Volver a casa

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Odio esto. ¿Por qué te hice caso?

La bio-nave descendía lentamente sobre los restos del edificio. A esas horas de la noche no quedaba ni un curioso cerca del lugar, por lo que el equipo bajó del transporte con calma y sin fijarse mucho en su entorno

¿Porque me quieres?  —sugirió el acróbata en respuesta a la queja de su amigo.

Un gruñido fue la respuesta a su pensamiento.

—No se separen... Super boy, buscaremos una entrada —anunció el atlante a sus compañeros mientras revisaba los escombros con ayuda del clon. 
No fue difícil encontrar el conducto de alguno de los ascensores sepultado entre varias capas de concreto y vigas; pronto el equipo hizo fila para atravesar el angosto espacio. 

Una vez dentro de la hundida fortaleza se percataron de la absoluta oscuridad que reinaba en el sitio.
—Luces.

—Sigue necesitando que lo redecoren —susurró por lo bajo el petirrojo cuando puso distinguir los primeros muros a su alrededor. —¿Vamos? —sugirió entonces. Nadie menciono el temblor en su voz.

La tarea era relativamente simple: recolectar toda la evidencia que tuviera que ver con la creación de ambos. Cualquier muestra debía ser llevada a la liga de la justicia al igual que toda la información al respecto. Finalmente, debían destruir por completo el lugar.

Dick notó cuando Conner se acerco a su espalda. A ninguno de los dos le hacía gracia volver justo al lugar donde los mantenían enterrados. 

Con la guía de ambos clones el equipo avanzó rápidamente por los pasillos. No había mucho que ver en los pasillos. Nadie tenía muchas ganas de ponerse a fisgonear entre las computadoras abandonadas.

—Aquí es —informó Robin cuando estuvieron ante la puerta de metal. Era más pequeña a como ambos la recordaban y un par de abolladuras la mantenían abierta desde la última vez que estuvieron ahí. 

Cuando entraron a la enorme sala fueron recibidos por un par de cilindros vacíos y carentes de brillo.

—¡Hey!, ¡aún tiene ese rasguño que le hice! —exclamó el más pequeño del grupo en un intento por aligerar la tensión de sus compañeros.

—Lo hiciste el día que nos arrastraron a esa maldita prueba de vinculación —gruñó su par ante la mirada preocupada del resto de sus compañeros. 

El acróbata, por su lado, guardo silencio recordando la horrible escena, el dolor... una mueca adornó sus facciones mientras evitaba seguir mirando ambas incubadoras. 

Perdón, supongo que lo olvidé.

—Tan solo apresurémonos y salgamos de aquí. —Contestó el mitad kriptoniano para que todos pudieran escucharlo.

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—No todo fue malo. —susurró la voz de Conner por detrás de su compañero.

El resto los había dejado apartarse después de que les mostraran dónde encontrar todo lo que les había pedido la liga. 
Ellos habían dudado un momento para segundos después desaparecer detrás de uno de los tantos pasajes que rodeaban la estancia. 

Terminaron en una habitación pintada de naranja. Nunca se habían preguntado la razón del color, pues el resto del lugar era totalmente blanco, pero ahora el hecho movía la curiosidad de ambos. 

—¿Sí? —inquirió sarcástica la voz del petirrojo —¿Cuál fue tu parte favorita? 

Conner dudó un momento, mirando a su alrededor. No habían ido a ese lugar por mera casualidad. No. Esa habitación en particular no representaba torturas, ni tristeza, ni dolor.

ROBINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora