VI

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SOBREVIVIR...

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Había pasado casi una semana, y Amarie aun no despertaba. Cirdan estaba preocupado por ella, le daba vergüenza a sí mismo admitirlo, pero al final era lo que sentía. Revisaba su pulso cada vez que podía, para comprobar que seguía viva. Al mismo tiempo se escondía en cuevas y árboles evitando a toda costa que las criaturas del bosque lo encontrarán. Sabía que lo buscaban, había escuchado sombras y pasos detrás de él los días posteriores a lo ocurrido con Dreyden. Estaba cada vez más cansado pero se forzaba a continuar. No dormía bien para cuidar a Amarie. El cansancio era fuerte, pero no el suficiente como para detenerlo. No lo haría.

Había amanecido, otra vez. Y ella aún no se había despertado. Suspiro con tedio y cargo a Amarie en su espalda. No había mochilas. Ya no. Las habían saqueado y destrozado en su encuentro con Dreyden.

Había perdido la cuenta de cuantas veces lo había maldecido entre dientes.

Cirdan salió de la cueva en donde se encontraba con Amarie a cuestas. Se sentía un poco culpable por su estado, ya que él la había traído aquí, y se suponía que era el encargado de cuidarla. Y en cambio, ella lo cuido a él. Le salvó la pierna y quizás la vida. Odiaba admitirlo. Su ego de hombre estaba ciertamente herido. No había podido protegerla, y ahora le estaba pagando, aunque para él no fuera suficiente.

Miró su tobillo con curiosidad. Era la primera vez que pensaba en lo que había sucedido hace días atrás. Ya no le dolía, ahora tan solo era un vago recuerdo, y todo gracias a la chica inocente que llevaba sobre las espaldas como a un morral.

¿Cómo había hecho eso?¿Cómo había logrado matar a la mayoría de los Barredores en segundos y controlar el don del último?

Y entonces Cirdan volvió su rostro y miró sus ojos cerrados aun. Ella era una Mindkne. Esa especialidad era tan extraña como las sílfides. Y aún más extraña era su personalidad, no cualquiera peleaba con tanto coraje como ella lo hizo ese día, y menos si no tenía experiencia.

Mindkne...

Saboreo la palabra en su paladar, era una Controladora de mentes. Estaba tan sorprendido que no se dio cuenta que se había detenido mirándole el rostro. Quizá era mucho más poderosa de lo que él creía, de lo que ella creía. Cirdan había tenido suficiente tiempo analizandola como para saber lo que pensaba de sí misma. Amarie no creía que fuera lo suficientemente fuerte para sobrevivir por sí sola, pero lo había sorprendido con sus amplios conocimientos sobre las criaturas, plantas, política y medicina. Durante el poco tiempo que hablaron ella dejó entre ver sus conocimientos, y tal vez tenía la gracia de un cervatillo recién nacido cuando peleaba, pero a la hora de debatir con las palabras ella siempre ganaba. No era nada menos que una Reina, una sin nada de experiencia sobre el mundo, pero al final del día una Reina. Tal vez cuando estuviera en el trono él sería su centinela personal. Tal vez si sobreviven él le serviría a ella, como una vez le había servido a su madre, que al final se había cansado de sus movimientos secretos.

Sin pensar nada más y bloqueando el flujo de pensamientos, siguió caminando hasta la escasa luz del ocaso. Ya había salido de la frontera con Quahog, ya estaban mínimamente a salvo de los Barredores, ahora quedaba sobrevivir a los males del bosque, cosa que no lo alegraba ni un poco.

Esta noche no había cueva. Solo un árbol dividido desde la raíz hasta la mitad del tronco, abierto como si fuera un portal. Una vez había funcionado como uno, cuando la maldad no se había extendido y las criaturas no se habían desatado aún. Gracias a la Magia que los protege que solo fueron las menos poderosas, de lo contrario ni siquiera una buena plegaria les hubiera servido contra ellos. Y ese día estaba cada vez más cerca. El día en que el mundo se fuera a la mierda por completo. El día en que las criaturas del Bimkerhole se desataran por completo sobre Nyathyr.

Imperium I: Entre lágrimas y verdades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora