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UN GOLPE DE REALIDAD

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Amarie caminaba por los pasillos del, ya muy bien conocido, castillo. Conocía cada centímetro y espacio a la perfección, incluso si cerraba los ojos sabía exactamente por donde caminar. Había tenido mucho tiempo para memorizarlo. Jamás había salido de ahí, ese era su pan de cada dia.

Despertar, comer, vestirse, estudiar, caminar un poco, e irse a dormir de nuevo porque una princesa jamás debe acostarse demasiado tarde.

Su propio pueblo no la conocía, no conocían su cara y ni siquiera habían interactuado con ella. Al parecer a su madre no le importaba porque la mantenía cautiva ahí en esa jaula de oro, o eso era lo que pensaba Amarie.

Sentía que la vida se le iba sin ningún rumbo, todo para ella era monótono y aburrido. No diferenciaba un día de otro, simplemente hacía todo lo que me pedían sin chistar, porque una princesa no refuta. Ya estaba acostumbrada a ese sentimiento de encierro y de sentir que las paredes se le caían encima. De repente todo se hacía demasiado pequeño y no le quedaba más que respirar profundo y salir al jardín en donde apenas y sentía un poco de libertad.

El carraspeo de alguien la sacó de sus pensamientos. Amarie vuelve su mirada hacia la persona que obtiene toda su atención instantánea.

–Buena tarde–Dice la elfo haciendo una reverencia pronunciada antes de empezar a caminar a su lado.

–Buena tarde, Arwen– aquella chica era su escolta. Pero Amarie prefería llamarle dama de compañía pues no quería colapsar, exagerando un poco.

–¿Cómo se ha sentido hoy ,Alteza? --Ella también quería hacerse esa pregunta ¿cómo se han sentido setenta y cuatro años de vida encerrada en un palacio?

–Igual a todos los días– responde con un poco de cansancio.

–¿Eso qué significa?¿Bien?¿Mal...? –busca algo en su mirada que al parecer no encuentra porque ella está en la cúspide máxima del aburrimiento.

–Significa que estoy cansada de la monotonía de este castillo– suelta sin rodeos deteniendo sus pasos.

–Sabes que no...–Comienza Arwen intentando calmarla. Se preocupaba por ella, pero no podían hacer nada ante una orden directa de su majestad, la Reina.

–Que no puedo salir de aquí porque estamos pasando por una mala situación–continuó Amarie resoplando. Siempre había una excusa para mantenerla encerrada y estaba harta de eso– ¿Cuándo podré salir entonces?

–Eso no lo sé yo– Arwen se mantiene impasible mientras que Amarie quería escaparse ella misma nada más de pensar que debe pasar otros setenta años ahí encerrada.

–Arwen –respiró profundo una vez que salió al jardín. Siempre imaginaba como sería más allá de las rejas de oro que la mantenían cautiva– Quiero ver el mundo, yo quiero ir más allá de todo esto y aventurarme a ver nuevas cosas– ya el nudo en su garganta había aparecido. Estaba harta todo el tiempo de sentirse tan cautiva, tan amarrada. Tal vez era una mal agradecida porque muchos no tenían lo que ella, pero no le importaba en ese momento, quería respirar otro aire que no fueran las flores de su jardín. Quería ver bosques y pasear por un pequeño pueblo, incluso visitar otras tierras, pero ya no quería ver siempre las mismas paredes y cuadros. Había otras cosas que ella quería para sus planes del día a día.

Arwen se acercó a ella con cautela y limpio las pocas lágrimas que le habían salido con un pañuelo de seda. Amarie sintió la suave tela contra su piel que, con toques suaves, iba haciendo desaparecer la humedad sobre sus mejillas.

Imperium I: Entre lágrimas y verdades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora