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El sonido del freno de manos le indicó a Jeon Jungkook que había llegado a ese lugar que tanto aborrecía, aunque era casi igual con todo, excepto su cuarto de música y la azotea de este edificio donde se escondía con su amado chico.

— Recuerdas cómo llamarme con la nueva aplicación ¿cierto? – escucha la voz de su mejor amigo, mientras le alcanza la mano para llamar su atención

— Sí Jin Hyung, hablo con Siri y se lo pido. – respondió con desgano, tanteando hasta el broche de su cinturón de seguridad.

— ¿Y para leer los mensajes?

— Mantener el audífono en mi oreja porque me ayuda a escuchar los mensajes y además el exterior – repite como un niño pequeño extendiendo con cuidado su bastón.

— Bien, déjame abrir la puerta y acercarte a la entrada.

Sabía que no importa cuanto reclamara, Jin no le haría caso, se había empeñado en su idea de protegerlo del mundo desde ese puto día que arruinó su vida.

Por lo que solo esperó al sonido de la puerta para ponerse sus gafas negras y bajar con ayuda de su amigo de la camioneta.

— Sigo pensando que es una gran idea que tengas un perro guía – menciona Jin mientras lo guía hasta la entrada del centro de reuniones.

— Sigo diciendo que es innecesario – comentó el pelinegro con voz ronca, en ese tono hastiado del que el mayor estaba acostumbrado

— ¿Te encontrarás con ese chico otra vez?

— Pues, no lo sé, yo no puedo verlo, él no puede hablarme y no tengo su número. – murmuró con sarcasmo.

De todas las personas en el mundo... ¿Cómo es que se había enamorado de alguien mudo? Con justas razones Yoongi hyung se burlaba de él.

— Sí quieres que un día te acompañe...

— No hyung, esto es entre los dos. Pero gracias, y te llamaré apenas acabe.

Eso era mentira, pero Jin Hyung no tenía que saberlo. Suficiente tenía con ser la carga para su amigo que no le permitía tener un horario normal.

Por lo que tras la sesión él se iba a la azotea del centro de reuniones hasta que fuera lo suficientemente tarde, así conoció a su chico.

Las reuniones, eran una idea de su madre para que saliera de la depresión, y un soborno a la vez. Su madre era una reconocida actriz, en Japón, por lo que pasa más tiempo allá que en Seúl. Dejando al mejor amigo de su hijo a cargo de este.

Con reticencias, comenzó a asistir desde hace 2 meses. Aunque ya llevaba más de 2 años con su ceguera, mismo tiempo que llevaba fuera de la universidad.

Las sesiones consistían en hablar, 1 o 2 veces por semana, de lo que habían sentido, como lo habían enfrentado y un poco de su día a día.

Su grupo era de 12 jóvenes, o eso se suponía, aunque aún no era muy bueno con las voces y con distinguir sonidos. Parece que esa tarea no venía anexada a la ceguera.

— Bien, ya vamos por la mitad del equipo – escuchó la falsa voz de ánimo del terapeuta, no tenía que ver nada para notar el desánimo del tipo – Park Jimin, cuéntanos como va tu canal.

— Oh... Voy mejorando, al parecer a la gente le gusta ver a las personas con discapacidad avanzar en sus vidas y darle palabras de apoyo al resto. Tengo cerca de 10 mil seguidores y me agrada la idea de estar ayudando al resto.— comentó esa voz algo suave y calmada -a su parecer también chillona- mientras Jungkook solo hacía muecas de fastidio.

Amor por ContactoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora