsa, pero se querían, se tenían cariño, y cuando vio su cuerpo inerte se derrumbó junto a este limpiando sus heridas con lágrimas. 

Todos tuvieron que curarse varias heridas causadas por los disparos. Mientras esas heridas dolían, Máx pensaba que habían valido la pena. Estaba muy contento de que su hermana estuviese de vuelta, y como no, estaba orgulloso de ella. Él la había visto crecer y habían estado juntos en los buenos y malos momentos, ahora que Reyla había crecido, se enorgullecía de ella al ver en la mujer que se había convertido.

Curaron el cuerpo y las alas de Aba, era la que peor había salido al intentar distraer a los guardias y recibir un gran número de balas. Milagrosamente, solo estaba inconsciente, su corazón latía, y eso hacía que Reyla llorase de alegría. A Reyla le quitaron el collar de la misma manera que habían hecho con Aba, cogieron destornilladores para los tornillos y tenazas para poder romperlo.  Horas después, Aba despertó, le dolía el cuerpo y no sabía donde se encontraba, hasta que vio a Reyla delante de ella y todas las preguntas se ahogaron en su boca cuando las dos saltaron y se abrazaron encontrándose a medio camino, lloraron y rieron juntas, lo habían logrado. Reyla llamó a los demás para avisar de que había despertado y un nudo se presentó en la garganta de Aba cuando le anunciaron que Mateo no estaba entre nosotros. Esa noche apenas pegaron ojo, tenían una gran mezcla de emociones que les impedían conciliar el sueño: amor, felicidad, tristeza, anhelo...

A los dos días siguientes fueron al funeral de Mateo, no sabían que explicación les habría dado Dana, pero tenían miedo de preguntar. Fueron hacia la tumba de Mateo cuando su familia se había ido, Aba en silla de ruedas, y arrojaron entre lágrimas silenciosas una flor sobre su lápida. Intentaron que Dana dejase a un lado parte de su sufrimiento, sabían que era complicado, pero les dolía verla así.

Sácame de aquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora